9 may 2010
El genio militar del siglo XX
Aniversario 65 de la derrota del fascismo
En el curso de la Segunda Guerra Mundial el alto mando de Hitler le tenía pánico a este hombre pequeño, de anchos hombros. Era sencillamente el azote de todos los hasta entonces conquistadores de Europa, los encumbrados mariscales y generales de la Wehrmacht (Fuerzas Armadas Alemanas).
Para los soviéticos, y en particular para Stalin, este era el hombre de los momentos más difíciles, poseedor de una personalidad que infundía confianza y respeto por su capacidad para resolver los problemas de carácter estratégico, operativo o de organización militar en las condiciones más increíbles.
El arte militar soviético brilló en los encarnizados combates de la Gran Guerra Patria con la inteligencia, la sagacidad, la audacia y la valentía de grandes jefes como Vasilievski, Rokossovski, Vatutin, Konev, Malinovski, Meresskov, Tolbujin y muchos otros pero sin lugar a dudas el más brillante de todos fue el Mariscal de la Unión Soviética Gueorgui Konstantinovich Zhúkov.
Zhúkov, un joven campesino, comenzó en el Ejército Rojo en 1918. Durante las duras jornadas de la guerra civil empieza a descollar como un jefe de perspectivas y ocupa distintos puestos de mando. Comenzó como jefe de sección y ya en la década del 30 ocupa el cargo de comandante de ejército en una región militar. En 1941 es nombrado Jefe de Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas Soviéticas y en 1942 es el vicejefe supremo.
En su obra El Bloqueo, el escritor Alexander Chakovski describe al Mariscal:
"Era un estratega militar hasta el tuétano. No necesitaba esforzarse para hablar en términos militares. Simplemente no podía pensar de otra manera. El mapa militar le decía más que cualquier detallada descripción verbal.
"Como el escritor que reconstruye en la imaginación los tipos y acontecimientos de la futura novela, Zhúkov, mirando el mapa, no reconstruía simplemente el cuadro del pasado combate; sabía prever el carácter de la futura batalla; en contados minutos desplegaba sus distintas variantes, primero a su favor y luego a favor del enemigo, sabía abstraerse temporalmente de sí mismo y encarnar al enemigo para, luego, volviendo a ser quien era, sopesar los propósitos del adversario..."
El jefe de las tropas aliadas en la Segunda Guerra Mundial y posteriormente Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, General "Ike" Eisenhower, se vio obligado a escribir en una oportunidad: "Estoy convencido que los cadetes de nuestras instituciones militar-didácticas superiores estudiarán las operaciones de Moscú, Stanligrando y Berlín al igual que estudian la batalla de Cannes. Los nombres de Zhúkov y de otros jefes militares soviéticos se pronunciarán como nombres de grandes maestros de su arte".
NUNCA CONOCIÓ LA DERROTA
Fue Zhúkov quizás uno de los poquísimos jefes de grandes concentraciones de tropas que durante todo el curso de la guerra no fue jamás derrotado. En 1939 comandó a las tropas soviéticas que en misión internacionalista vencieron a los nacionalistas japoneses que habían invadido el territorio de la República Popular de Mongolia.
Al comenzar la Gran Guerra Patria en 1941, Zhúkov ocupaba la alta responsabilidad de Jefe del Estado Mayor General del Ejército Rojo.
Quienes hayan podido leer la testimonial obra del Mariscal, Memorias y meditaciones, habrán podido conocer los angustiosos pormenores de aquella jornada de 1941.
Eran días difíciles para los soviéticos, con estupor conocían cómo las cuñas acorazadas alemanas avanzaban impetuosamente por todas partes, al parecer indetenibles.
Precisamente en medio de aquel dramatismo Zhúkov había tenido un altercado con Stalin. Como Jefe del Estado Mayor General había propuesto retirar a todas las tropas soviéticas de la ciudad de Kiev, la capital de Ucrania, para que hicieran una activa defensa a la otra orilla del caudaloso río Dnieper y poder detener el avance alemán, así como preparar una contraofensiva en el saliente de Etnia para evitar la ofensiva directa sobre Moscú.
Cuando Zhúkov hizo aquella argumentada proposición que significaba entregar a Kiev a los alemanes, Stalin se puso furioso y lo recriminó "usted está diciendo una sarta de disparates".
Aquello disgustó al entonces General Zhúkov: "Si usted considera que el Jefe de Estado Mayor General es únicamente capaz de elucubrar disparates, nada tengo que hacer aquí y pido marchar al frente", le respondió.
Stalin pensó que a aquel joven General se le habían subido "los humos a la cabeza". No quiso razonar suficientemente sobre aquella propuesta y lo destituyó del alto cargo de Jefe del Estado Mayor, enviándolo al frente de las tropas en el saliente de Etnia.
El no tomar en consideración aquellas ideas del brillante jefe militar significó una tremenda catástrofe para las tropas soviéticas cuando los alemanes embistieron, pues al atacar a Kiev obligaron a varios ejércitos soviéticos a retirarse desorganizadamente y al no tener el tiempo necesario para atravesar el río fueron totalmente diezmados.
