Imagen: Grosz |
Mostradnos al mayor héroe en la historia moderna de EE.UU., el hombre que mató al enemigo público número uno de EE.UU., el terrorista más malo de la historia del universo, el cerebro del ataque más espectacular de todos los tiempos contra EE.UU.
Haced que desfile por la Zona Cero y el centro de Manhattan, dadle una hilera de Corazones Púrpura y de colores arcoíris, convertidlo en socio de Goldman Sachs, colocadlo en Oprah, Rush y Anderson Cooper, nominadlo al Rock'n Roll Hall of Fame.
Si sois republicanos, que se presente como candidato a presidente, a diferencia de Donald “ese zorro en su cabeza” Trump o de Sarah “puedo ver Pakistán desde mi casa” Palin, podría efectivamente convertir al presidente Barack Obama en un daño colateral. O por lo menos coronadlo secretario de defensa –proveedor supremo de asesinatos selectivos como instrumento básico de la diplomacia internacional-.
¡Toma dos!
Rebobinad a la escena del drama de suspense en toda su gloria en alta definición -transmitida en vivo a la Sala de Crisis en Washington-.
El héroe, totalmente equipado, energético, está frente a frente al auténtico Osama Bin Laden desarmado, recién salido de la cama, atrapado en una habitación sombría. No hay escape; todo el complejo ha sido “asegurado”. Ahora sí –el momento con el que todo EE.UU. ha soñado desde el 11 de septiembre de 2001.
El ensayo tuvo lugar cientos de veces antes durante la eterna “guerra contra el terror”. El procedimiento era inmovilizar al sospechoso, colocarle una bolsa en la cabeza, transferirlo a un helicóptero (había tres afuera, uno ya se había estrellado), luego a una base militar, y entonces, vestido con mono naranja, directo a Gitmo (Guantánamo).
Ahora el héroe está frente al hombre que hizo que la propia “guerra contra el terror” llegara a existir. ¿Y qué hace? Ni un tiro en el brazo, pierna o rodilla. Ni siquiera una granada de aturdimiento lanzada despreocupadamente. Ninguna entrega extraordinaria, ¿para qué sirve en todo caso si no se aplica al enemigo público número uno?
El héroe pega dos tiros seguidos al fugitivo -nombre de código “Gerónimo” (un indígena que desafió al Imperio; y hablemos de volver a deshonrar a los estadounidenses nativos). Es la forma en que termina la mayor y más costosa cacería humana de todos los tiempos; no una prolongada explosión, sino dos balas de oro. El bueno liquida al malo. Harry el sucio liquida al criminal.
Por lo tanto nadie en el mundo llegará a saber cómo se convirtió “Gerónimo” en un agente de la Agencia Central de Inteligencia –y cómo la “amistad” se desarrolló durante los años ochenta- Cómo escapó de Tora Bora –o cómo dejó el Pentágono que escapara-. Cómo vivió en Pakistán todos estos años sin que lo molestaran. Por qué “nos odia”.
Y sobre todo cómo “fue el cerebro” del 11-S. Qué rama –o ramas, o individuos– de la red de los servicios de inteligencia de EE.UU. lo supo de antemano y permitió que ocurriera. Cómo un puñado de árabes con un cutter y pésimos conocimientos de pilotaje convirtieron jet en misiles y destruyeron las Torres Gemelas (y el edificio 7) y un pedazo del poderoso Pentágono.
¿Quién en el mundo se atrevería a no estar pegado durante meses al juicio más emocionante de todos los tiempos?
Hay motivos para creer que las entidades –el sistema– que organizaron el ataque no estarían muy contentas. Por lo tanto el veredicto es culpable, no acusado. Y se liquida con una bala en la cabeza. Nunca ha sido tan fácil crear un yermo y llamarlo “justicia”.
En cuanto al resto de nosotros, pasaremos el resto de nuestras vidas a oscuras.
Pepe Escobar: Es autor de “Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War” (Nimble Books, 2007) y “Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge”. Su último libro es “Obama does Globalistan” (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: pepeasia@yahoo.com.
Copyright 2011 Pepe Escobar
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Fuente
Tomado: Rebelión.org
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