Humor gráfico: Martirena
El mundo se sacude en una crisis económica sobre la cual, a estas alturas, ya se ha discutido mucho. Nadie quiere mencionar, mucho menos EE.UU., la fatídica fecha de 1929, antesala de la Segunda Guerra mundial.
Algunos analistas hablan de la caída de la política imperialista. El desplome de Wall Street es comparable, en la esfera financiera, a lo que representó en el ámbito geopolítico, la caída del muro de Berlín. Un cambio de mundo y un giro copernicano. Así lo afirma Paul Samuelson, premio Nobel de Economía: "Esta debacle es para el capitalismo lo que la caída de la URSS fue para el comunismo".
Se termina el período abierto en 1981 con la fórmula de Ronald Reagan: "El Estado no es la solución, es el problema". Durante treinta años, los fundamentalistas del mercado repitieron que éste siempre tenía razón, que la globalización era sinónimo de felicidad, y que el capitalismo financiero edificaba el paraíso terrenal para todos.
La crisis actual alcanza la inimaginable suma de 250 billones de euros; vale decir que equivale a la riqueza mundial (la real, que no la de papel) multiplicada por seis.
De golpe, esa gigantesca "burbuja" que encubría la crisis ha reventado y hay algo que es innegable: el mundo entero está sumergido en un colapso general.
Entonces, cuando se trata de salvar a este sistema económico que ha empapelado y plastificado al mundo con una moneda sin respaldo, prácticamente se exige la intervención del Estado. Ese mismo Estado burgués que no servía a los intereses imperialistas, para aplicar una política de libre mercado, hoy se convierte en “el gran salvador”.
Lamentablemente todos conocemos y sufrimos las consecuencias de la política de libre mercado que hoy hace reaccionar, incluso en EE.UU., a amplios sectores sociales y sindicales.
Esta recesión trae como consecuencia la subida de los precios, la baja del consumo, el desempleo masivo y la falta de moneda circulante y sus consecuencias más graves recaen, como siempre, sobre los sectores menos privilegiados; vale decir, los sectores mayoritarios.
Pero observemos algo interesante dentro de todo este alboroto. Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía en el 2001, crítico del neoliberalismo y del papel de organismos multilaterales como el FMI y el Banco Mundial, afirma: “Mientras Bush sea presidente, no se hará lo que hay que hacer. Estados Unidos sólo evitará la recesión con políticas públicas que favorezcan los programas sociales y la reactivación económica. Aumentando los impuestos de los ricos, si es necesario.” Señala además: “Necesitamos más reglamentación y no lo contrario, para controlar la economía.”
Hasta ahora, el gran capital transnacional no ha hablado de otra cosa que de la “liberalización del mercado”. Ahora bien, cuando necesitan insuflar 700.000 millones de dólares, es el Estado, el mismo al que le han ido disminuyendo su rol, quien asume esa responsabilidad. Como Suecia no es una excepción en esta crisis “global“, su Banco Central, que fue desnacionalizado cuando la crisis del 90, es quien debe “inyectar” 60.000 millones para sacar las castañas del fuego. Y se le sumarán más millones después del 27 de octubre. Hablamos del erario público, el que engorda la población, con la cual no se comparten los frutos en tiempos de bonanza.
Los distintos gobiernos descuartizaron precisamente eso de lo que habla Stiglitz: la necesidad de un estado regulador, en el que el sector público debe tener un rol fundamental e intransferible, con personal idóneo y bien remunerado, que asegure la educación, salud, atención de ancianos, deportes, cultura, etc. Agravaron la situación, aún más, cuando eliminaron la ley llamada Stopplagen, que impedía la venta de los servicios de salud pública y las viviendas comunales, dando paso a la especulación y a una ola de desempleo. Quizás la mas grave sea la de esta semana en la Volvo. Miles de trabajadores perdieron sus trabajos, afectando también a los de pequeñas empresas contratadas por Volvo, alcanzando a un total de unos 10000 operarios. Varios de ellos, ante la imposibilidad de pagar sus hipotecas, dejaron en el banco la llave de sus casas.
Mientras la crisis se devora al sistema financiero imperial, los bancos privados que conforman la red de bancos centrales de Europa y EEUU realizan un festín de negocios con los créditos y el rescate de las entidades quebradas, en operaciones garantizadas por el Estado.
Por eso estas reuniones urgentes del grupo de los 7 y de los 20; para resolver una política similar de garantías a los ahorristas, para que no retiren el dinero en efectivo y que los dineros del estado paguen el precio de los platos rotos. Para traducirlo al castellano, pagar con el dinero de los contribuyentes, el suyo y el mío. Vale decir que, por un lado el sistema se cae y por otro se recicla, en “nuevos ciclos de rentabilidad capitalista”.
La mayoría de nosotros no podemos predecir si esta es la caída del sistema, pero sí que es un duro golpe que marca un cambio en la sociedad. El grave impacto social, consecuencia directa de la crisis del sistema, marcará el nuevo rumbo de la lucha reinvindicativa de los pueblos.
El pueblo sueco tendrá que sacudirse la pasividad que lo caracteriza, y despertar su adormecida conciencia de clase.
Para el sistema capitalista, una crisis financiera es controlable; pero lo que desde sus comienzos le quita el sueño y lo seguirá haciendo es, sin lugar a dudas, la lucha de clases.
Así las cosas, es hora que despertemos nosotros y que el sistema sufra el insomnio.
Gloria
1 comentarios:
¡Hola!
Primeramente, me gustaría presentarme, soy un estudiante de preparatoria, en la rama de las ciencias sociales, y en mi búsqueda por tratar de entender "la moda" de la crisis, me he topado con tu blog. Disculpen la confianza, pero es que su manera de escribir, me pareció maravillosa, el símil implícito en las palabras genera un sentimiento de empatía instantáneo.
Es tan irónico, que se vea al estado como un salvador, cuando el mismo capitalismo y sus políticas neoliberales, limita su campo de acción, siendo realistas, es imposible que absorba todas las deudas generadas por la "acción de los libres mercados", me recuerda tanto al fenómeno del FOBAPROA, generado en México.
Sé que la entrada del blog es muy antigüa y desconozco si tengan alguna forma de notificar los comentarios, sólo espero que continuen escribiendo. Estaré revisando el blog esporádicamente, para ver con que temás me encuentro, con la esperanza de cultivarme y unirme a su fila de lectores.
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