Es el atraco perfecto. Con alevosía y reiteración. Primero una quiebra del sistema financiero, víctima de su propio latrocinio, que se salva mediante un rescate astronómico a base de dinero público. |
Ha habido mucho delito en todo lo que ha ocurrido en esta crisis, pero ni un sólo proceso judicial, señal indudable de una grave degeneración del Estado de derecho, cuyo mensaje es: los criminales no pagan. Si es así, la democracia no vale una higa, robar no es delito, la irresponsabilidad se premia. Vale todo. La arruga es bella. Esta impunidad pasará factura, no lo duden.
En toda Europa cobran un nuevo vigor ideologías y actitudes de desprecio del débil y de ridiculización de la solidaridad, la ética y el espíritu recto (“buenismo”), que están directamente emparentadas con las que convirtieron Europa en una cloaca sangrienta hace ochenta años.
En la Unión Europea hay que coordinarse económicamente, es cierto, pero el asunto se utiliza para imponer más austeridad y recorte en nombre de la “competitividad”. El planteamiento está manifiestamente errado, y en especial para los países más débiles de la zona euro a los que la receta asfixia aun más. Y eh aquí que toda una legión de tecnócratas y servidores mediáticos repiten como loritos lo de “hacer los deberes”, “no somos competitivos” porque tenemos demasiados derechos, somos “poco flexibles”, trabajamos poco y nos jubilamos demasiado pronto teniendo en cuenta la “evolución demográfica”… La crisis no es sólo un asunto de bancos, es del sistema, todo él, incluido su aparato de propaganda, disciplinado y mendaz. Alemania, el país que está liderando esta vía a ninguna parte en la Unión Europea es presentada como modelo de virtud y razón por toda esa legión. “Ello crecen porque hicieron los deberes antes”, dicen, sin entender nada. Los propios políticos, presionados por una apisonadora que les priva de toda soberanía, aplauden una política directamente adversa al “interés nacional” de país. Estupidez y masoquismo.
Es el atraco perfecto: con el aplauso de gran parte de las víctimas, mientras otra gran parte duerme el dulce sueño de la telebasura que le brinda el entretenimiento. Hasta los que son conscientes de la situación, se niegan a tomar la palabra. Cuando la necesidad de un enérgico y general rechazo se está haciendo imperativa, ni siquiera tenemos una Plaza Tahrir.
http://blogs.lavanguardia.es/berlin/?p=103
Rafael Poch | La Vanguardia |
Tomado: Kaosenlared.net
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