Poemas de la prisión y la vida Marcos Ana durante la presentación Foto: ® Javi Álvarez |
Marcos Ana llegó pronto y como no le gusta estar mano sobre mano, antes de empezar la presentación ya estaba firmando ejemplares de su libro Poemas de la prisión y la vida. Pronto se formó una larga cola que llegó lejos, incluso más allá de la hora prevista para el inicio. Cuando pasaban veinte minutos, Osman Vega, el editor del libro, pidió a los que aún aguardaban que esperasen al final para no retrasar más el acto.
Fue una noche de anécdotas y de cariño, de gestos tanto como de palabras. Contó Osman que el día anterior, aparcando el coche le preguntó a su acompañante si le había llegado la invitación para esta presentación. «¿La de Marcos Ana?». «Sí, la de Marcos Ana». La conversación la escuchó un operario de la ORA y les dijo que qué envidia porque ellos le conocían personalmente. Siguieron hablando y el hombre les explicó que le admiraba, Marcos Ana siempre había sido para él un ejemplo de solidaridad y de lucha. Incluso ahora en el presente.
La parte de las palabras la inició Rogelio Blanco de una forma profusa, alargando el verso del poeta y recordando a tantos autores que también pasaron por la cárcel o se inspiraron en el cautiverio para escribir sus obras. Entre citas y comparaciones, cuenta que siempre ha habido por parte del poder un cierto deseo de encarcelar la poesía. Los cautivos son «como plantas frágiles que siempre se pueden cortar», pero siguiendo con el mismo símil, Blanco explicó que también tienen una raíces fuertes y soterradas que les permiten aguantar cuando las situaciones resultan más adversas. Miguel Hernández describió a los que sufren cautiverio como «habitantes perdidos en la sombra, pero llenos de luz». Esa fuerza interior, esa resistencia inquebrantable, anidó en Marcos Ana que sigue en su continua defensa de la libertad y la democracia. Los poemas que ha escrito para este libro son versos que arrancan de la memoria, cargados de esperas, desasosiegos y anhelos.
Después leyeron sus versos Juan Diego Botto y dos actrices jóvenes, Lucía Álvarez y Sandra Navarro. Cada cual recitó a su manera, diferentes todos, pero llenos de un sentimiento embriagador que se contagió al público, que erizó la piel. Si alguien se hubiera fijado en cada uno de ellos, hubiera visto un brillo especial en los ojos, una gratitud inmensa hacia Marcos Ana y su humanidad. Juan Diego Botto le lanzó un beso desde el atril y cerro el puño en alto. Lucía, emocionada, le dio las gracias por mantener la dignidad. Sandra, susurrando pero marcando cada letra con los labios, dijo un sentido «gracias, Marcos». Subió Marcos al atril para leer un poema con Sandra y fue un momento en el que al poeta se le vio reírse mientras los dos se organizaban.
Alondra Badano también leyó, pero antes tuvo un instante para explicar como habían llegado los poemas de Marcos Ana a sus manos. Cuando el poeta salió de la cárcel, al año siguiente, le organizaron un viaje por América Latina. El primer país al que llegó fue Uruguay. No querían que se alojara en un frío hotel, así que decidieron que se quedara en casa de los Badano. Alondra era una niña, a la que Marcos hacía rabiar metiéndose con su nariz, le decía «chica, si llovieran gafas, tú te harías millonaria». Un día se enfadó más que los otros y se encerró en su habitación. Marcos intentó hacerla salir, pero ella no le hacía caso. Como compensación, se le ocurrió ir metiéndole sus poemas por debajo de la puerta.
El momento más especial de la noche vino de la mano de Luis Pastor y Lourdes Guerra. Prometieron una sorpresa y cumplieron dos. La primera, que han musicado el poema de Marcos Sueño de libertad. Lourdes y Luis lo cantan a dos voces, acompañados por la guitarra. Les vi mirar a Marcos y sonreír, y mientras les escuchaba observaba en sus rostros que la felicidad debía ser eso, cantarle a un amigo al que se quiere mucho. Le tiraron besos al acabar la canción.
Pero no terminan ahí, lo que abandonaron es la guitarra y sin ella comenzaron con el segundo regalo. A golpe en pecho y a capela, Lourdes y Luis, cantaron Mariposa de noviembre dedicándosela a Marcos, porque sabían que es una canción que le gusta mucho. Marcos, desde la mesa canturreaba. Lo que se vivió con esta canción en la sala del Círculo de Bellas Artes fue un instante único, cargado de tanta magia como poesía.
Finalmente Marcos Ana tomó la palabra. Su discurso fue sencillo, contó que si bien vivió encarcelado toda su juventud, se consideraba un privilegiado. Al salir en libertad le estaba esperando la gente para recorrer el mundo. Sin embargo aquella libertad no era completa, sentía que no podía serlo mientras quedasen compañeros suyos en las cárceles. Lo que debía hacer era convertirse en el altavoz que explicara el drama de los presos políticos españoles. Se siente apesadumbrado e incómodo cuando el protagonismo recae sobre él, así que lo comparte siempre con los hombres que lucharon por traer la libertad para España, quiere darles voz y visibilidad. Dijo que había hecho en la vida lo que quería hacer, que llevó la vida noble de revolucionario y pagó su precio con 23 años de prisión. Está hecho de solidaridad, esa palabra que sigue siendo en nuestro mundo la más necesaria. A cambio de la solidaridad que recibió y recibe, su vida estará siempre dedicada a luchar por la libertad. «Vivir para los demás es la mejor manera de vivir para uno mismo», señaló.
Recitó un poema más, esta vez de memoria, para ir acabando, que dijo que esto se había hecho un poco largo. Miré el reloj y sí, había pasado el tiempo, pero de una manera tan dulce que parecía mentira. Al terminar el acto, lejos de las luces, vi a Marcos Ana fundirse en un abrazo con Luis Pastor. Una estampa que bien se podría titular la fraternidad, el cariño y la humanidad de dos personas imprescindibles.
Javi Álvarez / laRepúblicaCultural.es
Tomado: La República.es
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