Trinidad Guevara |
En el Día del Patrimonio dedicado al Teatro Nacional, entre las personalidades homenajeadas estuvieron dos mujeres que aportaron al desarrollo de nuestro teatro: la actriz pionera Trinidad Guevara (1798-1873) y la actriz, directora y docente Margarita Xirgu (1888-1969).
Ambas tienen algunos puntos en común entre sí. Además de su talento reconocido en su época también se destacaron por su fuerte personalidad, que en el caso de la Xirgu marcó un estilo de hacer teatro basado en la disciplina y la entrega: «El teatro no es diversión, es sacrificio», solía decir a sus alumnos.
Ambas desarrollaron su carrera fuera de su lugar de origen, Xirgu nació en Cataluña y actuó y vivió en Uruguay, Argentina y Chile; Guevara nació en nuestro país, en Soriano, pero luego se trasladó a Argentina, hecho que era común para los actores de la época.
Asimismo ambas fueron transgresoras. En el caso de Xirgu por los textos que representó, llevando por ejemplo a escena a García Lorca, que en ese entonces era un teatro de vanguardia, considerado demasiado poético para el gusto promedio. Es así que estrena en 1927 «Mariana Pineda», con decorados de Salvador Dalí. En otras oportunidades enfrentó a las autoridades, como al presentar en Buenos Aires, en 1947, «El malentendido» de Albert Camus, prohibida por el gobierno de la época. Por su parte, Guevara fue muy atacada por los conservadores de su tiempo, entre otros aspectos por sus romances. Recordemos que la profesión de «farsanta», como le decían despectivamente, no era bien considerada. Fue muy comentada su actitud de salir a escena con un prendedor luciendo el retrato de su amante, con quien llegó a tener hijos aunque se trataba de un hombre casado, por lo que su gesto tenía un sentido de reivindicación y desafío. Otro suceso olvidado en parte por la historiografía oficial es que fue pareja de Manuel Oribe, luego Presidente y fundador del Partido Nacional, con quien tuvo una hija en 1816 y junto a quien se refugió en Buenos Aires. Años después Oribe se casó por Iglesia con otra mujer, que era nada menos que su sobrina, Agustina Contucci.
TEATRO Y POLíTICA SIEMPRE
Federico García Lorca Margarita Xirgu |
Por último señalemos que ambas estuvieron desde su arte comprometidas con las posiciones políticas de su tiempo. Trinidad Guevara adhiere al partido revolucionario de la Independencia y realiza numerosas obras patrióticas y de exaltación americanista, como la famosa «Siripo, cacique de los Timbúes». Margarita Xirgu apoya a la izquierda republicana en la guerra civil española y esa actitud le vale el exilio, sus palabras de dolor quedaron registradas: «Qué sabios eran los griegos, no te mataban, te exila-ban».
Pero también desde lo específi-camente técnico de su arte interpretativo, ambas fueron singulares y renovadoras, recordadas por sus voces potentes. Guevara, hija de un actor, rompió con moldes del viejo teatro español, caracterizado por su interpretación exagerada, y avanzó en el ejercicio de la naturalidad escénica. Señalaba un autor de la época que fue «la primera en comprender que el actor genial no es el que recita versos, sino aquel que interpreta el personaje o lo crea de acuerdo con lo que el autor ha hecho de él». En el mismo sentido, la Xirgu, además de preocuparse especialmente por la dicción y el matiz en la expresión sonora de los textos dramáticos, fue una directora con audacia, ya que ésa era una función reservada en su tiempo a los hombres.
Para completar esta nota recordemos algunos sucesos de la vida de estas dos pujantes actrices.
En su excelente libro sobre mujeres de principios del Siglo XIX, «De Ninfas a Capitanas», la investigadora argentina Beatriz Seibel recuerda que la belleza mestiza de Trinidad Guevara inspiró en 1821 al poeta Juan Cruz Varela los siguientes versos: «Miel, ardor y muerte / tu labio derrama, / quien te oye y no te ama / corazón no ha...». Sin embargo, señala Seibel, en junio de ese año el padre Castañeda publica un artículo apocalíptico contra Trinidad, donde la califica de «mujer prostituida» y de «cloaca de vicios e inmundicias», por su romance con un hombre casado.
Trinidad responde escribiendo: «Así se me ha calumniado en un papel que bien podría servir de tumba a la libertad de imprenta en el país más fanático de ella. Según el autor yo pertenezco a las furias, no a las mujeres... Y aunque fuera justo vengarse en mí, ¿sería preciso que un sacerdote periodista fuera el sacrificador y la gran Buenos Aires el templo donde yo fuera sacrificada? Yo soy acusada, más bien diré calumniada: hambre rabiosa con que despedazan a una mujer que nunca los ofendió. El pueblo ilustrado la reputará, no como una mujer criminal, sino infeliz». El público se vuelca a su favor y cuando vuelve al teatro es recibida con grandes ovaciones de apoyo.
LA PROFESIÓN INFAME
En un párrafo más que interesante, Seibel dice: «Es la primera y única vez que se atribuye a una actriz la capacidad de innovar las técnicas de escena y tener influencia sobre otros actores, aunque las protagonistas femeninas sean minoría en las obras de la época».
En ese mismo año de 1821, el general San Martín, como Protector del Perú, firma la histórica declaración donde decreta que «el arte escénico no irroga infamia al que lo profesa». Levanta así la «nota de infamia» contra los cómicos, aunque las actrices, al decir del peruano Ricardo Palma, eran «plato de ricos, como el pavo trufado y las costillas de conejo».
Sobre la Xirgu cerremos esta nota contando una historia que recuerdo haber leído por primera vez escrita por Ángel Curotto, en aquellos suplementos dominicales de páginas amarillas del diario «El Día».
Allí se contaba que el escritor estanciero y comunista, el salteño Enrique Amorim, le hizo un homenaje a Lorca, inaugurando una estela que recuerda su muerte a manos franquistas en sus campos frente al río Uruguay. Llevó a Xirgu para realizar una representación de «Bodas de sangre». Cuando la actriz decía el famoso monólogo de la madre frente a su hijo muerto, pasaban unos trabajadores rurales de una fábrica de ladrillos a cielo abierto, quienes se detuvieron y asistieron a la actuación de Xirgu. Luego, conmovidos, fueron a saludarla y a darle el pésame por su tragedia, ya que como le expresó una pareja: «Ellos sabían lo que se siente, pues también habían perdido un hijo.»
El mejor homenaje que recibió la Xirgu fueron esas palabras pronunciadas por un público del pueblo envuelto en su magia escénica. Así, teatro y vida se unieron por el arte de esta actriz de inolvidable fuerza.
Tomado: http://www.socioespectacular.com.uy/
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