10 feb 2012
Robotizando la guerra
El presidente Obama confirmó que EE.UU. ataca la zona tribal del noroeste de Pakistán con aviones no tripulados (ANT) (www.bbc.co.uk, 31112). No es una novedad desde que esa forma de intervención militar comenzó en el 2004, pero es la primera admisión oficial de su existencia. De hecho, los bombardeos con ANT se cuadruplicaron con creces bajo el gobierno estadounidense actual en relación con la era W. Bush. El Pentágono está desarrollando un nuevo tipo de guerra para evitar futuras invasiones.
Los ANT son relativamente baratos, en especial si su costo se compara con el del caza F35, el más avanzado hasta ahora que produce la Lockheed Martin: unos 300 millones de dólares cada unidad. Pueden volar largas distancias y cruzar cualquier frontera sin peligro para la tripulación, porque no la tiene, permanecer en el aire mucho tiempo y los manejan electrónicamente militares cómodamente sentados en bases que a veces están muy lejos del objetivo, por ejemplo en Nevada, EE.UU. Son capaces de despegar y aterrizar en la cubierta de los portaaviones y se trabaja en un modelo que pueda aterrizar sin control humano. No es casual que conserven un lugar destacado en los presupuestos de guerra estadounidenses pese a los recortes anunciados.
El Pentágono ha destinado bases para los ANT en buena parte del mundo: se estima que son 60, por ahora, y se conoce que algunas funcionan en Djibuti, los Emiratos Arabes Unidos, Afganistán, las islas Seychelles. El capturado en Irán prueba que también se utilizan en misiones de espionaje. Son ideales para violar espacios aéreos ajenos y, además de los paquistaníes, los vienen sufriendo los yemenitas.
Obama se apresuró a señalar que la mayoría de las víctimas causadas por los ANT en Pakistán figuraban en “una lista de terroristas” y que las bajas civiles “no son grandes”. Como, salvo excepciones, no se conocen sus identidades, puede que sí y puede que no. John Brennan, asesor principal del mandatario en materia de contraterrorismo, llegó a afirmar el año pasado que el número de muertes de civiles era igual a cero (www.latyimes.com, 29611). Hay informaciones que lo contradicen rotundamente.
La oficina de periodismo de investigación de la City University de Londres advirtió el año pasado que al menos 175 niños figuraban entre las más de dos mil víctimas de los ANT hasta ese momento (www.thebureauinvestigates.com, 10811). La institución –que durante cuatro meses llevó a cabo un trabajo de campo en Waziristán, la zona lindante con Afganistán que sobre todo padece las incursiones programadas a miles de kilómetros de distancia– subraya en sus estudios más recientes que los ataques se dirigen también a quienes procuran rescatar a los heridos, a reuniones tribales, funerales y bodas (4212). Amnesty cuestionó la legalidad de estas incursiones que violan la soberanía nacional de Pakistán. La Casa Blanca las justifica con su habitual desparpajo: “... de acuerdo con el derecho internacional, tenemos la autoridad para actuar contra Al Qaida y sus fuerzas asociadas”, dijo Brennan (www.nytimes.com, 17911). “Las fuerzas asociadas” son las mismas que entrenó y financió la CIA para expulsar a los soviéticos de Afganistán.
Hace más de tres años que Noor Behrman, nativo de Waziristán, documenta fotográficamente el impacto de los misilazos de los ANT. “A veces él llega al lugar pocos minutos después de la explosión, deja la cámara a un lado y se ocupa primero de revisar los escombros en busca de sobrevivientes. Un trabajo peligroso y desagradable. Los ANT suelen atacar de nuevo minutos después, de manera que escarbar para ver si hay heridos es arriesgado”, registra The Guardian (17711). Las conclusiones de Behram son terminantes: “Por cada 10 o 15 personas muertas, tal vez abaten a un militante. No cuento cuántos talibán han caído. Cuento cuántos niños, mujeres, gente inocente, han caído”.
Washington ensaya otro artefacto de la guerra a distancia que confiere a los bombardeos aéreos de la Primera Guerra Mundial la calidad de experiencia infantil. Este nuevo robot es el “Vehículo 2 de tecnología hipersónica”, un proyectil capaz de alcanzar un objetivo en cualquier punto del planeta en menos de una hora: estará dotado de una velocidad ocho veces superior a la del sonido y podrá volar 21.000 km en 60 minutos (www.wired.com, 171112). Para qué desperdiciar marines en la ocupación de países ajenos.
Concurren a ese fin los operativos clandestinos de las fuerzas especiales, 60.000 efectivos distribuidos en 120 naciones, es decir, casi dos tercios de los países de la Tierra (www.tomdispatch.com, 5212), que también se dedican a vulnerar soberanías nacionales convirtiéndolas en un papel usado, inútil, sin lugar.
Juan Gelman.
Tomado: Página 12.com.ar
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