14 ago 2011

No hay falta de previsión



Se equivocan quienes acusan a Scotland Yard de falta de previsión luego de que sus policías asesinaran en las calles de Tottenham a Mark Duggan, uno de sus vecinos y padre de cuatro hijos porque, realmente, Scotland Yard sí había previsto las consecuencias de su crimen: ninguna.
Al fin y al cabo, esa previsión se sostenía en una habitual práctica de la que, ocasionalmente, el mundo tiene noticias.
Años atrás, Charles de Menezes, un brasileño al que la misma policía confundiera, supuestamente, con un terrorista, fue asesinado de siete disparos en la cabeza en el metro londinense. La agente que comandara el asesinato, Cressida Dick, no sólo fue absuelta de cualquier cargo criminal, junto a quienes participaron en el hecho, sino que, incluso, fue ascendida.
Hace un par de semanas estallaba en Inglaterra uno de los escándalos más clarificadores del orden que disfrutamos y que desnudaba en sus más íntimas miserias al gobierno inglés, a los medios de comunicación y a la propia policía británica. A pesar de la podredumbre que el escándalo ponía de manifiesto, tras algunos escarceos en los medios, dimisiones, ceses y un asesinato sin aclarar, el del periodista inglés Sean Hoare, las aguas volvieron a su cauce y la amnesia a los titulares para que todo siguiera discurriendo sobre las mismas nauseabundas prácticas, las de unos estados delincuentes cuya única previsión es creer que la impunidad, que de tanto reiterarse se ha convertido en una tradición, va a seguir arropando sus crímenes, sea en Inglaterra o en cualquier otro paraíso democrático.
Probablemente, el ex presidente tunecino Ben Ali, tampoco había previsto que el suicidio de Mohamed Bouazizi, joven vendedor ambulante, acabara llevándolo al exilio. Supuso que aquella desesperada decisión de uno de sus muchos exasperados súbditos tal vez ni alcanzara el rango de noticia en alguna perdida sección de los medios del país que controlaba. Había tantos precedentes impunes que no podía equivocarse… pero se equivocaba. Y otro cercano presidente, el egipcio Mubarak, en absoluto pudo imaginar que fuera a alcanzarle la imprevista ola de indignación que estallara en Túnez… pero también erraba sus previsiones.
A los delincuentes que gobiernan los mercados y decretan hambrunas continentales, que desde sus confortables despachos disponen la miseria general, que revisan y deciden las agendas de la paz y de la guerra del día que aún no es y ponen hora a la vida y a la muerte que será, tampoco se les puede acusar de falta de previsión. Saben lo que hacen. Lo han sabido siempre. Simplemente, no les importa la suerte que pueda correr la humanidad y se amparan en su secular impunidad, única previsión de la que son capaces, para seguir asfixiándola, reduciéndola, para seguir conduciéndola al carajo.
A quienes desde sus todavía confortables hogares sostienen con sus votos y adhesiones la demencia de un sistema criminal cuya gestión aún es capaz de poner en sus manos un vehículo nuevo, un televisor más grande y hasta las soñadas vacaciones caribeñas con que recompensar su indiferencia, tampoco se les puede echar en cara su falta de previsión. Saben lo que votan. Lo han votado siempre. Ocurre que les trae al pairo los riesgos que implica el negocio de la energía nuclear mientras la falta de previsión no contamine su salario, como no les quita el sueño el negocio de la industria militar mientras no sean sus hijos los que pisen una mina.
Mark Dugan no ha sido la causa sino el detonante de esas otras expresiones violentas a las que los expertos en violentar derechos no parecen acostumbrarse. Cameron lo sabe y, precisamente, por ello se precipitaba a negarlo: “Lo que está pasando nada tiene que ver con los recortes sociales”.
Han transformado al mundo en una selva y ahora dicen sorprenderse de que el mundo se les haya llenado de animales capaces de acribillar a tiros a decenas de jóvenes noruegos sólo para redimirlos del peligro ajeno.
Lo peor, sin embargo, no es que sigan creyendo y apostando porque la impunidad de su violencia los vuelva inmunes a sus consecuencias. Lo peor es que esa es su única previsión y, temo, también va a ser la última, porque cuando el mundo estalle y nos vayamos a la mierda… a ese viaje vamos a irnos todos, sin excepción alguna.
Y sí, es verdad que no es el mejor destino para el género humano ni tenemos ganas de emprender semejante travesía, pero al menos será un consuelo la compañía.

Koldo Campos Sagaseta.

Tomado: Cronopiando.com

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