17 sept 2010

Florencio y Atahualpa


 Encuentro en un Uruguay Barranca Abajo 1973

En el presente año 2010, cuando la Comisión Nacional del Patrimonio decide homenajear al Teatro del Uruguay y a sus diferentes personalidades, entre ellas Florencio Sánchez y Atahualpa del Cioppo, es pertinente recordar que estos dos nombres se unieron artísticamente más allá del tiempo, en 1973, año significativo en la historia de nuestro pasado reciente, con la puesta en escena de la obra «Barranca Abajo».

Atahualpa un innovador
Nada es casual, diría Atahualpa, que en el programa de la obra afirmaba:
«...es un homenaje que El Galpón le debía a Florencio Sánchez, cuya permanencia en nuestra dramaturgia está avalada, entre otros méritos, por su acertada concepción humana y social. A ello debe agregarse la alusión verdaderamente aguda al ‘juicio de reivindicación’ que, según la autorizada opinión de recientes investigadores, es el factor desencadenante de esta tragedia... Don Zoilo Carabajal, protagonista de esta obra, como tantos otros perdió su hacienda por uno de esos juicios que le hizo un descendiente de aquellos que el Protector De los Pueblos Libres calificara como ‘malos europeos y peores americanos’... Todo ello en razón del Reglamento de tierras que nuestro prócer dictara en 1815... ‘los negros libres, los zambos de esta clase, los indios y los criollos pobres podrán ser agraciados con suertes de estancia si con su trabajo y hombría de bien propenden a su felicidad y a la de su Provincia’.
«Don Zoilo, como auténtico héroe trágico ignora la verdadera causa de su caída. La atribuye a la mala suerte, equivalente al destino trágico de los griegos. El derrumbe no se debe a ninguna deidad implacable sino a la gran propiedad rural dedicada a la ganadería extensiva.
«Es bajo la advocación de estos dos ilustres orientales, Artigas y Sánchez, inspirándonos en su conducta, su pensamiento y sus actitud que hemos realizado esta exposición escénica de Barranca Abajo.»

Atahualpa del Cioppo

Algo para recordar
Claro que no fue casualidad la decisión de hacer esta obra en ese momento, cuando las tensiones sociales y políticas que venían desarrollándose desde los comienzos de los años 60, pasando por el pachecato, culminarían en el golpe de Estado de 1973. Bien lo fundamenta Atahualpa en el programa; pero si sólo quedara en esa intención no habría excepcionalidad; la «exposición escénica» de la obra potencia y descubre un camino absolutamente renovador de nuestro Florencio Sánchez, que produjo impacto en el público y en la crítica especializada.
Alberto Mediza, reconocida personalidad de la cultura de la época, escritor, teatrista, expresaba en el diario uruguayo «El Popular» del 17 del octubre de 1973 su opinión especializada sobre la puesta en escena:
«Sánchez Reencontrado
BARRANCA ABAJO, de Florencio Sánchez, por el elenco estable de El Galpón. Actúan Rebecca Franco, Lilián Olhagaray, Raquel Seoane, Mary Vázquez, Blas Braidot, Sara Larocca, Carlos Peña, Juan Carlos Moretti, Duilio Borsch, Raúl Pazos y Walter Besada. Ambientación escenográfica: Mario Galup, Diseño de Vestuario: Guma Zorrilla, Luces: Ruben Yáñez. Teatro FLORENCIO SÁNCHEZ del Cerro, domingo 14.
«(...) Creemos ver en el trabajo de Atahualpa una propuesta, tal vez la más desmitificadora y audaz, que nos devuelve a Sánchez en su auténtica raíz de cuestionador iconoclasta y lúcido rebelde. Pero a su vez nos devuelve al mismo Atahualpa en la cumbre de su madurez reflexiva, efectuando un trabajo de verdadera síntesis artístico - dialéctica. Porque ya desde un principio, conviene aclarar que su plan escénico nada tiene que ver con algunos enfáticos esquematismos que -aprovechando un lineamiento temático del texto- han procedido a reducciones estériles. Por el contrario, si algo resulta inconfundible en este caso, ello es precisamente la voluntad por ofrecernos una lectura orgánica y coherente sin necesidad de sacrificar la complejidad virtual y la riqueza significativa de la obra... En esta unidad de sentido radica también uno de los secretos de la lectura que propone Atahualpa. La coherencia expresiva, el rigor formal, los inmejorables niveles de sus presupuestos escénicos y la contemporaneidad de su denuncia, hacen pues de este espectáculo un lugar obligado de esta temporada y de Atahualpa del Cioppo un merecido triunfador. A ambos agasajó entusiastamente el nutrido público que se dio cita en la sala FLORENCIO SÁNCHEZ del Cerro.»
Por su parte, Washington Roldán destacó desde su columna crítica en «El País», bajo el título «Sánchez sensibilizado y permanente»: «Este reencuentro con ‘Barranca Abajo’, en una versión despojada del pintoresquismo costumbrista y elevada a su más esencial objetividad trágica, es toda una puesta al día de los valores permanentes de Florencio Sánchez. (...) En los momentos de gracia costumbrista, nada queda de aquella estereotipada chuscada rioplatense heredada del principio de siglo, y se la sustituye con un juego mucho más subrayado y menos naturalista de picaresca primitiva».

Florencio Sánchez

Florencio y Atahualpa
Florencio Sánchez plantea en «Barranca Abajo» un conflicto no resuelto al día de hoy sobre la legitimidad de la propiedad de la tierra, y Atahualpa del Cioppo lo rastrea en las raíces del pensamiento artiguista, y su «exposición escénica» apeló a los orígenes del teatro occidental: la tragedia griega. Evitó costumbrismos, pintoresquismos manidos, desde lo plástico hasta lo interpretativo.
La escenografía de Mario Galup con elementos mínimos, una rampa, palos atravesados que simulaban tranqueras, una horqueta con el imprescindible nido de hornero, creaban los espacios escénicos necesarios; las luces de Ruben Yánez dimensionaban, envolvían, ocultaban y descubrían los ritmos en que se pauta la acción; el vestuario de Guma Zorrilla estilizaba los ponchos y vestidos con pliegues que remitían a la imagen de túnicas griegas. Apenas en la utilería aparecían algunos de los objetos como una caldera, un mate, un rebenque que no permitían al espectador escapar al lugar y tiempo de la anécdota.
En el conflicto de los personajes femeninos se subrayaba sus características de heroínas trágicas, atrapadas en un conflicto económico que no comprendían, que escapaba de sus posibilidades de decisión.
El texto de Sánchez, sin ninguna modificación, se revelaba en un decir sin exageraciones costumbristas, y en los momentos en que el director propone una técnica de extrañamiento o distanciamiento, en el monólogo de Martiniana, cuando la actriz abandona el personaje y se lo dice al espectador, o cuando nos sorprende en una acción cotidiana de Don Zoilo de beber agua en el instante previo al suicidio.
En el programa de «Barranca Abajo» escribe Don Atahualpa del Cioppo que El Galpón le debía un homenaje a Florencio Sánchez; pretendemos que estos recuerdos de aquella «exposición escénica» sean un homenaje a un creador excepcional de nuestra Institución.

Graciela Escuder

Tomado: http://www.socioespectacular.com.uy

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