11 oct 2011
Reflexiones acerca del movimiento estudiantil chileno
puede decirse que los movimientos
sociales nuevos son independientes y
soberanos porque usan la ley (aunque no
la compartan), lo que no les impide darse
la organización que ellos quieren.
Octubre de 2011
Las protestas estudiantiles que se desencadenaron en Chile a partir del 14 de junio pasado, que siguen activas y que, probablemente, continuarán estándolo un tiempo más bajo distintas formas y referencias, nos permiten formular una serie de reflexiones. A ellas nos referiremos en las páginas que siguen a continuación.
Persistencia del movimiento en el tiempo
Una de las primeras interrogantes que surgen en relación al movimiento estudiantil de 2011 dice relación con su supervivencia, su persistencia o prolongación en el tiempo, circunstancia que sorprende no a pocos políticos y estudiosos, y maravilla a quienes cifran en ello sus esperanzas por el advenimiento de una sociedad mejor.
Sostengo, fundamentalmente, en esta materia, y a riesgo de parecer un tanto simplista, que la clave de dicha permanencia no es otra sino, precisamente, su carácter de ‘movimiento’, es decir, de agrupación social, de unión de numerosos individuos en torno a un descubrimiento común, una revelación que los afecta a todos, una nueva perspectiva para ellos acerca de la realidad. O, como lo define Francesco Alberoni,
“El movimiento es el proceso histórico que va del estado a la institución y que termina cuando la institución se encuentra por entero consolidada y ha reproducido la cotidianeidad”[1].
Y es que resulta crucial, para estos efectos, definir lo que ha de entenderse por movimiento. Porque a partir de esa definición pueden desprenderse otras consideraciones.
Para abordar estas materias, sin embargo, previo es introducirnos, aunque sea brevemente, en las tesis del investigador italiano.
En efecto, sostiene Francesco Alberoni, uno de los pioneros en el estudio de los movimientos sociales, que en las sociedades donde existe una fuerte división del trabajo ningún individuo puede sobrevivir sin el aporte de los demás, circunstancia que obliga a vivir en comunidad. Al establecerse ese grupo humano en el carácter de estructura social se organiza, al mismo tiempo, un campo de solidaridad que puede ser más o menos intenso según el tipo de organización que adopten sus fuerzas sociales en disputa.
“Observando estos fenómenos heterogéneos, he llegado a la conclusión que el fenómeno más original, más específico que lo caracteriza, es algo que se encuentra en la mente del individuo. Una experiencia, un modo de ver el mundo y de comportarse con los demás que he llamado ‘estado naciente’. Cuando viven esta experiencia tienden los individuos a formar campos de solidaridad increíblemente intensos y exhiben una capacidad de renovación, de riesgo, de proselitismo extraordinariamente más elevada que la empleada en la vida cotidiana. El movimiento se ha puesto en acción en estos núcleos sociales, tal vez pequeñísimos, que se reconocen unos a otros y que, sobretodo, ejercitan una acción de movilización y de guía”[2].
La solidaridad social, entonces, comienza a hacerse manifiesta en forma de efervescencia colectiva. Pero esta manifestación, para poder ser posible, oculta una clave, un secreto, un mecanismo que la guía, al cual se refiere Durkheim con las siguientes palabras:
“Cuando las conciencias individuales, en lugar de separarse unas de otras, entran estrechamente en unión e interactúan activamente unas sobre otras, de esa síntesis emerge una vida psíquica de nuevo tipo. Esta se distingue de aquella que guía al individuo solitario en primer lugar por su particular intensidad: los sentimientos que nacen y se desarrollan en el seno de los grupos tienen una energía a la que no llegan los sentimientos puramente individuales. El hombre que la experimenta tiene la impresión de estar dominado por una fuerza que no reconoce como suya, que lo trasciende, que no domina […]”[3]
Si el ‘movimiento’ es el proceso histórico que va desde el estado naciente a la institución y que termina cuando ésta se consolida y reproduce la cotidianeidad, ‘movimiento’ pasa a ser sinónimo de ‘estado naciente’; y ‘estado naciente’, a la vez, de ‘movimiento’. Pero este hecho no sucede en cualquier momento ni en cualquier lugar. Como lo expresa Alberoni:
“Los grandes movimientos surgen cuando en el sistema social han madurado las condiciones económicas, sociales y políticas que provocan, a un cierto punto, el simultáneo activarse de muchos procesos de estado naciente”[4].
