El 3 de mayo se conmemoró el Día Mundial de la Libertad de Prensa. El artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos dice: "Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y de recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión."
Al igual que otros derechos, no menos esenciales, cabe preguntarse a qué han quedado reducidos en estos tiempos de globalización.
Hoy en día, con los nuevos y poderosos medios de información que a diario nos bombardean, nos vemos envueltos en una telaraña que no nos permite, muchas veces, elaborar lo recibido y poder así distinguir entre información y desinformación.
Los grandes medios de prensa, tanto a nivel nacional como internacional, están cada vez más concentrados en pocas manos o en grandes consorcios. Hasta qué grado y al servicio de qué intereses, todo ese caudal de información, que en general nos llega desvirtuado y manipulado, forma nuestra opinion?? Si tomamos como ejemplo las noticias sobre las guerras, las fuerzas militares de ocupación son fuerzas de paz y como bien dice Eduardo Galeano, las víctimas de la población civil, son “daños colaterales”. Si en cambio tomamos la miseria y el hambre, atribuyen su causa a factores climáticos o de corrupción e ineficacia para producir alimentos y autoabastecerse.
Además, esta “desinformación” global no llega a todos. La lucha por democratizar los medios de información y comunicación, así como las tecnologías que les dan soporte, es inseparable de una cuestión: quiénes controlan su propiedad y uso. A partir de esta base es posible comprender mejor, en este campo, la abismal asimetría entre países ricos y pobres y aún dentro de los primeros, hay decenas de millones que no tienen acceso a las nuevas tecnologías. Al mismo tiempo, se crea una prensa (a través de la cual se evaden millones de personas), que sólo nos permite informarnos de vidas llenas de glamour, de los avatares amorosos y sociales de los “ricos y famosos” y que nos atosiga con los llamados “reality shows”. Es lo que se conoce como prensa rosa, que genera ganancias millonarias, vendiéndonos una realidad totalmente alejada de la de la gente de a pie y vacia de contenido.
Pero debemos rescatar dentro de esta jungla, a los periodistas comprometidos, que hoy trabajan tanto en el exterior como aquí, sin seguridad social y cuyos ingresos dependen de la demanda de sus materiales. Son periodistas independientes (freelance), que nos permiten, aún a riesgo de sus vidas, recibir una información honesta, objetiva y comprometida. Periodistas que utilizan todos los espacios que crean las leyes de libre información, para acercarnos a la realidad nacional e internacional. Son los que desafían al poder ecónomico de la “industria de la información” creando conciencia, y que no se venden al poder de estas transnacionales.
Ignacio Ramonet, conocido periodista, director de Le Monde Diplomatique, ha manifestado: “A la hora de la globalización los principales poderes son el poder económico y el poder mediático. El poder político llega en tercer lugar. Y el poder económico cuando se alía al poder mediático constituye una enorme palanca capaz de hacer temblar a cualquier poder político”. El desarrollo tecnológico y la impregnación de la sociedad por la ‘tiranía de los medios’ desvirtúa el escenario de la cultura democrática, al tiempo que reduce, por una sobreabundancia de los flujos informativos dirigidos, la creatividad social y la respuesta política. Los medios, las 'golosinas mediáticas', se convierten en un instrumento de la 'nueva alienación', cuya presión ideológica sobre el tiempo social reduce sensiblemente la capacidad crítica de los ciudadanos”.
De esta realidad no escapa Suecia. Aquí la concentración de los medios de información está en manos de Bonnier y Stampen Ab. Por otra parte, los medios estatales han reducido su presupuesto, obligando a programas como Kaliber o Konflikt, de la radio P1, a autofinanciarse para seguir emitiéndolos. Estos recortes económicos imposibilitan a los grupos étnicos o políticos minoritarios, el acceso o apoyo ecónomico para poder expresarse, a través de los medios alternativos.
Debemos mencionar además otro tema grave, la censura a los medios de comunicación y/o información y lo que es aún más grave, la autocensura, producto del miedo. En Suecia y otros países de Europa, se han censurado a través de varios proveedores de internet, a la Agencia Boliviana de Información y a la revista digital española Rebelión. Según Telia esta desición fue tomada unilateralmente por la empresa norteamericana Cognet, que es quien administra el acceso a varios servidores. Los usuarios de internet preocupados por lo que parecía una falla del servidor, recibieron como respuesta que Cognet había censurado, sin razones, el acceso a determinadas páginas de España y América Latina, con escasas posibilidades de que dicha censura sea levantada. En un momento político crítico para Bolivia, con amenaza de golpe de estado incluida, esta es una medida grave y viola el derecho a difundir y recibir información.
Recordemos las palabras de Goebbels, ministro de propaganda de Hitler: Una mentira repetida cien veces se convierte en verdad. O las de Harold Pinter, premio Nobel de Literatura: El lenguaje se usa hoy en día para mantener controlado al pensamiento.
Rescatemos a esos Periodistas que dignamente defienden el Derecho a una información libre y objetiva y que en este 2008 están representados en la periodista Lydia Cacho Ribeiro que fue premiada por su trabajo contra la corrupción política, el crimen organizado y la violencia doméstica.
Toda la sociedad paga un precio cuando se mata a periodistas con impunidad y cuando la censura y el miedo ahogan la expresión. Esta libertad siempre es frágil y nunca se la puede considerar definitivamente afianzada, siendo vital para el desarrollo de nuestra sociedad, que la información que nos llega, esté regida por los principios de libertad, veracidad e independencia.
Gloria
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