1 oct 2009
Represión y magnicidio
Desde hace tres meses es posible seguir con algún detalle la situación en Honduras sólo con la ayuda de Internet. Prácticamente no hemos tenido crónicas desde la resistencia. Ese prolongado, persistente e increíble gesto colectivo de nunca, ni por instante, dar “por hecho” el golpe, o resignarse. Ese gesto de millones es ahora un gesto heroico. En América latina hemos tenido muchos golpes de Estado, pero pocas veces o ninguna un pueblo reaccionó con la decisión del hondureño. En 2002, los venezolanos pudieron revertir el golpe con mucha más rapidez, ya con unas fuerzas armadas en parte seducidas con el acople a un nuevo orden político.
En blogs, en diarios digitales, en correos reenviados, es posible reconstruir las voces de quienes están dentro de la pesadilla. Y también es posible escuchar sus miedos. Puede que sean fantasmas, o puede que sean presentimientos. Como fuere, con la deportación de los funcionarios de la ONU y la OEA, con el ultimátum dado al gobierno de Brasil, con las armas químicas usadas contra los ocupantes de la embajada, con los miles de detenidos en los estadios de fútbol, con los discursos en inglés, cierto rasgo borderline se insinúa en la cúpula golpista, que incluye a civiles y militares. En algunos testimonios de intelectuales hondureños que circulan en medios alternativos es posible advertir que el magnicidio constituye el peor temor de la resistencia, y que creen a los golpistas capaces de todo. El día a día hace cada vez más verosímil lo exagerado.
Desde las bases, en los barrios, entre la gente que puebla las manifestaciones diarias contra la dictadura, recibí un correo. De su lectura se desprende por qué es necesario publicarlo. Lo escribe una joven encerrada en su casa de Tegucigalpa. Está escrito con mucho miedo. El pueblo hondureño es hoy el enemigo interno de esta absurda patrulla perdida de la Escuela de las Américas. ¿Será eso? ¿O será una patrulla piloto para inaugurar un ciclo?
El correo dice:
Andrea: nos acaban de avisar que van a realizar un corte de energía por 48 horas a partir de las siete de la noche en el territorio nacional, así que no podremos salir a comprar comida, ni nada. Van a sitiarnos. Desde San Pedro Sula reportan que los militares se han metido a las casas a sacar a la gente que venía de la manifestación. Mi hermana, que es dirigente magisterial, está golpeada, pero pudo llegar a su casa. El ejército está en los barrios y en las colonias entrando a las casas, así que estamos esperando, y listas. En San Pedro Sula están deteniendo a la gente y encerrándola en el estadio Olímpico. Aquí, en Tegucigalpa, en el estadio Chochi Sosa (al más puro estilo Pinochet). El ejército está entrando en los hospitales, sacando a la gente. Necesitamos estar conectadas, por favor difundan esta noticia, difundan que estamos en peligro de ser detenidas, lo de la entrada a los hospitales, la detención de la gente. Si no pueden comunicarse por esta vía, porque no sabemos qué viene, traten de comunicarse a los celulares. Un abrazo, desde el amor, el temor y la resistencia.
Jessica
Mientras tanto, en los ámbitos académicos de la resistencia, otras voces dan la mirada macro. Leticia Salomón es directora de Investigación Científica de la Universidad Autónoma de Honduras. Ha circulado un artículo suyo en el que afirma que hay diez familias en el nudo del golpe de Estado. Lo mismo afirmó hace poco el presidente Zelaya en declaraciones a la CNN, y responsabilizó a esas diez familias por su seguridad. Leticia Salomón explica por qué esta reacción salvaje del gobierno de facto puede llegar a consecuencias terribles si no se lo detiene. “Es conocido nacional e internacionalmente que detrás del golpe de Estado hay una alianza política, económica, mediática y religiosa que es la que promovió, financió y sostuvo el golpe de Estado. Están ahí, se muestran o se ocultan y mueven su poderío para impedir la restitución del presidente Zelaya. Su comportamiento es irracional, absurdo y casi demencial. No dudo de que serían capaces de llevar al límite sus miedos, sus mentiras y sus fantasmas.”
Ricardo Arturo Salgado es investigador social. Escribió una nota que leí en el periódico digital Rebelión, cuyo título es “Honduras: la obstinada intención del régimen de facto por matar a Zelaya”. Salgado escribe desde su propia conmoción. El regreso de Zelaya obligó a acelerar todos los niveles de la organización de la resistencia. Pasaron pocas horas hasta que se desató la cacería sobre ellos. La impunidad con la que los golpistas están violando las reglas diplomáticas espanta a los hondureños, cuyo única esperanza es la visibilidad internacional de lo aberrante. El mundo ve, el mundo está en contra del golpe, el mundo condena. Pero en su casa está Jessica, despidiéndose por mail de su amiga argentina, gritando que necesita seguir conectada, que se difunda, que se sepa lo que pasa.
Es la desesperación de la incomunicación, sumada a la impotencia de ver cómo en los medios hay cómplices que callan. Dice Salgado: “La sola reacción fascista demuestra que el huésped de honor de la embajada es un elemento que no sólo les importa y los incomoda, sino que es necesario quitarlo del camino, contra reloj, en un plan para liquidar el problema”. En la embajada hay cien refugiados. “Es realmente ridículo ver cómo la ONU llega con los víveres y un sargentón los manda de regreso sin que ellos puedan hacer nada”, escribe Salgado. Hay dos servicios sanitarios para todos. Han arrimado allí armas sofisticadas, como cañones del dolor, químicos que producen diarrea. La primera dama Xiomara Castro denunció un ultrasonido que les provoca jaquecas y olores que los descomponen. La entrada de agua la maneja el ejército. Y escribe Salgado:
“A nosotros sólo nos queda el recurso de la denuncia a través de medios alternativos amigos. En muchos casos, cuando hemos denunciado acciones y planes para concretar el magnicidio, se nos han pedido nombres de fuentes, pruebas de lo que decimos. Señores, la única prueba que podría darles, eventualmente, serían los cadáveres que ya suman cientos. Para nosotros es difícil poner fuentes al descubierto, pero los medios amigos deberían entender que una denuncia no es una noticia; la denuncia todavía representa la esperanza de que se eviten las monstruosidades de los fascistas; una noticia es la presentación de un hecho consumado”.
Sandra Russo
Tomado de Página 12
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