16 mar 2011

El tiempo de la Tricontinental


"Vietnam", René Mederos Pazos, 1968

Los años que siguieron al final de la Segunda Guerra Mundial alumbraron el tiempo de la independencia para la gran mayoría de las colonias que existían en África y Asia. Varios factores principales concurrieron a ese evento histórico. En el nuevo orden capitalista de posguerra, predominaron abiertamente los EE.UU. —que tenían dentro de su estrategia mundial la disolución del dominio colonial europeo y actuaron en consecuencia. La Europa colonialista, aunque sin poder suficiente para alternar en un concierto de potencias, pudo lanzarse a una rápida reconstrucción y ampliación económica; las relaciones neocoloniales con antiguas posesiones podían serle muy provechosas en esta hora de reubicarse y madurar su capitalismo. Pero no por eso propiciaron las independencias. Matanzas terribles, represiones y obstáculos de todo tipo fueron puestos por los mismos colonialistas que fijaron en 1952 un plan para conceder autogestiones o independencias después de 1972.

En realidad, el proceso estaba muy avanzado en 1960 y casi completado 15 años después, aunque hasta hoy persisten remanentes, como es el caso de Puerto Rico. Y fue así porque los pueblos protagonizaron el ocaso efectivo del colonialismo. Por todas partes se movilizaron, se organizaron, presionaron, negociaron o exigieron la independencia, en muchos países como culminación de procesos políticos y sociales nacionalistas previos. En numerosos lugares se combatió con las armas a los colonialistas. Las revoluciones victoriosas de Vietnam y Argelia —precedidas por el triunfo de la Revolución china en 1949— fueron jalones muy importantes de una nueva cualidad: la conversión de la independencia en liberación nacional.

El proceso aproximó a activistas y a pueblos muy diferentes que estaban en situaciones muy disímiles. Los motivaba la afinidad de sus problemas, la identidad de sus enemigos y la necesidad de aumentar sus fuerzas y auxiliarse. La Conferencia de Solidaridad Afroasiática de Bandung en 1955 —29 estados y seis movimientos de liberación— confirmó a la organización fundada el año anterior e inició un movimiento internacional que convocó con éxito creciente a lo que los medios de comunicación llamaban Tercer Mundo. En 1961 se fundó el Movimiento de los Países No Alineados. El logro principal de estos esfuerzos fue hacerse fuera y lejos de la égida de los imperialistas, ser una forma más de las identidades que reclamaban su lugar en el mundo.

Frente a la universalización imperialista, desde 1920, el bolchevismo soviético había intentado articular y dirigir un movimiento comunista mundial. Pero la Internacional Comunista no pudo adelantar esa tarea tan difícil, y terminó desnaturalizándola. Las nuevas revoluciones autóctonas del Tercer Mundo —a las que se sumó la Cubana desde 1959— tenían que enfrentarse al mismo tiempo con el imperialismo y con la búsqueda de la justicia social, el “subdesarrollo” dentro del sistema mundial capitalista y la mentalidad colonizada, las modernizaciones y la crítica del signo burgués de la modernidad: tenían que ser socialistas de liberación nacional. En las condiciones de los años 60, fueron un factor de radicalización de los procesos de cada país de África, Asia y América Latina y el Caribe, y de las organizaciones que se constituían. Luchadores de esas regiones fueron influidos por esta segunda ola revolucionaria del siglo XX, al mismo tiempo que la desarrollaron con sus ideas y sus actuaciones, que eran forzosamente muy diversas.


"Sandino vive", Rafael Enríquez Vega, 1984
El dossier que leerán está dedicado a uno de los momentos trascendentes de aquellos años: la Primera Conferencia Tricontinental, celebrada en La Habana en enero de 1966. No olvidemos que el Che escogió la organización que surgió de ella para dar a conocer su famoso "Mensaje a los pueblos del mundo", análisis profundo y manifiesto político que resultó ser su último texto público.

La Tricontinental es un hito en una etapa de luchas y de ideas que hizo grandes aportes a la cultura de los pueblos del Tercer Mundo, al convertir lo que hubiera sido un paso de avance o una coincidencia de intereses diferentes en un proceso político, social y de pensamiento de extraordinario alcance. Después hemos padecido un período de grave disminución de las luchas de clases y de liberación, aprovechado por el imperialismo para emprender una formidable guerra cultural que se propone que olvidemos la gran herencia que nos brinda la acumulación cultural de resistencias y rebeldías de los pueblos, como parte de su proyecto de someter a todos a su dominación. Reprimidos o tolerados, aplaudidos o condenados por ser diferentes, pero siempre explotados, discriminados y avasallados, pretenden que renunciemos al pasado y el futuro y asumamos una homogeneización de conductas, ideas, gustos y sentimientos dictada por ellos.

"Semana Internacional de Solidaridad con América Latina", Jesús Forjans Boade, 1969
La Tricontinental es una entre muchas historias a recuperar, pero es sobre todo una lección del camino indispensable: el que debemos recorrer. Su vigencia es obvia en este momento en que está en marcha una recolonización selectiva del mundo, y el imperialismo norteamericano intenta convertirse en el imperio mundial; pero al mismo tiempo, las personas y los pueblos poseen una tremenda acumulación cultural, muy superior a la de hace medio siglo, que permite representarse la liberación de todas las dominaciones y la creación de relaciones e instituciones al servicio de todos y que permitan el despliegue de todos. Este tiene que ser, entre otras cosas, otra vez el tiempo de la Tricontinental.

Fernando Martínez Heredia • La Habana

Tomado: La Jiribilla.co.cu

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