23 mar 2010
El emperador que llevó el cine japonés a Occidente
Se cumplen 100 años del nacimiento de Akira Kurosawa, creador de obras como Rashomon y Ran
Información de producción de Tora! Tora! Tora! 9 de diciembre de 1968. "Kurosawa se enfureció por el uso de una claqueta y se puso a golpear al hombre de la claqueta en la cabeza con un trozo de papel enrollado. El hombre se marchó. Luego se volvió al ayudante de dirección y le pegó con el papel. Tras esa acción, dijo al ayudante de dirección que golpease a todo el equipo". El colérico episodio lo cuenta Stuart GalbraithIV en El emperador y el lobo, que ahora reedita T&B para conmemorar los 100 años del nacimiento del director japonés más influyente, muerto en 1998.
El 24 de diciembre de ese mismo año Akira Kurosawa cancelaba su participación en Tora! Tora! Tora!, el proyecto sobre el ataque a Pearl Harbor para el que había firmado con la Fox, y cuyo fracaso contribuiría al intento de suicidio del director en 1971. Los motivos del descalabro fueron múltiples y tuvieron que ver con la dificultad del japonés de adecuarse al sistema de estudios americano y viceversa. Pero el episodio ilustra también la severidad y el control absoluto en el set de rodaje del creador de Ran, que llevó a que lo apodaran El emperador, las tensiones con los productores, que caracterizaron su carrera, y el romance, no siempre idílico pero trascendente, que mantuvo con Hollywood.
Toshiro Mifune, actor fetiche de Kurosawa a lo largo de dieciséis películas, lo dijo alto y claro: "El simple hecho de que el cine japonés sea conocido en Occidente se debe a las películas de Akira Kurosawa". De entre ellas, sin duda Rashomon (1950) marcó la pauta. El filme, que descomponía el relato de un asesinato en cuatro versiones contradictorias correspondientes a cada uno de los testigos, supuso una ruptura formal sin precedentes para demostrar la naturaleza fragmentaria de la verdad. Películas tan dispares como El último verano en Marienbaud, de Resnais, o Sospechosos habituales, de Singer, son sus deudoras.
Kurosawa continuó escribiendo guiones y dirigiendo a un ritmo frenético: Vivir, Los siete samuráis, Trono de sangre, La fortaleza escondida (que influyó a Lucas para La guerra de las galaxias). A golpe de obra maestra había creado una troupe de acólitos que lo jaleaban desde las trincheras del Nuevo Hollywood.
Francis Ford Coppola, Steven Spielberg y George Lucas fueron cruciales para que Kurosawa consiguiera financiación en su etapa tardía, cuando era considerado una vieja gloria en su país y debía acudir a otros países (Rusia para El cazador o Francia para Ran) para sacar adelante su cine. Kagemusha no hubiera sido posible sin la intervención del trío de creadores americanos. Scorsese, que colaboró como actor en Los sueños de Akira Kurosawa, dijo: "Su influencia es tan profunda que puede calificarse de incomparable. No hay nadie como él".
El paseo entre los muertos
El origen del genio podría partir de un recuerdo que él mismo relató en su autobiografía. En 1923, un pequeño Akira paseaba junto a su hermano mayor que terminaría por suicidarse entre las ruinas que había dejado en Tokio el terremoto de Kanto. Ante la visión dantesca, su hermano le advirtió: "Si miras las cosas de frente, no hay de qué asustarse".
Aquello marcó la identidad del director: por un lado su humanismo, nunca cristalino, siempre sombrío. Y su forma de convertir a las fuerzas de la naturaleza en un personaje esencial. Ningún director ha usado la lluvia y el viento como recursos narrativos a la manera de Kurosawa. Él mismo reconoció el peso de aquella ronda entre los muertos: "Allí aprendí no sólo los extraordinarios poderes de la naturaleza, sino cosas extraordinarias que se esconden en los seres humanos". Mucho le debe el cine a aquel paseo. Por más que les pese a los productores de Tora! Tora! Tora!
SARA BRITO - MADRID
Tomado de Público
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