No quiere ser otra manifestación más sino provocar un movimiento social internacional
Parte del 15M reconoce fragmentación y confía en el sábado para reunificar
“Cuando me preguntan qué es lo que queremos, digo que queremos provocar un cambio social global; cuando me preguntan cómo vamos a conseguir eso, digo que creando un nuevo poder, un poder ciudadano, que presione al resto de poderes para provocar ese cambio”. Son palabras de Olmo Gálvez, de Democracia Real Ya, una de las organizaciones que trabaja para la convocatoria multilateral, internacional y unificada del 15 de Octubre.
“Esta no puede ser una manifestación más, como no lo fue la del 15M”, dice Miguel, uno de los primeros acampados de Sol que ahora intenta llevar la causa al próximo nivel, el global, desde Take the Square, la pata internacional del movimiento. Hay cientos de concentraciones convocadas para el próximo sábado en unos 45 países. Las más numerosas serán previsiblemente las de Estados Unidos, Bruselas o Israel, que ya han lanzado sus propios movimientos indignados en las últimas semanas o meses y con los que ha sido más fácil coordinarse. En otras ciudades, la protesta apenas concentrará a una veintena de personas.
“Se ha pensado el 15 de octubre como una manifestación global y no una suma de concentraciones locales”, explica Miguel, físico y docente universitario, que apenas sobrepasa los treinta años. “Cuando empezamos a hablar con otros países lo primero que había que decidir era ‘por qué nos manifestamos‘. ¿Por la crisis, por el calentamiento global, por la corrupción? Nos dimos cuenta de que aunque todos tenemos muchos problemas comunes, las prioridades en cada sitio son muy diferentes”. Por eso, decidieron darle la vuelta al planteamiento, tirar del espíritu inclusivo que caracterizó las primeras semanas del 15M y sentar las bases de un movimiento global basado en tres reivindicaciones básicas.
La primera: dignidad. “Es una palabra que tomamos de los compañeros de las revueltas árabes, especialmente escuchada en Egipto, por ejemplo”, comenta Miguel. Dignidad contra los cuatro poderes: el económico, el político, el militar y el mediático, según se ha enumerado varias veces en la jornada de preparación del 15-O que se ha celebrado este domigno en el Parque del Retiro de Madrid, con delegados de las asambleas de barrios y pueblos y los grupos de trabajo heredados de la Puerta del Sol.
El segundo pilar del cambio social al que aspira la versión internacional del 15O es la democracia directa. “Salimos a la calle porque queremos que la gente empiece a decidir en qué mundo quiere vivir, en lugar de que decidan por nosotros”, dice Miguel. Si la indignación crea un espacio político nuevo será gracias a las tecnologías en red, pero ¿y las asambleas que tanto han caracterizado al 15M? “Tendremos un modelo mixto de toma de decisiones”, vaticina Olmo Gálvez, “donde las asamb
leas seguirán teniendo su peso, pero en el que las tecnologías cada día van a ser más importantes. Hay una brecha digital, hay gente que no tiene acceso a las herramientas digitales, o no las usa”, aclara, “pero el cambio global no es posible sin ellas”.
La tercera ambición del 15O no es una reivindicación a los poderes sino una llamada a la proactividad: “lo importante no es el 15 de octubre, lo importante es el 16 o el 17. Estamos intentando provocar en varias ciudades del mundo lo que pasó en Sol: que cuando la manifestación termine la gente diga… bueno, y ¿ahora qué? ¿Cómo nos organizamos?”, apunta Miguel.
Si esas tres líneas de trabajo funcionan, “vamos a crear una nueva categoría social”, dice Olmo Gálvez. “Igual que se crearon en un momento de la historia los partidos políticos, o los sindicatos, ahora entre todos vamos a crear los movimientos ciudadanos de presión”, afirma. Ese grupo de presión social, sin soporte institucional y entendido como suma de individualidades, actuaría en relación a los partidos políticos o a los sindicatos como colectivo externo. Eso, se explica por activa y por pasiva en todos los debates sobre el 15M, no significa llamar a la abstención o ir necesariamente en contra de los partidos. Es simplemente una ampliación del panorama político. “Luego, que cada uno decida individualmente cómo participa o si no lo hace”, dice Gálvez.
