Adelantos de trabajos académicos sobre la historia del PCU.
La “asimetría” entre la bibliografía dedicada a los tupamaros y a otros grupos de la izquierda estaría a punto de enmendarse, al menos en lo que respecta al Partido Comunista del Uruguay (PCU). Y aunque en los últimos meses han aparecido algunos trabajos que abordan el tema de manera testimonial -enfoque mayoritario en los libros sobre el MLN-, ahora parece configurarse un predomionio de la mirada académica en torno a la historia del PCU. Avances de algunos de estos emprendimientos fueron presentandos el lunes en la Facultad de Ciencias Sociales (Udelar), en el marco del III Congreso Uruguayo de Ciencias Políticas, en el que también hubo un debate sobre el libro Aquellos comunistas, de Marisa Silva Schultze, y una mesa de discusión de tesis de maestría sobre el PCU. Algunos ya hablan de los “estudios comunistas” como un nuevo campo de la investigación universitaria.
“Democracia y revolución en las distintas etapas de la trayectoria del PCU”: tal era el título de una de las 42 mesas que conformaron el grueso de las actividades convocadas por el congreso durante los dos primeros días de la semana. Moderada por Jorge Lanzaro, la mesa padeció la ausencia del investigador uruguayo (radicado en Tel Aviv) Gerardo Leibner, que este año publicaría en Trilce un libro sobre la historia política y social de los comunistas uruguayos entre 1941 y 1973.
La presentación de Jaime Yaffé, “Violencia y continentalidad en la visión comunista de la revolución uruguaya”, es parte de un trabajo más extenso sobre la evolución de las ideas de los socialistas y comunistas locales en torno a la democracia desde el fin de la dictadura de Terra al comienzo del régimen cívico-militar.
En lo que respecta al PCU, Yaffé analiza el tema en tres aspectos. Por un lado, en el carácter revolucionario de la estrategia comunista. Aquí, el investigador se distancia de los enfoques que, partiendo de las versiones de grupos más radicales, ubican al PCU dentro de la “izquierda no revolucionaria”, electoralista o reformista. Yaffé solicita retomar la perspectiva con la que el partido se veía a sí mismo en la época, esto es, enfocado hacia una revolución.
Otro aspecto de su análisis cruza las variables geopolíticas. En 1962, Rodney Arismendi plantea en Problemas de una revolución continental la discusión sobre si la revolución latinoamericana es una sola o si se trataría de varias revoluciones nacionales con puntos de contacto. Al tiempo que habla de revolución continental, Arismendi plantea una defensa firme de la independencia de cada partido comunista de acuerdo a las características de su sistema. La contradicción se resolvería con el concepto de “unidad y diversidad de la revolución latinoamericana” y el equilibro con que se manejaron ambos términos de la ecuación condicionaría la inscripción en cada sistema democrático.
El tercer factor de análisis sería el abordaje de la violencia. Yaffé parafraseó a Adam Przeworski (autor de Paper Stones: a history of electoral socialism) para recordar que vivir en democracia es la capacidad de resolver los problemas de manera pacífica y mencionó la ambivalencia del PCU en el debate sobre la vía armada al socialismo, que Uruguay habría internalizado desde la emergencia pública del MLN. Convivirían un desarrollo teórico que postula el entramado de Uruguay en la realidad latinoamericana, en la que tarde o temprano habría que combatir el freno imperialista, y la idea de que Uruguay y Chile eran los países donde más lejos se podía avanzar por la vía pacífica. Arismendi pide estar preparados para, “rápida y eficazmente”, pasar de una forma de lucha a la otra, despejando toda duda sobre el posible uso de armas, pero al mismo tiempo despliega una crítica al uso de las armas y fustiga la crítica irresponsable de la democracia representativa.
Así, en la lógica del pensamiento del PCU conviven la apuesta a las armas, dado que la democracia sería un camino que no llevaría al final del recorrido, y la apuesta a prácticas democráticas, como el trabajo parlamentario y la negociación con los adversarios.
El muro y después
La presentación de Adolfo Garcé, “El referente externo en el ‘régimen de certezas’ de los comunistas uruguayos”, es igualmente parte de un trabajo colectivo más amplio que tiene como objetivo de fondo analizar la evolución del PCU durante los 80 y 90 y que inscribió dentro de la línea de estudio sobre la adaptación partidaria (de la que forma su libro Donde hubo fuego: el proceso de adaptación del MLN-T a la legalidad y a la competencia electoral 1985-2004).
Garcé dijo que su estudio discutirá algunos lugares comunes, como la creencia popular de que las directivas del PCU provenían directamente del PC soviético (algo que demuestran las divergencias entre los distintos partidos comunistas de la región), y mencionó la caída del muro de Berlín y la disolución del PCUS como hitos en el proceso de cambio del PCU durante los 90.
Sixties y UJC
También Vania Markarian presentó elementos parciales de un trabajo general más ambicioso. En su caso, el tema de estudio son las relaciones entre la izquierda, la juventud y la contracultura de los años 60, en tanto que en el congreso presentó “Algunas ideas en torno a la participación de los jóvenes comunistas uruguayos en el movimiento estudiantil de 1968”. Markarian recordó que en los 60 el PCU era el mayor grupo de izquierda, tanto electoralmente como en volumen de militancia, pero que también se diferenció de otros grupos de la izquierda por su actitud más abierta ante los fenómenos de cultura de masas y cultura juvenil. La investigadora se pregunta hasta qué punto el movimiento estudiantil del 68 y sus prácticas violentas -que a nivel internacional suscitó discusiones sobre el agente revolucionario- dieron carnadura en el PCU a replanteos sobre las vías a la revolución, buscando palpar el impacto de las prácticas políticas en las actitudes de las dirigencias. Aquí entran en juego la relación del PCU con los grupos que le disputan su poder de convencimiento sobre el estudiantado y la concepción teórica del papel de los estudiantes en el proceso revolucionario.