Mientras tanto, comandando el Frente de Reserva, adonde lo había enviado Stalin, el general Zhúkov preparó el contragolpe en el llamado saliente de Etnia y propinó a las tropas hitlerianas una de sus primeras grandes derrotas en el curso de la Segunda Guerra Mundial.
EN LENINGRADO, MOSCÚ, STALINGRADO...
Pocas semanas después, y ante la catastrófica situación de Leningrado, cuando ya el enemigo se encontraba en los arrabales de la heroica ciudad, cuna de la Gran Revolución de Octubre, Stalin llamó al General de Ejército Zhúkov para que asumiera el mando de ese Frente.
Y con amargura le dijo:
"Leningrado se encuentra en una situación sumamente difícil. O detienes a los alemanes o pereces con los demás. No hay otro camino."
"No contener", "no defenderse", "no cerrar el paso al enemigo", sino precisamente derrotar, esa fue la sicología que imprimió Zhúkov a la tarea planteada a los jefes militares del Frente de Leningrado cuando más arreciaban los ataques fascistas.
En tres semanas, desde el momento en que asumiera la jefatura del frente de Leningrado, Zhúkov estabilizó la situación e hizo fracasar los reiterados intentos de apoderase de la ciudad de Lenin, propinándoles tremendos golpes a las tropas enemigas.
Pocos días más tarde era requerido ante el Gran Cuartel General del Mando Supremo soviético para que asumiese la responsabilidad de la defensa de Moscú.
La batalla de Moscú, comandada por Zhúkov, testimonió la crecida madurez estratégica y táctico-operativa de este jefe y la heróica resistencia combativa de las tropas a su mando.
Con un potencial muy superior en tropas y armamentos los hitlerianos no pudieron conquistar la capital de la Unión Soviética, pese a que sus fuerzas principales llegaron a escasos kilómetros de la ciudad.
En noviembre de 1941, la situación se tornó muy seria, extremadamente seria; en el mundo se pensaba que Moscú no aguantaría aquella furia de fuego y metralla.
Por esos tiempos Stalin llamó telefónicamente a Zhúkov:
"¿Está usted seguro de que mantendremos Moscú? Le hago esta pregunta con dolor en el corazón. Hable honradamente, como comunista."
"—Moscú la mantendremos", fue la respuesta categórica de Zhúkov.
Esa seguridad, respaldada por las arrojadas acciones de los combatientes soviéticos, fue lo decisivo. La contraofensiva soviética, emprendida aún sin contar con la superioridad numérica sobre el enemigo, le costó a los alemanes la pérdida de medio millón de hombres, mil trescientos tanques, dos mil quinientos cañones y mucho otro material bélico, siendo arrojados hasta 150 y 300 kilómetros de Moscú.
La derrota ante la capital soviética obligó a Hitler a dirigir su ofensiva hacia el sur, en dirección a Stalingrado.
Aquí la situación fue muy seria para las tropas soviéticas, que no pudieron contener la ofensiva alemana. Stalin nombró entonces a Zhúkov su segundo al mando y lo envió a coordinar las acciones de defensa y posterior derrota del enemigo. Defendiendo cada casa, cada metro de tierra, los alemanes fueron detenidos por los heroicos defensores al borde mismo del río Volga.
Zhúkov, junto al mariscal Alexander Valisevski, Jefe del Estado Mayor General en esos momentos, elaboró el plan de cerco y aniquilamiento de la agrupación de ejércitos alemanes comandados por Von Paulus, batalla que representó el viraje histórico de la Segunda Guerra Mundial.
EN KURSK, BIELORRUSIA Y BERLÍN
De toda la Segunda Guerra la batalla más importante fue sin duda la librada en el Arco de Kursk, fue la célebre batalla de los tanques (por las miles de unidades blindadas que contendieron). Zhúkov tuvo a su cargo la planificación de las operaciones y posterior conducción de las tropas.
Pero su mérito mayor en esta batalla la libró en la reunión del Comité Estatal de Defensa y el Gran Cuartel General de la URSS donde logró convencer a Stalin y al resto de los jefes militares de que la decisión correcta (como luego se evidenció) era la de dejar que los alemanes tomasen la iniciativa en la ofensiva y desangrarlos en combates defensivos y, luego, pasar a la contraofensiva y aniquilarlos. Todo se cumplió según lo previsto.
Iguales resultados victoriosos tuvo el Mariscal en las batallas del Dnieper-Cárpatos, Bielorrusia y en el Vístula-Oder.
Su maestría quedó evidenciada por último en la conducción de las tropas que tomaron Berlín, destruyendo en breves días a una agrupación nazi integrada por más de un millón de soldados y oficiales y cuantiosos medios técnicos de artillería, blindados y aviación.
Por esos extraordinarios méritos, Gueorgui Konstantinovich Zhúkov sería el representante del Alto Mando Soviético en el acto de capitulación de las tropas hitlerianas y el revistador de las tropas en la histórica Parada de la Victoria, celebrada en Moscú semanas después del cese de la guerra.
Por esos méritos sería el único soviético que emergiera de la guerra ostentando en su pecho cuatro Estrellas de Oro de Héroe de la Unión Soviética, máxima condecoración en la patria de Lenin.
Lázaro Barredo Medina
Tomado de Granma Internacional
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