27 abr 2009

Una guerra tan silenciosa

Ilustración: Juan Kalvellido
Palestina se ha convertido en un auténtico bantustán.
Imagina : militares detestables irrumpen por la fuerza en tu casa. Te expulsan. Después, la destruyen. Se apropian de tu tierra. Imagina, cada día, tu ciudad, tu barrio, reducido poco a poco a una porción invadida por un estado extranjero que anexiona. Y que instala en lo que hasta ayer era la casa de tus vecinos, el barrio de tus amigos, a sus colonos. Por todo el país, el cruel proceso de colonización se extiende sin límite en la más absoluta ilegalidad. Hasta encerrarte, aprisionarte, en lo que no se puede llamar sino bantustán.
Imagina : Cada mañana, para ir a trabajar, cada tarde para volver a casa ; cuando tus hijos van a la escuela y cuando vuelven, dentro de tu propio país, una frontera. El ruido metálico de los molinetes. Tus ropas, tus pertenencias, pasadas por los rayos X de los detectores de metales o de explosivos. Es tu país, y sin embargo, tienes que enseñar el pasaporte. Y luego están las pullas y los insultos proferidos por los jóvenes soldados de un ejército de ocupación.
Imagina que el estado que ocupa y que anexiona tu tierra construye largas carreteras modernas que atraviesan el país, al servicio exclusivo de los colonos que pueblan las ciudades construidas por ellos, cuando tu debes conformarte con caminos asfaltados o de tierra, donde el más mínimo cruce de un vehículo es peligroso. Imagina que en tu país, tu ciudad, tu jardín, en tu propia casa, el estado ocupante construye un muro de separación : separación de los habitantes de ese otro estado, pero también de tu familia.
Imagina que te casas con una persona que vive en Lyon, Marsella, Tulle o Lorient. Pero como vives en Seine-Saint-Denis, se te prohíbe vivir con tu pareja y con tus hijos. No, no estoy exagerando. No es una pesadilla. Porque esto sucede todos los días. Nosotros lo hemos comprobado de nuevo, con pavor, la semana pasada, con una delegación de una centena de políticos y personalidades sociales y culturales de opiniones diversas.
¿Dónde ? En Palestina. Sí. Dejando a un lado nuestras opiniones religiosas, políticas y filosóficas, discutimos razonablemente, sin odio, y constatamos un hecho : se está librando otra guerra, silenciosa, contra el pueblo palestino. Una guerra que consiste en colonizar, anexionar territorios, emprender en Jerusalén lo que no podemos calificar sino como limpieza étnica. En el interior de Jerusalén, esta bella ciudad histórica, cultural, encrucijada de religiones, se destruyen las casas de los palestinos según un minucioso criterio geográfico que consiste en dividir Jerusalén Este en dos, en fragmentar la ciudad gracias a la construcción, bastante avanzada en la actualidad, de un tranvía ; e instalar y desarrollar en la periferia colonias, de un tamaño equivalente al de una ciudad francesa mediana, que encierren a Jerusalén, desfigurada por ese monstruoso muro que actualmente la atraviesa de un lado a otro.
Todo esto se lleva a cabo cada día en medio de un silencio tan ensordecedor como inquietante, para que el pueblo palestino deje de existir. Todo se realiza con la intención de liquidar la idea misma de un Estado nacional palestino. Sin embargo, todas las reglas internacionales prohíben tocar Jerusalén. Pero el gobierno israelí no las tiene en cuenta para nada y nadie hace la más mínima crítica. Es escandaloso.
¿Qué conciencia humana, qué humanidad puede seguir aceptando esto ? No nos engañemos. Vivir juntos, en el mismo mundo, hacer humanidad juntos, implica relanzar el proceso de paz y hacer que cese esta colonización, esta anexión, esta militarización del espacio palestino, esta política a la que no se puede dar otro nombre que apartheid. El mundo entero, sus dirigentes, deben comprender que dejar actuar libremente al gobierno israelí no hace más que reforzar los extremismos, y por lo tanto la guerra. El Consejo de seguridad de la ONU debe frenar urgentemente el escándalo de la ocupación y la destrucción de las casas y el muro de separación, así como solucionar el problema de la soberanía alimentaria y el acceso al agua de los palestinos.
No podemos dejar solo al pueblo cercado, encerrado, colonizado, ocupado, controlado por torres de observación, a merced de las jaurías de militares y de policías israelíes. No lo podemos dejar humillado, asfixiado, reducido al silencio, sin reaccionar. La solución depende de la movilización internacional en Estados Unidos, en Europa y en otras partes del mundo, de todos los pueblos, de todos los humanistas. La Unión Europea dispone de un medio de presión mayor : la suspensión inmediata del acuerdo de asociación con el Estado de Israel mientras sus dirigentes no se sienten a la mesa de negociaciones.
Sean cuales sean nuestras opiniones, nuestras preferencias filosóficas, debemos, todos juntos, reclamar la aplicación de las resoluciones de la ONU. Es la voz de la justicia, de la seguridad, del derecho, de la paz para todo el mundo. El gobierno israelí debe responder de sus crímenes en Gaza, cesar el bloqueo, la colonización, esos horribles controles y la destrucción de las viviendas. Debe derribar el muro, aplicar la resolución de Naciones Unidas para el derecho al retorno de los refugiados y restituir los bienes robados a las familias palestinas. Debe liberar a los 11000 prisioneros políticos palestinos, comenzando por Marwan Barghouti. Y el presidente de la República Francesa debe actuar con firmeza para sacar al joven francopalestino, Salah Hamouri, de las cárceles israelíes en las que se pudre desde hace 1500 días. Una solución justa y duradera para el pueblo palestino e israelí es el retorno a las fronteras de 1967, con Jerusalén Este como capital, como exige el derecho internacional.
¡Es urgente ! ¡Hace falta que todo el mundo reaccione ! ¡Basta de impunidad ! Es el grito que nos ha lanzado la población palestina, sus representantes, los partidos políticos, los responsables de los campos de refugiados. ¡Nosotros lo relanzaremos hasta por fin se haga justicia ! Nada es irreversible. Los pueblos unidos siempre han conseguido que gane la democracia, la libertad, la paz, la soberanía de los pueblos contra la barbarie.
Patrick Le Hyaric, director de l´Humanité.
Traducción: Sara De Albornoz
Tomado de L´Humanité

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