En la visión de Markarian, 1968 sería -junto a 1959 o 1964, años de la revolución cubana y el golpe de Estado en Brasil- uno de los puntos de quiebre en la historia del PCU. En ese período el partido habría actuado como contenedor de grupos más radicales, mediante un discurso que enfatizaba la no confrontación. Sin embargo, los tres mártires estudiantiles del 68 son afiliados al PCU. Reportes de Arismendi compilados por el Departamento de Estado de Estados Unidos revelan que para el secretario del PCU se había “enviado jóvenes a las barricadas” con reparos, para “demostrar a los estudiantes que los comunistas no se achican frenta a la pelea”, con el alto costo de tres muertes y varios heridos. En esta lógica de disputa interna se puede analizar también la creación de un aparato armado y el apoyo a la misión boliviana del Che como formas de obtener peso relativo en la izquierda.
Para Markarian, el proceso de radicalización de los jóvenes en 1968 habría sido espontáneo y funciona para explicar la radicalización de toda la izquierda, no sólo de sus grupos más extremos. La historiadora volvió a recordar a los mártires del 68 y llamó la atención sobre el hecho de que sólo Líber Arce era un afiliado de larga data a la UJC; Hugo de los Santos y Susana Pintos, muertos en setiembre, se incorporaron a la organización luego de la muerte de Arce, ocurrida en agosto. Para la investigadora, esto indica que la UJC también se había vuelto un medio para canalizar el descontento radical. De manera paralela, el PCU y la UJC habrían sido permeados por la “mística heroica”, opuesta a la “militancia cotidiana” (conceptos empleados por Marisa Silva Schultze) y en la cultura juvenil -revistas, letras de rock, consignas de espectáculos de danza- es posible ver más claramente los puntos de sutura entre ambos tipos de concepción de la lucha.
Los años clandestinos
Álvaro Rico adelantó, con “Principales problemas y desafíos en la reconstrucción de la historia del PCU bajo la dictadura (1973-1985)”, las líneas generales de un estudio multidisciplianario que culminará dentro de un año.
El estudio girará en torno a cinco ejes temáticos. El primero busca relevar la historia del PCU en los años previos a la dictadura para explicar qué tipo de partido era y entender así la clase de represión que se le infligió dados esos antecedentes. Entran en juego su estructura organizativa, el universo de sus afiliados, su inscripción en la legalidad y la elaboración de teorías políticas propias. El investigador brindó algunos avances sobre los análisis de la labor parlamentaria del PCU, que evidencian la conciliación del internacionalismo con la práctica legal y reformista dentro del sistema de partidos. También algunos datos sobre la composición social del PC: tenía 30.000 afiliados, y, estando el análisis completado en una tercera parte, indica que 70% eran hombres, que la franja etaria entre 20 y 39 concentraba a 42% de ellos, que 81% se afilió en la década del 60 y 40% de éstos lo hizo entre 1968 y 1969; 78% residía en Montevideo, principalmente en barrios populares y periféricos.
El segundo eje será el tipo de represión anticomunista ejercida por el régimen. Como dato, Rico mencionó que la operación “limpieza” del PCU se planificó en setiembre de 1973, dos meses antes de su ilegalización. Los datos obtenidos a partir de documentación estatal permiten reconstruir información perdida junto a los archivos partidarios. Los números de las detenciones y cierres de locales son evidencia de una presencia territorial extendida; asimismo, la dificultad de su eliminación por parte de la dictadura se explica por la existencia de entramados sociales fuertes que permitieron reconstruir vínculos sociales y personales. El PCU demostró una capacidad regenerativa importante, dada la continuidad de sus sucesivas direcciones partidarias. Sus bajas oficiales indican 23 despariciones y 35 asesinatos políticos (31 de ellos dentro de prisiones). A diferencia de lo ocurrido con otros grupos de la izquierda, como el PVP, los GAU y el MLN, que fueron reprimidos en la región, la atención de la dictadura sobre el PCU se concentró en el interior del país y tuvo continuidad hasta 1983 (cuando se realizó la última gran redada contra la UJC).
El tercer eje de la investigación dirigida por Rico tendrá como centro la clandestinidad. Habrá un enfoque descriptivo sobre la organización de los cuadros, sobre la relación entre el PCU y la UJC, sobre el funcionamiento cotidiano de la clandestinidad y sobre los vínculos del partido con las organizaciones sociales, con el Frente Amplio y con otros partidos. Asimismo, se realizará una elaboración teórica sobre el concepto de clandestinidad política.
La organización en el exilio será el cuarto eje de la investigación, abarcando los mecanismos de dirección, comunicaciones, viajes y la implantación del partido en el interior del país. El quinto eje serán las elaboraciones teóricas producidas en dictadura, en comparación con las que la precedieron y la sucedieron.
José Gabriel Lagos
Tomado:La diaria.Com
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