"Vietnam", René Mederos Pazos, 1968 |
Los años que siguieron al final de la Segunda Guerra Mundial alumbraron el tiempo de la independencia para la gran mayoría de las colonias que existían en África y Asia. Varios factores principales concurrieron a ese evento histórico. En el nuevo orden capitalista de posguerra, predominaron abiertamente los EE.UU. —que tenían dentro de su estrategia mundial la disolución del dominio colonial europeo y actuaron en consecuencia. La Europa colonialista, aunque sin poder suficiente para alternar en un concierto de potencias, pudo lanzarse a una rápida reconstrucción y ampliación económica; las relaciones neocoloniales con antiguas posesiones podían serle muy provechosas en esta hora de reubicarse y madurar su capitalismo. Pero no por eso propiciaron las independencias. Matanzas terribles, represiones y obstáculos de todo tipo fueron puestos por los mismos colonialistas que fijaron en 1952 un plan para conceder autogestiones o independencias después de 1972.
En realidad, el proceso estaba muy avanzado en 1960 y casi completado 15 años después, aunque hasta hoy persisten remanentes, como es el caso de Puerto Rico. Y fue así porque los pueblos protagonizaron el ocaso efectivo del colonialismo. Por todas partes se movilizaron, se organizaron, presionaron, negociaron o exigieron la independencia, en muchos países como culminación de procesos políticos y sociales nacionalistas previos. En numerosos lugares se combatió con las armas a los colonialistas. Las revoluciones victoriosas de Vietnam y Argelia —precedidas por el triunfo de la Revolución china en 1949— fueron jalones muy importantes de una nueva cualidad: la conversión de la independencia en liberación nacional.
El proceso aproximó a activistas y a pueblos muy diferentes que estaban en situaciones muy disímiles. Los motivaba la afinidad de sus problemas, la identidad de sus enemigos y la necesidad de aumentar sus fuerzas y auxiliarse. La Conferencia de Solidaridad Afroasiática de Bandung en 1955 —29 estados y seis movimientos de liberación— confirmó a la organización fundada el año anterior e inició un movimiento internacional que convocó con éxito creciente a lo que los medios de comunicación llamaban Tercer Mundo. En 1961 se fundó el Movimiento de los Países No Alineados. El logro principal de estos esfuerzos fue hacerse fuera y lejos de la égida de los imperialistas, ser una forma más de las identidades que reclamaban su lugar en el mundo.
Frente a la universalización imperialista, desde 1920, el bolchevismo soviético había intentado articular y dirigir un movimiento comunista mundial. Pero la Internacional Comunista no pudo adelantar esa tarea tan difícil, y terminó desnaturalizándola. Las nuevas revoluciones autóctonas del Tercer Mundo —a las que se sumó la Cubana desde 1959— tenían que enfrentarse al mismo tiempo con el imperialismo y con la búsqueda de la justicia social, el “subdesarrollo” dentro del sistema mundial capitalista y la mentalidad colonizada, las modernizaciones y la crítica del signo burgués de la modernidad: tenían que ser socialistas de liberación nacional. En las condiciones de los años 60, fueron un factor de radicalización de los procesos de cada país de África, Asia y América Latina y el Caribe, y de las organizaciones que se constituían. Luchadores de esas regiones fueron influidos por esta segunda ola revolucionaria del siglo XX, al mismo tiempo que la desarrollaron con sus ideas y sus actuaciones, que eran forzosamente muy diversas.
"Sandino vive", Rafael Enríquez Vega, 1984 |
La Tricontinental es un hito en una etapa de luchas y de ideas que hizo grandes aportes a la cultura de los pueblos del Tercer Mundo, al convertir lo que hubiera sido un paso de avance o una coincidencia de intereses diferentes en un proceso político, social y de pensamiento de extraordinario alcance. Después hemos padecido un período de grave disminución de las luchas de clases y de liberación, aprovechado por el imperialismo para emprender una formidable guerra cultural que se propone que olvidemos la gran herencia que nos brinda la acumulación cultural de resistencias y rebeldías de los pueblos, como parte de su proyecto de someter a todos a su dominación. Reprimidos o tolerados, aplaudidos o condenados por ser diferentes, pero siempre explotados, discriminados y avasallados, pretenden que renunciemos al pasado y el futuro y asumamos una homogeneización de conductas, ideas, gustos y sentimientos dictada por ellos.
"Semana Internacional de Solidaridad con América Latina", Jesús Forjans Boade, 1969 |
Fernando Martínez Heredia • La Habana
Tomado: La Jiribilla.co.cu
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