10 oct 2011

Sobre Sabina y los virajes.


Escribo esto porque por algún extraño mecanismo cerebral, quizá en una revisión de “archivos”, llevo unos días tarareando algunas canciones de un tal Sabina. Pero por fin esta mañana he dado con la tonadilla clave, y por eso me he decidido. Tal vez tenga alguna mínima utilidad escribir algo, además de propiedades terapéuticas.

La memoria ha conjugado esos canturreos con el reciente comentario del tipo este pidiendo o deseando, que “un movimiento como el del 15-M se diera en Cuba”. No nos sorprende ya a estas alturas; el cantante hace tiempo que ha asumido el discurso de la derecha. El de “la derecha con la rosa” me refiero, que ya engañase en su día al “Cuervo Ingenuo”. Claro que, en este ejemplo concreto, el ex-rojeras no acierta a ver que un movimiento así es imposible en la Isla Infinita.

En primer lugar porque, aún con toda la importancia que tiene, por supuestísimo el 15-M, éste revela una conciencia incipiente, propia de un espacio casi carente de cultura política; generalizada, se entiende. Esta carencia se aprecia en Europa en general, pero en el país en el que un genocidio, cuarenta años “de paz” y treinta de “amnesia” marcan su situación actual, la cosa es aún más explicable. Por el contrario, Cuba es un territorio libre de analfabetismo, no sólo en términos de lecto-escritura, sino también en sentido político. Allí, tanto la capacidad de interpretación de la realidad como la de razonar en general está un par de kilómetros por encima de lo que está en su “madrastra”. Eso hace que, entre otras cosas, el pueblo cubano tenga claro que el problema no está en la política, sino en su ausencia total; en su secuestro por parte de la “economía” (de la crematística, en realidad)[1] que mantiene en la mayoría de los lugares instituciones totalitarias funcionales a la dictadura del capital, bajo el disfraz de “democracia” y de “estado de derecho”.

En segundo lugar, porque también nos podríamos imaginar al pueblo cubano denunciando su perverso sistema bancario, los desahucios de las y los más pobres, incluso su falta de medios de subsistencia, incluido el alimento, o la privatización de su sistema sanitario o de educación. Y, mientras, a la policía cubana cosiendo a hostias a quien se manifieste. Podríamos imaginarlo y luego proponerle al sionista Spielberg que hiciese uno de sus taquillazos de ciencia ficción.

Y todavía se me ocurre un tercer motivo: además de esa formación política de las y los habitantes de la isla, que algo tendrá que ver con el intento obstinado de construir una sociedad más justa, y por ello, necesariamente más culta y más consciente, sucede que a ellas y ellos, sus políticos, que sí son políticos, pues resulta que sí, que sí, que sí les representan…Y resulta también que éstos no hacen campaña electoral, porque no existe, sino que son propuestos por la gente en vez de presentarse motu propio; que no son profesionales ni cobran nada por su desempeño, o que, las y los 609 que llegan a ser diputadas o diputados en la Asamblea Nacional, además de su labor en las dos veces que ésta sesiona al año, incluyen en su trabajo político cotidiano consultas regulares a la población que les ha propuesto y elegido.[2]
"Intelectuales" "de la ceja"
Uy…que me voy del tema…Por supuesto no le voy a pedir a este, ya impresentable, que se estudie el sistema electoral cubano; tan desconocido, por cierto, y que podría aportar muy útiles reflexiones sobre el nuestro propio y sobre los cambios que pretenden muchas de las gentes del mentado 15-M[3]. Pero tal vez sí sería interesante que, en un acceso de locura, el tipo volviese a escuchar su, como tantas otras, “ingeniosa” letra de “El muro de Berlín”. Porque vendidas y vendidos hay cantidad, sin duda; pero que hubiesen denunciado y cantado la venta de otras u otros tan explícitamente antes de hacerlo él mismo… eso le da un puntito de gracia a la cosa. “Ese mismo que va al club de golf, si lo hubieras visto ayer, dando gritos de “yankee go home”, coreando eslogans de Fidel…” hoy “tiene un adoquín del Muro de Berlín en su despacho…”. Efectivamente, “uno no sabe si reír o llorar”… Lo dicho: sería gracioso si no fuese porque no tiene gracia en absoluto.