Un grupo humano en estado naciente es un grupo capaz de hacer grandes transformaciones, de provocar cambios espectaculares en el campo de la solidaridad. Y es que dicho estado no es un simple acto intuitivo, una emoción que dura un minuto, una hora, un día. Alberoni lo expresa con las siguientes palabras:
“Es el descubrimiento que la propia vida precedente fue malgastada, que el mundo es distinto a como creíamos y que puede ser cambiado. El estado naciente es abandonar lo conocido y abrazar lo ignoto. Es una muerte y un renacimiento, un cambio irreversible que determina todos los comportamientos sucesivos”[5].
El estado naciente es, pues, un estado que se prolonga en el tiempo porque es un convencimiento de estar obrando en conformidad a lo que se cree o piensa.
Entonces, no por otra causa el movimiento estudiantil chileno ha perdurado y seguirá haciéndolo en el futuro (si es que prosigue); y es porque se encuentra en ‘estado naciente’, porque tiene el convencimiento de estar actuando en la forma debida, porque, en suma, tiene la mística que requiere toda organización humana para realizar sus ideas, para hacerlas posible. Lo que nos lleva a preguntarnos qué es lo que, realmente, quiere.
Las pretensiones del movimiento estudiantil
Es un hecho cierto que el movimiento estudiantil chileno comenzó planteándose problemas de carácter gremial tal como sucede con todo movimiento, en este caso, extensión del carnet escolar, solución al problema del endeudamiento (Chile es uno de los pocos países del mundo en donde el estudiante ?o el padre, la madre o apoderado, en su defecto?debe pagar sus propios estudios para poder acceder a una educación superior), mejoramiento de los locales y establecimientos escolares, en fin. Pero la lucha por determinadas mejoras conduce inexorablemente a la discusión del por qué se producen esos problemas. Una vez determinados aquellos, se hace necesario plantearlos a la autoridad. Pero cuando eso sucede y se reciben solamente excusas y explicaciones que no van al fondo del problema, la decepción estalla. Y es que al tema del endeudamiento se da, como único remedio, la consolidación, que no es sino la prolongación en el tiempo de las cuotas a pagar, con el consabido aumento de los intereses bancarios, pues son los bancos quienes hacen negocio con los jóvenes. Entonces, algo indica que el objetivo de la educación es el negocio, el ‘lucro’, que vastos sectores del comercio se lucran con la educación, que hay ‘sostenedores’ y beneficiarios de los dineros estatales. Y los jóvenes se preguntan ¿por qué ‘sostenedores’? ¿Por qué no una educación gratuita si es el Estado quien está manteniendo a los ‘sostenedores’? Las demandas gremiales cambian, así, de naturaleza. Porque, en verdad, lo que sucede es que hay un sistema educacional construido en función de un modelo económico, de una forma de acumular que requiere extraer dinero de quien sea: lo único que interesa es la existencia de alguien obligado al pago. El sistema educacional comienza a ponerse en tela de juicio y, junto con él, la forma de acumular o modelo económico. Y toda la organización social. En ese momento, el movimiento se transforma y ya no es un movimiento gremial sino político. Los estudiantes se plantean frente al Estado y comienzan a desafiarlo. Hablan de la necesidad y urgencia de cambios. Cuando el Estado subroga a los ‘sostenedores’ enviando servicios policiales en contra de los estudiantes, el movimiento, entonces, deviene por completo en político.
