22 jun 2009

La poesía saharaui es mestiza

Requiem * A los pies de la espera un manto blanco cubre la ausencia. ...A la sombra de la espera descansaban los restos mortales de un breve instante. Menuda paradoja —de la vida y de la muerte— la de este precipitado descanso para quien no tuvo la oportunidad de cansarse. Los que nos salvamos, dentro de las desgracias que sufrían los saharauis, tuvimos la oportunidad de estudiar. Con diez años llegué a Cuba. Los primeros meses fueron terribles. Recuerdo que lloraba todas las noches. Cuando nadie estaba despierto yo viajaba por encima del Atlántico y me reunía entre lágrimas con mi madre y con mis hermanos. Hasta que no pude más y un día dejé de llorar. No porque no tenía ganas, no. Simplemente se me habían agotado las lágrimas. Cinco años después cuando pude abrazar a mi mamá las lágrimas volvieron a mis ojos. De aquel grupo que vinimos a estudiar a Cuba solo 12 llegamos a la Universidad. Los demás fueron llamados al frente. Muchos se quedaron en el camino defendiendo su tierra. Recuerdo que los que no fuimos escogidos para ir a la guerra, sufrimos una gran decepción. Unos años después nos incorporamos como médicos, ingenieros o profesores. Había pasado entonces 11 años sin ver a mi madre y a mis hermanos. Cuando regresé tenía 14 sobrinos. No había prácticamente noticias de la familia (tres o cuatro cartas en 11 años). Pero los saharauis que vinimos a este país formamos una gran familia que con los años se fue acrecentando. En nuestras residencias, en nuestras habitaciones teníamos nuestro pequeño país, nuestras costumbres, nuestra historia y Cuba, que podemos decir, que nos lo dio todo en esos años, nos permitió seguir siendo lo que somos. En ese ambiente, donde constantemente evocábamos nuestro Sahara, con nuestros inocentes recuerdos o cuando compartíamos las noticias que escuchamos en una radio o una carta que llega o algún visitante, surgieron mis primeros versos. Primeros versos que casi ya no recuerdo. Me deshice de ellos creyendo que algún día los haría mejores. Y ahí sigo intentándolo. Añoranza ¿Qué felicidad puede haber dentro de estos muros en estas interminables noches de insomnio y desesperanza? Todo quedó contigo, lejano e intangible como aquella tarde de julio. A veces visitola muralla que nos separa, intento recuperar tantas oraciones perdidas y pedirle a Dios que nos libre de las langostas. Sin embargo, lo de Cuba fue difícil de superar. Después de las primeras semanas de euforia y alegría por el reencuentro con la familia, llegó un enorme vacío. No sabía ni dónde estaba ni dónde quería estar. Llegué a pensar que el mundo que intentamos conservar con mucho celo en Cuba no era el mundo real al que pertenecemos. Me di cuenta de que estaba marcado por el resto de mis días. Pero que tenía que recuperar mi mundo, que casi había perdido, sin perder los valores y sin olvidar el mundo que me adoptó como un hijo y que me lo ofreció todo: cariño, amor, humildad y sabiduría, todo en medio de un envoltorio de hermosos colores y Cuba era la vida, mi vida. Fue una realidad que superó mis sueños y que llevo no solamente en el corazón, sino en cada parte de mi cuerpo y de mi mente. Con el paso del tiempo aprendí lo que era inevitable. Que tenía que volver a mis orígenes. Volver a comenzar mi otra vida y conjugarla con lo que soy. Una mezcla, una síntesis de dos culturas diferentes. Un producto con la riqueza de la aleación del norte y el sur, de oriente y occidente. Y entonces la poesía, las palabras me rescataron de esos momentos de incertidumbre. La poesía fue fundamental en ese proceso de transformación o adaptación a mi nueva vida. No fue una evasión de la realidad sino todo lo contrario, la poesía me sirvió para reflejar la realidad que me rodeaba y para reflexionar sobre dicha realidad. Muy importante también, en ese proceso fue el reencuentro con los amigos de Cuba. Tuvimos la suerte de trabajar juntos y eso hizo que el camino se hiciese más fácil. La poesía comenzó a fluir de quienes hasta entonces no habían descubierto al poeta y a la poesía que llevaban por dentro. Se desempolvaron versos. Hermosos versos que yacían olvidados entre las páginas de muchos libros. En ese ambiente comenzaron a brotar nuevos versos. Empezamos debates, tertulias culturales. Había consejos, sugerencias y programas de radio dedicados a la poesía. Casi puede afirmarse que nos alimentábamos de la poesía. Un día romántico Era un día romántico solitario y gris como estas colinas Todo era escaso melancólico y triste —excepto nosotros— que, en la abundancia y la gracia del Señor, el pan y las heridas compartíamos con las moscas. Hace dos años, creamos el grupo Generación de la amistad saharaui para juntar nuestros esfuerzos creativos en la defensa de la cultura saharaui. En defensa de la identidad saharaui y por contribuir a la divulgación de la causa del pueblo saharaui y sus aspiraciones de paz y libertad. Nuestra poesía reflejaba la idiosincrasia saharaui expresada en lengua española con influencias de la poesía revolucionaria cubana, la poesía social y todas las vanguardias tanto de Europa, como de América. La poesía saharaui es mestiza, es el resultado de una mezcla de mestizajes. Sus temas son tan universales como cualquier poesía, sin embargo, tienen el sello del destierro y de la guerra como todo lo que rodea a los saharauis. Sus versos son de amor y de arena, de sangre y de sudor, de sed y espejismos, pero también de sueños y esperanzas. Mohamed Salem Abdelfatah Tomado de Alba poética, publicación del Festival Internacional de Poesía de La Habana. Tomado de la Jiribilla

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