Que hoy defienda a los “Teddy Bautista”, como buen mafioso que también es él de su “sociedad de autores”, o que diga que Rubalcaba es “nuestro hombre de izquierdas”, ya nos pilla avisados; que se dedique a descalificar, al más puro estilo de Rosa Montero, el proceso venezolano o que se haya convertido en un impenitente gusano más cercano a Miami que a La Habana, también. Es su visión política, “Ahora”, que es además, un opinólogo situado incluso más a la derecha de lo que pretende estar el diario que le contrata para esa función. Dentro de poco, le ficha El País.

Pertenezco a una generación, que tenemos ahora treintaitantos, que ya hemos conocido algunas de las miserias de la “Transición” (quién sabe si lo que ocurre ahora no es el comienzo de un proceso realmente merecedor de esa denominación…). Que hemos escuchado hasta la saciedad, y casi hasta la desesperanza, los relatos de virajes indignos (como el de la prepotente Mercedes Gallizo, “ex-lideresa” troska de la Liga, al frente hoy de las Instituciones Penitenciarias; por no hablar de los Piqué o Del Castillo, del MC, que era “demasiado revolucionario” para estar en el PC… por poner sólo algunos ejemplos). Incluso, si los “tantosdelostreinta” son suficientes, las y los de mi quinta hemos asistido ya mayorcitos a la caída del Muro…Muchos de los cascotes cayeron sobre las cabezas de algunos o algunas, bastantes, para quién opina que “el fin de las ideologías” se convirtió en su cómoda ficción vital.

Por eso tenemos cierto callo, y también cierto aviso. En primer lugar para andar por la calle mirando un espejo, como el loco, para estar siempre controlando al enemigo; también para no sorprendernos de ciertas cosas. Pero, aún y todo ello, para tener eso suficientemente asumido como para no dejar de luchar en ningún caso, y para buscar los ejemplos donde hay que buscarlos: entre nuestras abuelas y abuelos incombustibles, esa gente a la que, al parecer, los “ardores juveniles” no se les pasan nunca; o entre tantas miles, cientos de miles, millones, que siguen luchando, en condiciones que sólo podemos imaginar sufrir, como nuestras compañeras y compañeros resistentes en Colombia, que bajo la amenaza de muerte no abandonan ni se venden. Es decir, a buscar en el sitio adecuado, y no entre el batallón de los y las descreidas y desencantados, que lo son, entre otras cosas, porque dentro de este manicomio, criminal y a la vez suicida, les va medianamente bien; lo que, por supuesto, incluye cosas como comer todos los días o que no les bombardeen su casa de madrugada. En definitiva: a todo lo que nos obliga a no buscar coartada. A no parecernos a los Sabinas.

Así que, fanático que es uno, ahora no me apetece nada escuchar esas canciones que han acompañado la juventud de muchas y muchos, entre los que me incluyo; ni siquiera ese “Viceversa” que tanto nos hizo vibrar hace años…Resulta que se me revuelve algo en las entrañas.

Parece ser que algunas y algunos acaban de rendir homenaje a Sabina desde La Habana, aunque quizá no sea todo paradoja o ingenuidad…En cualquier caso, qué sintomático es que entre las personas homenajeadoras no esté uno calvito, que a diferencia de otros, sigue firme en sus principios. “Ahora”, pues, me voy a escuchar al “necio”, a ver si se me calma el hígado y se me reconforta el “centro de la ideología”. Ese que tiene una parte importante en la cabeza, pero cuyo núcleo no puede estar más que en el corazón.

Pablo Lafargue


[1] Hablamos normalmente, por engaño, de “economía” sin serlo: no se trata de las normas para la gestión de los recursos para la supervivencia y bienestar del grupo (de “la casa”, “oikón”) sino, bajo condiciones capitalistas de producción, de búsqueda de enriquecimiento, de puro beneficio; crematística, pues.


[2] En Cuba hay algo más de 11 millones de habitantes; un sencillo cálculo nos revela que la representatividad sería 7 veces superior a la del parlamento español. Sería porque no es. En realidad aquí no hay 350 voces sino sólo una por cada partido político, así que la representatividad sería cientos de veces mayor. Pero tampoco así, claro, porque allí la política decide, y aquí obedece o, en todo caso, maquilla. La diferencia, pues, tiende al infinito.


[3] Eso a pesar de que Cuba tiene esencialmente más de ejemplo que de modelo a imitar, entre otras cosas porque la Revolución Cubana es irrepetible, en todos los aspectos posibles del término.

Tomado: La República:se

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