El movimiento estudiantil en la nueva fase
El movimiento estudiantil chileno no surge como algo aislado. Es resultado de los cambios que está produciendo el sistema capitalista mundial (SKM) en su fase de expansión. Los movimientos surgen como una forma de hacer frente a las frecuentes transformaciones que tienen lugar en las distintas zonas del planeta.
En uno de nuestros documentos publicados por este medio en diciembre del año 2008[6], señalábamos nosotros que, a partir de la década de los 90, había ingresado el sistema capitalista mundial (SKM) a una nueva fase dentro de su evolución, a la cual, y a falta de un nombre mejor, quisimos denominar ‘de expansión’.
En el recorrido de esa nueva fase, sostuvimos que tal sistema buscaría expandirse hacia todos lados a fin de abarcar todo el orbe y hacerse planetario, cumpliendo de esa manera su finalidad esencial. No olvidemos que el ‘capital’ es un valor que se valoriza y busca acrecentarse constantemente. Tal es su esencia y finalidad.
Indicábamos, además, que para formular tal afirmación nos parecía suficiente entregar tan sólo una razón cual era la incorporación al proceso productivo de dos extraordinarios y nuevos instrumentos de trabajo, a saber, el ordenador y la red mundial Internet, instrumentos que habían permitido no sólo desarrollar
“[…] formas de comunicación por entero nuevas y más veloces, sino han revolucionado la sociedad hasta alcanzar límites increíbles, alterando el trabajo y su manera de realizarlo. Al revolucionar las formas de comunicación, el ordenador e Internet se han transformado en el motor por excelencia de la propagación del flujo monetario y de la transferencia del dinero hacia y desde los centros neurálgicos del capitalismo mundial. Y han transformado al ser humano. Computadora e Internet han sido, en consecuencia, los factores decisivos en la expansión sin precedentes que ha experimentado la forma de acumular vigente[7]”.
Concluíamos indicando que, a consecuencia de tales transformaciones, una era también de cambios, modificaciones y alteraciones había de hacerse presente en todos los rincones del planeta. Las naciones, de una u otra manera se verían afectadas siendo obligadas a adecuar sus formas de funcionamiento ante los inevitables nuevos requerimientos que impondría el SKM.
Por eso, cuando estallaron las protestas en el mundo árabe, no atribuimos la causa de dicho fenómeno, como lo hicieron otros analistas, a situaciones de extrema miseria, de opresión, al intervencionismo de las naciones occidentales, en fin, sino sostuvimos que aquella radicaba fundamentalmente en la necesidad que tenían las naciones árabes de hacerse funcionales a los nuevos requerimientos del SKM. El todo volvía, una vez más, a decidir el destino de la parte.
Significado de la existencia de una nueva fase
No basta, sin embargo, decir, simplemente, que el SKM ha comenzado a recorrer una nueva fase en su evolución. Es necesario agregar que cuando se habla de la presencia de una nueva fase nos estamos refiriendo, al mismo tiempo, al inicio de una nueva configuración, es decir, de un período en el que la distribución de los elementos que componían el anterior no es la misma pues algunos que parecían importantes han pasado a no serlo y los que parecían no tener valor alguno han adquirido, de súbito, gran relevancia. Dicho de otra manera: la disposición de determinados elementos que permitía el funcionamiento del sistema se han alterado; los que aún no han experimentado cambios deben comenzar a adecuarse, a hacerse funcionales a los que sí lo han hecho para que el sistema funcione con agilidad.
Todo ello no significa que el SKM haya alterado su esencia. En modo alguno. El sistema sigue siendo capitalista pues su motivo central es la producción de capital; para ello requiere de los componentes básicos del capital, es decir, dinero, existencia de comprador y vendedor de fuerza o capacidad de trabajo y producción de plusvalor. Sin embargo, la forma de realizar la percepción de aquel no es la misma, ha variado, se ejecuta de manera diferente. En consecuencia, muchos de los instrumentos que se ocupaban en el recorrido de la fase anterior y parecían útiles, en la nueva pueden no serlo. Más, aún: pueden resultar ser trabas para el funcionamiento del mismo.
