28 mar 2010
Un pacto de desarme histórico
Rusia y EE.UU. van a recortar drásticamente sus arsenales nucleares. Sólo tendrán 1550 cabezas nucleares y 800 misiles portadores, un cuarto de los que cada país tiene ahora. Inspecciones de cumplimiento e información.
Estados Unidos y Rusia sellaron ayer un acuerdo de desarme nuclear que los obligará a reducir en un 30 por ciento sus arsenales en la próxima década. Barack Obama y Dimitri Medvedev terminaron de afinar los detalles durante una conversación telefónica y luego hicieron cada uno su anuncio en la Casa Blanca y el Kremlin. El 8 de abril los mandatarios de las dos mayores potencias nucleares del mundo pondrán su firma al pie del texto del histórico pacto y sentarán un precedente para la próxima Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación de armas nucleares en la sede de la ONU en Nueva York en mayo. Una vez que cumplan esa ceremonia, los Congresos de los dos países deberán refrendar el texto. En Washington, el jefe de los republicanos en el Senado prometió que no pondrán obstáculos.
El pacto sustituye al Start, el acuerdo firmado en 1991 entre Estados Unidos y la ex Unión Soviética y que rigió hasta diciembre pasado. Según ese texto, los dos rivales de la Guerra Fría aceptaban reducir su arsenal de 10 mil a seis mil cabezas nucleares cada uno. Once años más tarde, el Tratado de Moscú sobre Reducciones Estratégicas Ofensivas estableció un nuevo recorte. Esta vez no ponían un piso a alcanzar, sino un techo: podían destruir hasta 2200 cabezas. El resultado fue que dos décadas después del fin de la Guerra Fría, Washington posee 5576 cabezas nucleares y 1198 portadores, mientras Rusia dispone de unas 3909 cabezas y 814 portadores, según informó ayer la agencia oficial rusa RIA-Novosti.
El nuevo acuerdo ahora limitará a 1550 el número de cabezas nucleares en cada país en un plazo de siete años, lo que supone una reducción del 74 por ciento con respecto al acuerdo que expiró en diciembre pasado y del 30 por ciento frente al Tratado de Moscú de 2002. Además, establece que cada nación no podrá tener más de 800 portadores estratégicos desplegados y no desplegados, tanto misiles balísticos intercontinentales con base terrestre como en submarinos y en bombarderos pesados. Por último, los dos Estados se comprometerán a un estricto y periódico régimen de verificación.
“Este es un acuerdo histórico”, celebró Obama en una conferencia de prensa junto a su secretaria de Estado, Hillary Clinton, y su secretario de Defensa, Robert Gates. Aunque los dos gobiernos salieron a reivindicar el cierre del pacto como una victoria nacional, para Obama la noticia representaba la culminación de una promesa de campaña y de su recordado discurso en Praga a principios de 2009, cuando se comprometió a luchar por un mundo sin armas nucleares. El primer paso, había adelantado, era alcanzar un nuevo acuerdo con Rusia, la segunda potencia nuclear en el globo, después de Estados Unidos.
“Con este acuerdo, Estados Unidos y Rusia también envían una señal clara de que intentamos ser líderes en este tema. Al cumplir nuestros propios compromisos bajo el Tratado de No Proliferación, fortalecemos nuestros esfuerzos globales para detener la propagación de estas armas y asegurar que otros países asuman sus responsabilidades”, explicó el mandatario norteamericano. Minutos después lo felicitaban desde Londres y la sede de Naciones Unidas. “Aliento a otros países con armas nucleares a seguir ese ejemplo”, instó el secretario general de la organización, Ban Ki-moon.
Pero el cierre del acuerdo de de-sarme no eliminó las tensiones entre los dos antiguos enemigos de la Guerra Fría. Ayer, tanto el gobierno norteamericano como el ruso se apuraron a aclararlo. El primero advirtió que la reducción de su arsenal nuclear en nada afecta sus planes de instalar un escudo antimisiles en Europa Central y Oriental, un proyecto que irrita y pone a la defensiva al Kremlin desde hace tres años. Después de que los acuerdos con Polonia y República Checa para ser parte de ese escudo estadounidense se cayeran, en febrero pasado Rumania aprobó un plan para instalar en su territorio interceptores terrestres, que serán parte del futuro sistema norteamericano.
Al mismo tiempo, Moscú no se quedó atrás y advirtió que el nuevo acuerdo de desarme nuclear funcionará siempre y cuando no cambie la actual relación de fuerzas, ofensivas y defensivas, entre las dos potencias. “El tratado se ha sellado en condiciones en las que cada parte tiene determinados niveles de sistemas estratégicos defensivos. Un cambio de estos niveles reserva a cada parte el derecho a decidir si sigue participando en el proceso de reducción de los armamentos ofensivos”, explicó el canciller ruso, Serguei Lavrov.
Hace unas semanas, cuando se reunió en Moscú con Clinton, Lavrov había sido aún más claro. Estados Unidos y Rusia ya no son enemigos –había señalado y aclarado–, pero tampoco son amigos.
Tomado de Página 12
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