30 de noviembre - 19 horas Escalinata de la Universidad de la República Actuarán: Diablos Verdes Larbanois - Carrero Agarrate Catalina 4 pesos de propina Mauricio Ubal |
Estamos objetivamente lejos de
los años 80 y de aquel plebiscito
en que se votó contra de la
dictadura. Fue una gran victoria.
Se recoge en el Museo de la Memoria, en
la sala que refiere a la salida democrática,
materializado por la reproducción de las
boletas de votación celeste –por el Sí– y
amarilla –por el No– con montoncitos
desiguales siendo mayor las amarillas: es
decir el NO.
Testimoniar es resistir el olvido. En las recorridas
con estudiantes me he dado cuenta
de que ese lugarcito del Museo encierra el
Museo mismo. Estuve en esto y me convoca
a desatar a través del testimonio aquel
tiempo y mi convencimiento de sostener la
lucha clandestina.
Integraba la Juventud Comunista, legal
hasta el golpe de estado aunque reprimida,
como todo el movimiento popular desde el
gobierno de Pacheco Areco. Todas las organizaciones
políticas, sindicales, estudiantiles
sufrieron aquella represión y los mártires
fueron muchos.
A esta altura necesito explicarme. No se
trata de decisiones heroicas sino de un largo
proceso de compromiso desde lo familiar,
emigrantes gallegos, trabajadores que encontraron
aquí la voz en el sindicato porque
no concebían salvarse solos. El Instituto de
Profesores Artigas (IPA) del año 68 juntó el
amor por la literatura con el interés por la docencia
y la defensa de la enseñanza pública.
Entonces tomamos la calle: la defensa del
IPA, el boleto estudiantil, los liceos populares,
la solidaridad con Viet-Nam, el Che, los
ecos de la ilustrativa Segunda Declaración
de la Habana.
Luego se nos hizo imprescindible hacer
retroceder el Golpe de Estado, comprendimos
el valor de la Central única y la
unidad de trabajadores y estudiantes, estaba
en el aire. Lo experimentamos en la
huelga general, una batalla preciosa que
mostró nuestra fuerza y mostró también la
fuerza que tendrían que oponerle a este
pueblo. El avasallamiento de libertades, la
destitución, la cárcel, la muerte. Porque
el país iba a ser otro y para imponerlo la
barrida tenía que ser grande. Y con el
diario del lunes, como se dice, sabemos
que fue así
Hago pie. Fueron varios años de vida, que
intento expresar en esta recorrida Algunos
estudiantes miran algo en mí, tal vez sea el
gesto que no condice con lo que digo. Sospecho
que como vivencia tan fuerte, todo
el cuerpo habla y tal vez ahí se comparta
algo esencial.
Pero, cómo explicar que la resistencia en el
país se reconstruyó muchas veces y siempre
tuvo presencia activa. Suena genérico.
Resistir era más que la definición del diccionario,
seguramente el sentimiento democrático
de las organizaciones populares estaba
muy extendido porque resistir era mantener
la lucha y de mil maneras.
Cada vez, ante las sucesivas oleadas
represivas, había que restablecer el tejido
de organizaciones, pegados a la gente.
Esto significaba decenas de encuentros,
algunos disimulados bajo las más diversas
formas. Una pareja que simplemente caminaba
por la calle y que tenía que mantener
la mayor serenidad a veces discutiendo
los asuntos más duros. Por ejemplo: él no
podía volver a la casa con su pareja y su
hijo. No podía arriesgarse y arriesgar que
detrás de él cayeran otros compañeros.
Conseguir otro lugar, no comunicárselo ni
a la familia, dejar para más adelante otras
posibilidades. Abandonar el centro de
estudio, o el trabajo, cambiar de aspecto,
posponer los sueños.
Y después ese cambio te hará mirar con
nostalgia las ventanas iluminadas donde
viven otros uruguayos y añorar el pan con
manteca de la mesa familiar. Claro, de vos
está dependiendo el volante que tenés
Antonia Yañez
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que recoger de un “buzón”. Recogerlo y
entregarlo en un pasamano en la parada
establecida y con contraseña convenida.
El compromiso y los compañeros te van
ganando y la pasión por la libertad se te
instala.
Pienso cómo acercarme a las circunstancias
que permitieron ganar ese plebiscito.
Unos meses antes Pinochet había hecho
uno similar en Chile y lo había “ganado” él,
lógicamente. Tengo presente la explicación
de Vignar, si sobre veinte personas “castigables”,
hay una sola efectivamente castigada
pero de manera terrible, a las otras diecinueve
el terror las amenaza y se impone a las
diecinueve que hay sólo una verdad que es
la del régimen. Así funcionó.
Parece imposible trasmitir cómo la
dictadura había sembrado el terror sin
abrumar a estos jóvenes con mil historias.
Me viene a la mente el intento de
desde la marina de crear una central
de trabajadores adicta al régimen, parte
de su “cronograma” previo al plebiscito.
Mientras pensaba esto, desde la otra sala
del Museo se escucha la marcha militar
que acompaña el documental, –la cadena
diaria de las Fuerzas Conjuntas en la tele–
y una docente más joven que yo pero más
vieja que los estudiantes comenta que se
estremece de sólo recordarla y pensar
con qué silencio se escuchaba en su
casa al ver a trabajadores o estudiantes
requeridos o presos. Esto era más elocuente
que mil palabras, escuchábamos
aún la marcha militar pero el recuerdo
había dejado resonancias. No había
espacio para una central “nacionalista”
seguramente porque desde la huelga
general, el país se dividió en dos.
La “cadena” tenía su misión, agregó una
maestra, porque su madre le había contado
que votó de guantes y ante nuestro
asombro general –hoy nos parece una exageración–
habló del miedo a ser identificada,
la posibilidad de perder el trabajo, recuerden
las destituciones masivas y el poder absoluto
en el aparato del estado, los certificados de
fe democrática.
La campaña publicitaria unívoca pretendía
llegar a la población por el miedo pero
también jugaba a consolidar instrumentos
permanentes que les permitiera hacer frente
a la “ subversión” y que los legitimara
dentro y fuera del país. Esto fue lo que
se impidió
Aunque era de difícil pronóstico pensar
que el NO fuera mayoritario dada las condiciones,
a medida que nos acercábamos a
la fecha se potenciaba la complicidad del
gesto, la mirada y la referencia a un:…”NO…
se olvide” o “NO …me mientas”. Contábamos
esto y un estudiante recuerda haber
oído de los limpia-parabrisas que aún con
sol decían NO. Otro, futbolero, oyó hablar
estos días de una película y recordaba el:
“Métale un gol a la dictadura”. Ah, si, la del
“Mundialito del 80”.
Miles de acciones echaron por tierra la
soberbia militar, también nuevos sectores
políticos ensancharon la oposición a la dictadura
y todo esto impidió cualquier tipo de
fraude en los resultados. Los días siguientes
permitieron tomar plena conciencia del logro
obtenido. A 30 años, grande debe ser la
celebración.
Los estudiantes y sus docentes estaban
tocados por el sol de la ventana de la Sala
del Museo llamada: “La recuperación democrática”,
casi terminando su recorrido, es la
sala más iluminada.
Muchos de los que nos tocó vivir aquél
momento fuimos detenidos en el correr del
siguiente año. Una operación represiva importante
en número, dilatada en el tiempo,
cruel, que cuenta con tres compañeros trabajadores
desaparecidos Félix Ortiz, Omar
Paita y Miguel Mato
Antonia Yañez
Instituto CuestaDuarte.org
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