Los instrumentos con los cuales cuenta una sociedad son, generalmente, formas de organización, estructuras jurídico-políticas e ideológicas, modelos que se aplican en determinados períodos y corresponden a las necesidades propias de la misma, que son las necesidades del todo. Por eso, una sociedad adopta determinados modos de funcionar en el plano económico, jurídico-político y cultural. Una determinada forma de realizar los negocios exige instituciones que faciliten aquella, un ordenamiento jurídico de esa naturaleza y una forma de comportarse que debe adoptar toda la comunidad. Las leyes y las costumbres no se establecen porque sí. Tras esas formas de regulación jurídica y moral hay toda una historia de acomodos y reformas que les han permitido llegar a ser lo que son hoy. Parlamentos bicamerales dejan, de súbito, serlo para hacerse unicamerales; partidos que funcionaban de determinada manera dejan de existir o se fusionan para dar origen a otro u otros o, simplemente, desaparecen; alianzas que existían dejan de ser útiles y se ensayan otras más eficaces.
Importancia de las relaciones dinerarias
Hemos sostenido que la nueva fase que comienza a recorrer el SKM se caracteriza porque el capital bancario en estrecha alianza con el comercial se ha impuesto sobre el industrial. Nada de ello es casual. Que hoy en día el control hegemónico del bloque en el poder a nivel planetario, regional y local lo detente la alianza bancaria/comercial puede explicar muchas cosas. Incluso, el escandaloso aumento de la corrupción, elemento que se ha mostrado crucial en el desarrollo de las protestas de nuevo tipo (‘indignados’ y estudiantes) que repudian a los políticos.
¿Cómo pudo ser ello posible? La masa de dinero que circula en el planeta tiene su origen en el dinero emitido por las casas estatales (que es el dinero corriente, integrado por billetes y monedas) y el dinero giral (que es el dinero producido por la actividad bancaria). El dinero giral es un dinero creado por el crédito. La incorporación de la computadora e Internet facilitó la transacción dineraria. Un instrumento que había empezado a operar por los años 60 (la tarjeta de crédito) encontró, de súbito, la posibilidad de expandirse sin control de Banco Central alguno. La masa monetaria aumentó en forma exponencial. La creación de bancos por parte de la burguesía comercial elevó más aún el dinero proveniente del crédito; también la multiplicación de los seguros asegurados por otros seguros y la liquidación de tales títulos. El dinero se expandió de manera brutal. La banca ideó cada vez mejores medios para apoderarse de la masa dineraria circulante. La usura pasó a ser la forma natural de vida de un amplio sector de las clases y fracciones de clase dominantes. Quienes no pudieron acumular a través de esos medios lo hicieron a través de la realización de una serie de actos, muchos de los cuales no constituyen delito aunque sí inmoralidades. O amoralidades, en su caso. Tal es lo que sucede con la corrupción. Estado e instituciones se corrompieron; también los jefes de estado y parlamentarios y, naturalmente, gran parte de los partidos políticos y algunas organizaciones sociales. La dicotomía entre ‘izquierda’ y ‘derecha’ ayudó a esta labor. Los representantes ‘izquierdistas’ estaban más interesados en obtener cargos con rentas elevadas que de solucionar los problemas de las grandes mayorías nacionales. Muchos de ellos, a poco de ser elegidos, comenzaron a gobernar para la ‘derecha’ en tanto la gente de ‘derecha’ lo hacía para sí y para dejarles lugar a los ’izquierdistas’ que trabajaban para ella. El desprestigio de la política y de los políticos se hizo presente con la fuerza de un huracán. El escaso interés por participar en las contiendas electorales se ha convertido en un buen índice de este fenómeno.
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Manuel Acuña Asenjo
Tomado: La Onda Digital.com
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