14 jun 2009
El enigma Lisbeth Salander
Un nuevo arquetipo de mujer feminista e irreverente emerge de la protagonista de la saga Millennium, de Stieg Larsson
La amas o la odias. Lisbeth Salander, el personaje femenino de la serie Millennium creado por Stieg Larsson, no deja al lector indiferente. Es una mujer joven con rasgos sociópatas, muy independiente, violenta, bisexual y que domina como pocos las entrañas de las nuevas tecnologías.
Su estética gótica es también diferente: piercing y tatuajes llenan su cuerpo menudo, medio andrógino. Una auténtica bomba. Y un bombón como personaje. Para muchas escritoras consultadas por este periódico, se trata de un modelo muy alejado del prototipo tradicional de mujer y es la verdadera razón por la cual esta saga se ha convertido en un fenómeno con más de 1,2 millones de ejemplares vendidos sólo en España.
El 18 de junio se pone a la venta en nuestro país el tercer volumen de la saga, La reina en el palacio de las corrientes de aire (Destino). Un título llamativo, potente, muy neopunk, como el de los dos volúmenes anteriores, Los hombres que no amaban a las mujeres y La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina. Esta tercera parte es un homenaje al frenético mundo del periodismo, y a su labor como cuarto poder y controlador de los males del sistema democrático.
En la nueva historia, escrita quizá con menos fuelle y donde los grandes temas la corrupción del aparato de seguridad sueco o los misterios de la familia Salander ya se han desgranado en las dos anteriores, Lisbeth vuelve a llevar la batuta. Pero, ¿quién es realmente este personaje. ¿Es un nuevo modelo de mujer? ¿Es una proyección de una cierta fantasía masculina? ¿Es una enferma social?
Stieg Larsson reconoció que el personaje estaba inspirado en Pippi Calzaslargas por su carácter irreverente. Para la filósofa Beatriz Preciado, discípula del deconstructivista Jacques Derrida, es evidente que Salander es un personaje subversivo deudor de las figuras femeninas del cómic y de las películas de serie B: "Lisbeth, como una figura de la tragedia griega, es una megametáfora de la subversión cultural", señala. Según Preciado, condensa signos de transgresión social, como su condición de hacker y su capacidad de venganza física frente a la agresión sexual, "que han sido privilegio de la masculinidad".
Asimismo, sostiene que lo mejor de Larsson es "haber sido capaz de convertirla en un arquetipo cultural y un objeto de consumo de masas".
La violencia sacude todas las páginas. Larsson quiere dejar claro al lector que Salander es una víctima de malos tratos y que sus reacciones de desconfianza principalmente hacia los hombres están justificadas por las palizas que sufrió de pequeña a cargo de su padre, un agresivo espía ruso.
Cristina Garaizabal, portavoz del colectivo Hetaira (en defensa de las prostitutas) y fiel seguidora de la saga, cree que en este caso a Larsson se le fue la mano: "No me gusta su resolución violenta de los conflictos. Además, es preocupante porque en la actualidad existen encuestas que señalan que entre los jóvenes, los niveles de violencia son más o menos iguales. Hay chicas jóvenes que ven en la violencia una característica de igualdad".
Un nuevo feminismo
Entroncada con esta violencia, otro rasgo diferente es el escaso victimismo de Salander. "Es maltratada y violada, pero venga a las maltratadas y a las violadas. Puede ser víctima, pero no es pasiva", sostiene la escritora Eugenia Rico.
Para la también escritora Lourdes Ventura, "Lisbeth tiene el coraje de levantarse de cada batacazo, lo que podría considerarse un nuevo modelo de mujer autoconsciente y capaz de empezar de cero una y otra vez". Esto lleva a Ventura a relacionarla con un nuevo feminismo, ya que Salander "puede representar el coraje de parte de las nuevas generaciones que crean sus propias normas al margen de lo establecido".
La nota discordante en este caso la pone la escritora Clara Obligado: "Lisbeth es una mujer que ha sufrido mucho, pero que no muestra sus sentimientos. Eso es masoquismo. Es una mujer libre, pero sufriente, y eso no es muy moderno. De hecho, ¿cómo acaban madame Bovary y Anna Karenina? Muriendo. Son personajes tramposos, porque al final reproducen los estereotipos más básicos y arcaizantes", señala esta escritora, que además sostiene que si Salander fuera realmente rompedora, "no sería tan popular".
Bisexualidad y androginia
No obstante, como apunta Beatriz Preciado, "Lisbeth representa la ruptura con la feminidad heterosexual normativa". Salander es bisexual y esto, desde luego, no es muy común en la literatura convencional. Sin embargo, le acompañan otras características que no son tan transgresoras. Para Eugenia Rico, no deja de ser "un modelo femenino masculinizado, un poco andrógino y que, por ejemplo, ostenta el miedo al compromiso que siempre se ha considerado masculino. Creo que es también un cierto ideal femenino, un sueño erótico emparentado con la némesis griega". Clara Obligado apostilla, además, que al final hay un hombre detrás de ella, el periodista Mikael Blomqvist, "esperando a salvarla de no sé qué".
Las escritoras consultadas concluyen que, a pesar de sus evidentes rasgos contraculturales, Lisbeth Salander no es tan novedosa.
Como señala Preciado, "ahí están Lara Croft, de Tomb Raider, las chicas vengadoras de Tarantino o la Tina Turner de Mad Max". Aun así, ha marcado tendencia. "En la Feria del Libro de este año, he visto jovencitas vestidas exactamente como Lisbeth y creo que no es casual", dice Eugenia Rico. La cuestión es si se liarán también a puñetazos.
P. CORROTO / G. FOURMONT
Tomado de Público
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