21 feb 2011
“Tengo una debilidad por Pepe Mujica, lo amo con toda mi alma”
–¿Cómo la conoció a Cristina?
–De la manera más insólita. Una sobrina mía estaba acá en casa y me preguntó si yo la conocía a la Presidenta y le dije que sí. Nunca había hablado con ella y le quise hacer una broma a mi sobrina. Para que me creyera llamé por teléfono a la Casa Rosada y pedí hablar con Cristina y me atendió ella... ¿Podés creerlo?
–¿Y qué le dijo a la Presidenta?
–Me quedé sin palabras. ¡Me moría de vergüenza! Le pedí que me disculpe y le conté la verdad, que yo me quería dar corte con una sobrina que tiene 10 años y que por eso había llamado, le dije que son cosas de señora mayor. ¡Y desde esa vez nos hemos visto algunas veces! Pero si yo lo cuento parece inventado.
–Imagino la carita de su sobrina...
–¡Le contó a todo el mundo que yo era amiga de la Presidenta y se lucía con eso! Vamos a hacer una cosa: la llamo ahora a Cristina. Haceme un favor –le dice a Sandra, la reportera gráfica–. Alcanzame la agenda negra y el teléfono.
China busca el número entre decenas de páginas con los apellidos de gran parte de la historia del cine y del teatro rioplatenses. Y cada vez que menciona los nombres en voz alta evoca algún bello recuerdo. Finalmente, encuentra el número buscado y llama: “Soy China Zorrilla y quiero hablar dos palabras con Cristina”. Del otro lado le dicen: “¡Sí, cómo no!” y le piden que aguarde. La comunicarán con la privada de Presidencia. Pronto dirá una y otra vez que ella es China Zorrilla y que llama para hablar dos palabras con Cristina. Hasta los embajadores, diputados, senadores, saben que si la llaman es probable que hablen con un secretario de Estado u otro funcionario... Pero China es China, y la sola mención de su nombre abre todas las puertas. Cinco minutos después atiende la Presidenta: “¡¡Chinita!! ¿Cómo estás?” El diálogo es muy cariñoso. La Presidenta le dice que esa tarde recibirá en su despacho a Leonardo Favio y la semana próxima la llamará para que vaya a la Rosada a tomar un cafecito con ella. Dialogan un buen rato. Se despiden con mucho afecto y cuando cortan, China suspira mirando a Flor. Sonríe, feliz...
–Se la ve muy contenta, le brillan los ojos...
–Me siento aliviada porque tenía que hablar con ella. Hace tiempo que quería llamarla y me alegra haberlo hecho. Me dijo que me quiere ver en la Rosada.
–¿Qué hará en el 2011?
–Voy a seguir con lo que estoy haciendo desde el año pasado: teatro leído. Nos llevan en un micro a pueblos del interior y en una plaza, en clubes o en teatros, nos sentamos a leer una obra frente al público. Cuando me lo ofrecieron pensé que sería muy aburrido. Y ahora que lo hago me encanta. Somos ocho actores y hacemos la obra Las de enfrente. Y vos te das cuenta de que lo único que importa en el teatro son las voces, lo que decimos, la palabra. ¡Una maravilla!
–¿Y tiene algún proyecto nuevo, algo en el tintero para este año?
–Yo soy de la guardia vieja. A mí me gusta un telón que se levanta, la gente que aplaude y hacemos la obra. Quisiera hacer un clásico. ¡La gente cree que los clásicos son aburridos, pero no hay nada más divertido que un clásico!
–¿Como Lady Macbeth o el Mercader de Venecia, de Shakespeare?
–Me gustaría hacer el Mercader de Venecia porque es divertido, porque es tramposo, porque es malo. Yo creo que uno envejece el día que no tenés más proyectos. Me gustaría hacer un gran papel ahora que estoy por cumplir 89.
–Nació el 14 de marzo, falta poco para que cumpla años. A lo mejor celebra su día en Casa Rosada con la Presidenta.
–(Risas) ¡Sería bueno! ¡O a lo mejor puedo festejar ahí cuando cumpla 100 años!
–¿Qué tipo de género teatral prefiere hacer como actriz?
–Yo soy cómica. Puedo hacer cualquier papel pero lo que mejor me sale son los papeles cómicos, sé hacer reír al público. Y eso es algo que no se enseña en ningún lado. El que te diga que te puede enseñar a hacer reír, miente. Eso se sabe o no se sabe. Hay una décima de segundo en la que tenés que decir la frase para que se rían. Si la decís después, es tarde. ¡Es una cuestión química!
–¿Cuánto hace que no va a Uruguay, su tierra natal?
–Voy siempre que puedo. Por suerte estoy cerquita. A veces voy a la mañana y vuelvo a la noche. Igual tengo diez mil sobrinas que vienen siempre para acá. A Gumita, mi hermana mayor, la extraño mucho... murió y recuerdo cuando me hacía los vestuarios para mis obras... era una excelente vestuarista y esos cuadritos que están ahí me los regaló ella, son sus dibujos de sombreros para las obras de teatro... Fuimos cinco hermanas, ahora quedamos vivas tres. En mi niñez yo tenía muchas muñecas y a la noche les ponía los camisones y por la mañana les sacaba el camisón y le ponía ropita a cada una. Mi madre decía: “¡Esta se va a llenar de hijos!”. Yo vivía para esas muñecas. Y al final, soy la única que no se casó. Mis hermanas sí se casaron y tuvieron hijos...