El escritor Amador Fernández Savater definía el 15M como “más un espacio que un sujeto político” donde “compartir un problema y no una identidad”. Uno podía “dejar de ser lo que quieren que seamos” y “compartir lo común más allá de las etiquetas que nos separan”, escribe en uno de sus muchos artículos sobre el asunto.
Sin embargo, la cita del 15O tiene la misión no oficial de volver a recuperar ese espíritu inclusivo y de unificación, porque la sensación de deterioro ya no se disimula. “El movimiento ha perdido mucha fuerza porque cada asamblea o cada grupo de trabajo funciona a su bola”, afirma Miguel. La fragmentación del 15M ha derivado, entre otras cosas, en un calendario de protestas en la calle imposible de seguir en los últimos meses, con semanas en las que había hasta cuatro o cinco concentraciones impulsadas por algún grupo de trabajo o asamblea. “Eso mata al movimiento”, afirma Miguel, “porque a todos nos preocupan los asuntos de esas convocatorias, pero salir tres veces por semana a la calle no sirve para cambiar el mundo”. A su juicio, la campaña de paralización de desahucios “es un buen ejemplo de la potencia que podemos tener si actuamos juntos”.
Lejos de Madrid, aunque no en lo ideológico sino en lo geográfico, está Victor. Victor no se llama Victor, es un nombre occidentalizado que utiliza como nick para facilitar la comunicación con otras personas. Victor es chino, vive en la provincia de Nanning, tiene 24 años y trabaja en una escuela pública de producción industrial. Participa, no sin cierto riesgo (“bueno, tampoco tienen tanta energía como para rastrear todas las conversaciones”), en los foros que coordinan el 15O a través de la red de chats IRC. Su sueño es “que el cambio global también llegue a China, a los chinos. Que seamos libres en un mundo sin países”, nos dice en privado. Victor intentará “reunirse con un grupo de amigos en la calle el 15O, aunque no podremos llamar la atención ni estar mucho rato porque la policía podría llevarnos a comisaría”, dice.
En Burdeos, Philippe se prepara para ir a una de las manifestaciones organizadas en la ciudad francesa. “Sí, hay varias manifestaciones. Ya sabes que a los franceses nos cuesta concentrarnos en una cosa sola”, dice con ironía. “Lo que ha pasado en España ha inspirado a mucha gente y espero que eso crezca, aunque en Francia no creo que el 15-O sea muy grande”. Phillipe centra sus reivindicaciones en hacer entender a los franceses que “es muy peligroso escuchar a los fanatismos de extrema derecha para arreglar los problemas”, algo que “ocurre cada vez más”, a su jucio. Para él, el punto común de un cambio global debe pasar por actuar contra “la dictadura de las grandes empresas“.
Otro punto minúsculo del mapa del 15-O será la ciudad rusa de Samara, donde Alexey acudirá a una “pequeña concentración”. Nos cuenta que intentará desquitarse organizando “algo más grande e interesante” en Moscú. “Estamos organizados en redes locales y actuamos en plan Hazlo Tú Mismo“.
El 15M vuelve a preparar en Madrid una manifestación con muchas cabezas. Varias “columnas” saldrán de diferentes barrios de la ciudad, irán confluyendo por el camino y desembocarán esta vez primero en Cibeles, a las 18h, y finalmente en Sol. Allí volverá a repetirse un momento que está en el catálogo emocional de los indignados desde el 19J: la interpretación de la Novena Sinfonía de Beethoven en directo. “Sabemos que es el himno de la Unión Europea, pero nosotros lo vinculamos con un sentimiento de humanidad”, explicaban este sábado en el Retiro desde la comisión de Acción.
El reto operativo es tan grande como la ambición ideológica: horarios, carga y descarga, megafonía, pantallas para ver qué sucede en otros países, en algunos casos con diferencia horaria. “La noche puede ser muy larga”, se advierte, si la gente quiere quedarse a ver qué pasa en Nueva York o Washington, por ejemplo, donde el reloj marca seis horas menos. Si desde allí llega sensación de euforia y la noche en Sol avanza sin incidentes, será muy probable que algún grupo decida pasar la noche en la plaza, aunque nadie pronuncia la palabra “acampada”.
Juan Luis Sánchez
Tomado: PeriodismoHumano.com
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