Grecia. Dibujo: Ombú |
El presente informe, que sigue al entregado en la pasada edición de Brecha, pone en contexto el nuevo "plan de salvataje" y se interesa en particular por la híper caliente interna del Partido Socialista Helénico, el Pasok, una formación política que desde la caída de la dictadura ejerció el gobierno por más de 20 años, dirigido por diversos representantes de la dinastía Papandreou. La crisis del Pasok, bajo cuya última gestión Grecia se convirtió en el primer país de la zona euro en involucrar al fmi en el manejo de su economía, es de las más graves de las ya serias crisis de los partidos socialdemócratas europeos.
"Se salvó Grecia", comentaron los inversores, los políticos, la prensa mainstream, los analistas, tras la maratón nocturna que el martes 21 dio vía libre al préstamo de 130.000 millones de euros (la tercera parte del PBI del país). "Se salvó Grecia", dijeron todos, para enseguida esbozar un guiño y agregar un maléfico "por ahora".
Para Lucas Papadimos, el tecnócrata jefe del gobierno de coalición de los dos mayores partidos –el socialista Pasok y el centroderechista Nueva Democracia–, se trata de "un momento histórico". En definitiva, un aluvión de dinero llega a Grecia y el default se aleja. Sin embargo este dinero arriba con imposiciones, cláusulas, detalles, disposiciones tan caras y exigentes como los viejos "préstamos condicionados" que el fmi impuso desde el final de los años cincuenta a América Latina. Antes que nada, los 130.000 millones jamás pisarán tierras griegas. Llegarán en los próximos tres años bajo la forma de "garantía". Por el momento, nadie pagará un euro. Para los prestamistas se trata de una apuesta que habrá que pagar sólo si materialmente se declarara el default en Grecia, y sólo se comprometen a entregarlo a un llamado "Fondo de Salvataje" de estados.
Alemania es el primer garante de ese dinero, con 30.000 millones. Sumada al primer préstamo de 2009 (110.000 millones de euros) la "ayuda" alemana supera los 50.000. Francia aparece en segundo lugar, con 24.000 millones (43.000 en total). El lobby de los bancos privados aceptó reducir un poquito sus ganancias, un "hair cut", un corte de pelo que le dicen. El Banco Central Europeo y los bancos centrales renunciaron a su vez a unos 10.000 millones en intereses que hubiesen tenido que cobrar. El fmi todavía no decidió cuánto "pagar": promete invertir 13.000 millones, pero la verdad es que acaricia la idea de dejar que los europeos arreglen solos sus propios líos. El ministro de Finanzas alemán Wolfgang Schäuble se mostró muy molesto con la institución multilateral, que había sido involucrada en el manejo de la eurozona por el socialista George Papandreou.
Por supuesto este río de dinero no es un regalo, sino la forma que toma este verdadero golpe de Estado estilo siglo xxi. En este marco, el sistema político griego aparece como un simple monigote, la soberanía nacional –en vez de diluirse en instituciones continentales, como habían soñado los "padres" de la unidad europea en la posguerra– es sustituida por organismos tecnocráticos carentes de cualquier legitimidad democrática, que imponen desde arriba y desde afuera programas políticos, agendas que ya no son nacionales y hasta se arrogan el derecho de dictaminar cuándo y cómo se debe consultar a los ciudadanos en elecciones que cada vez más se parecerán a un simulacro.
Desde el martes 28 la troika fmi-bce-ue operará establemente en Atenas y no sólo visitará periódicamente el país, como había sucedido en los últimos tres años. Jóvenes tecnócratas con máster en la London School of Economics pero que nadie eligió y que jamás pisarán las calles de un barrio de esta capital tendrán poder de vida y muerte sobre jubilados, enfermos que necesitan fármacos, comercios que vieron sus ganancias esfumarse por completo, familias que necesitan pan y techo.
La segunda condición gatillo para la entrega del dinero es que el préstamo se use para el servicio de la deuda. Para un país que ya inició su quinto año consecutivo de recesión es dramático: no se podrá usar un solo euro en reactivar la economía griega. El parlamento helénico está obligado –si no quiere que el conjunto de la "ayuda" caiga– a votar dentro de dos meses una serie de cláusulas de garantía impuestas por los lobbies de banqueros e inversores internacionales. Y tendrá que hacerlo, ya que el parlamento no tiene margen para evitar esta imposición.
Mientras en Atenas las protestas siguen, aunque no logran romper el cerco de la impotencia, en los centros de poder circula un informe de nueve páginas que habla de una catástrofe anunciada: a pesar de los esfuerzos que ya están realizando los griegos, a pesar del empobrecimiento de todo un pueblo otrora relativamente acomodado, las medidas decididas apenas servirán para garantizar el servicio de la deuda. El documento señala que la catastrófica relación actual entre deuda y PBI no se alterará si Grecia no crece. Hoy esa relación es del 160 por ciento (salen 160 euros por cada cien que entran), el plan promete reducirla al 120, pero los autores del informe no ven cómo ello podrá lograrse si no se prevé nada para asegurar la recuperación de la economía griega. Y es que el plan no apunta a mejorar la situación económica general de Grecia y bajar su endeudamiento; sólo garantiza que el país seguirá pagando a sus acreedores. El primer ministro Papadimos sueña con que Grecia vuelva a crecer dentro de dos o tres años. En las calles de Atenas, con sus 60 mil comercios cerrados, también sueñan: con otra Europa. Un sueño, por ahora, imposible.
Gennaro Carotenuto
Tomado: Brecha.com.uy
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