–¿Estuvo alguna vez a punto de casarse o vio cerca la posibilidad?
–Sí (China cierra los ojos). Era más que un novio. Era el hombre... yo sabía que me iba a casar con él. Era muy lindo. Tengo una foto suya en mi cuarto pero no me gusta mostrarlo. Se llamaba Juan. Ellos eran cuatro hermanos varones y nosotras éramos cinco hermanas mujeres. Estábamos siempre juntos en Montevideo. Papá y mamá eran muy amigos de los padres de él.
–¿Se daban algún beso, había palabras de amor?
–No nos dábamos un beso ni nada pero estábamos todo el día juntos... Todos sabían que yo le gustaba a él y que yo lo amaba a Juan. Eran otras épocas...
–¿Alguna vez estuvo comprometida?
–Sí, con Enrique, en Montevideo. Le decían el Bebe. Tuve un noviazgo formal, estábamos comprometidos y de novios totalmente. Pero eso fue hace mucho...
–¿Y qué pasó?
–Yo en el fondo tenía la obsesión del teatro. Yo lo quería mucho al Bebe pero si me casaba pensaba que iba a tener que dejar el teatro porque la familia de él era muy a la antigua y no veían bien que yo quisiera ser actriz y hacer teatro.
–¿Cómo siguió su vida después de este noviazgo?
–Me fui a vivir dos años a Londres sola. Para estudiar teatro e inglés. Viajé en barco y viví allá sola. Fue inmediatamente después de la guerra... Tendría 24 años más o menos y no sé por qué me dio la locura de irme a Londres y trabajé allá... Nunca fui más feliz que en Londres. A veces en alguna película inglesa reconozco a algunos de mis compañeros de teatro de hace tantos años. Nunca tuve miedo. Yo vivía sola en una especie de casa estudiantil que había. Estaba toda la ciudad bombardeada porque recién había terminado la guerra...
–¿Se arrepiente de no haberse casado?
–Sí.
–¿Con quién se hubiera querido casar: con Juan o con el Bebe?
–Con Juan. Pero de eso no quiero hablar...
–¿Y el tema de la maternidad, más allá del casamiento?
–Como dicen mis hermanas, yo soy como la madre de todos mis sobrinos. Yo soy muy maternal, siempre lo fui. Veo un bebé por la calle y paro a la madre para que me lo deje tener cargado un ratito...
–¿Alguna vez pensó en adoptar un bebé?
–Así como soltera y armar el escandalete, no. Pero mamá, que decía que nunca se había equivocado, decía: “De mis cinco hijas, la primera que se va a casar y se va a llenar de hijos es China”. Y soy la única que no se casó... Y todas se llenaron de hijos. La que está viviendo acá conmigo es una de ellas. Pero lo que yo quería hacer, y aunque parezca mentira, sigo queriendo hacer, es teatro.
–¿Cómo empezó a actuar?
–Mis abuelos tenían una casa grande en Montevideo y cada vez que había un cumpleaños, mi mamá ponía: “Festival de China”. Venían mis abuelos, tíos, primos, la familia entera a verme. Tenía 12 o 13 años. Mi mamá me ayudaba con esos trajes. Ensayaba mucho para que saliera bien. A las monjas del colegio nos les gustaba nada que yo hiciera eso en el living de la casa de mis abuelos.
–En ese mismo Montevideo más tarde fue amiga de Mario Benedetti.
–¡Ay, Mario! Qué tristeza me dio cuando murió... Nos veíamos siempre. Es que en Uruguay todo es distinto... es más chiquito, nos conocemos todos. Y a los argentinos les cuesta imaginar eso. Vas al bar, está Galeano, y lo saludás...
–¿Qué siente que le falta hacer? Hoy mencionó su deseo de actuar en una obra de teatro clásica este año...
–Yo quiero hacer una obra de teatro clásica porque los jóvenes no saben lo que es... están acostumbrados a las cosas livianitas, divertidas, con muchas malas palabras. No tiene nada que ver eso con el teatro. Y yo quiero hacer uno de los grandes títulos. Me gustaría hacer eso que es lo más difícil de hacer. Quiero que se levante el telón, que se oiga el aplauso, todo...
–Las obras de Shakespeare ya están... ¿iría en busca de un director?
–O la dirigiría yo. Aunque si estás actuando es un poco complicado. Veremos.
–China, como uruguaya, ¿qué piensa de Pepe Mujica?
–Bueno, yo tengo una debilidad por Pepe Mujica. Yo lo amo con toda mi alma. Es lo que nunca he visto. Es un ser que frente a una cámara y a diez mil personas que lo escuchan es igual que hablando contigo en el café... ¿te das cuenta? El es la verdad. Si te dice algo es porque es verdad. Hace poco, en un reportaje, le preguntaban qué tenía y él dijo: “Tengo un departamentito que es mío y de mi mujer y tengo un auto...”. Y le pregunta el periodista: “¿Y qué más?”. Y él le responde: “¿Para qué más?”. Y no está jugando un personaje. El es así. Creo en esta persona que asombra porque es verdad. No está actuando.
–¿Lo conoció personalmente?
–No, ¡no lo conozco personalmente! Y estoy enamorada de él. Estoy esperando ir a Montevideo para llegar a la casa de gobierno... O me lo presentan o me presento yo sola. Voy a decir: “Soy China Zorrilla y quiero hablar con Pepe”.
Marcela Stieben
Tomado: Página 12.com.ar
Artículo relacionado:
El esplendor de la experiencia
No hay comentarios:
Publicar un comentario