8 jun 2009
Coco, de la rebeldía a la leyenda de Chanel
El cine es el mito integrado en una fábula. No es la industria del sueño, es la fábrica de mitos…a menudo me han reprochado ser un imitador, carecer de originalidad. ¿Imitador? ¿Quién no lo es? ¿Qué escritor, qué dramaturgo puede tener la audacia de afirmar que es un creador absoluto, que lo que escribe y lo que hace no hunde sus raíces en lo que ha leído, en lo que ha visto?…mi originalidad reside en mi manera de ver las cosas. Palabras de Sergio Leone, que convenientemente recordaré más tarde.
Siempre me ha fascinado la marca Chanel, tanto en sus perfumes como en su tan particular diseño de moda. Porque si todas las marcas sustentan un estilo propio, ésta en mayor medida. Y es que sus cortes rectos, puntillas, chaqueta bouclé mitificada por Jackie Onassis, cadenas, botones, mil collares, el tweed, el acolchado, el estilo marinero, y repito, su chaqueta! son símbolos. Trapos con un toque de genio. Genio en ambos sentidos, mal genio y genialidad, era lo que definía a Gabrielle Bonheur, mundialmente conocida como Coco Chanel, cuyo verdadero y curioso apellido no le hacía honor ¿o si? Quién sabe, quizá Coco/Gabrielle llegó a conseguir el bonheur a través de su independencia, su ambición y libertad, especialmente difícil en una época y situación social, humilde origen, que la marcarían con la dureza del diamante en bruto, estilizándola, con el tiempo e ingenio, en uno de los más refinados.
Decía Francis Scott Fitzgerald a través de sus personajes que no se puede ser libre y pobre a la vez, y que, puestos a elegir, prefería lo primero. Nítidamente desde su juventud, en el oeste de Francia, en tierras del Loira, Coco eligió con la observación que proporciona una penetrante y sombría mirada, tan bien escenificada por una “Amélie” hecha mujer, en una contextura llena de sutilezas, tenuidad y perspicacia, en la cual Audrey Tautou brilla con todo el esplendor de la Coco pre-leyenda. Es el hermoso film de Anne Fontaine, Coco avant Chanel, (Coco, de la rebeldía a la leyenda de Chanel).
Si bien han achacado algunos críticos la excesiva exposición de Tautou a los rayos de los focos, no es menos comprensible, pues tenemos entre manos el biopic de un personaje mítico que marcó la moda del siglo XX, - aún hoy a pesar de las transformaciones y adaptaciones de la marca al nuevo siglo, sigue habiendo un vívido toque Coco en su legado conducido por Karl Lagerfeld- . Un icono que brilló, en algunos casos, por sus frases lapidarias, “la moda pronto pasa de moda”, y especialmente por el fichaje de sus peculiares amantes, todos ellos con poder, dinero y estatus. No está mal para una chiquilla abandonada por su padre en un orfanato, del que salió para hacer de modistilla, cantante mediocre de cabaret y probablemente, y a pesar de la cara amable que Fontaine le imprime a Coco, de la rebeldía a la leyenda de Chanel, tuvo que hacer alguna que otro faena de meretriz, y agarrarse a la cuerda de las triviales y fútiles gentes de dinero.
Es aquí donde quiero volver a la cita de Sergio Leone, puesto que la guionista, actriz y realizadora Luxemburguesa cumple bien con la premisa del sueño del cine, mitifica utilizando la realidad, y mira al mito a su manera, un tanto endulzada en un romanticismo almibarado que parece mostrar el pasado que gustaba barnizar a la verdadera Coco. Sin embargo, yo descubro muchos hachazos reivindicativos en los silencios, miradas circulares, pensamientos analíticos proyectados desde la joven Coco, cierta actitud y mucha valentía (hacía falta agallas para enfrentarse al corsé y el pelo interminable del cambio de siglo anterior, metáforas de la opresión estética que inmovilizaba a las mujeres). Ráfagas que tan bien ha redirigido Fontaine en Tautou. Pero, el desequilibrio es evidente, desde el punto de vista de los que estamos más interesados en su proyección profesional, porque la realizadora se centra demasiado en el aura sentimental, en lugar de focalizar los procesos, descubrimientos, imaginaciones que poco a poco le llevaron a esta intrépida mujer a insertarse en el mundo de la moda y la empresa, a ser ella misma un modelo a imitar, una pionera. Hubiera requerido de una evolución más lenta en mostrar la minuciosidad de su camino y llegada a la fase (final en la película) de su primer y exitoso desfile, con un estilo ya muy definido. Hay un puente elíptico, importante para entender su carrera que pasa directamente de la muerte del que fuera, tal vez, su primer amor, hasta su puesta en escena como marca Chanel. Esto redefine el producto como una cinta sentimental que la convierte en más convencional de lo que debería haber sido. Cierto es que sus cuitas sentimentales fueran determinantes para su posterior actitud profesional, en las que los dos primeros amantes, tanto el magníficamente delineado Étienne Balsan (Benoît Poelvoorde), como el más vulgar “querido” Arthur Boy Capel (Alessandro Nivola), le encaminaron a concretarse, después de los cuales vendrían muchos más amantes, más poderosos y llamativos.
La puerta está abierta para una secuela, en la que hay cosas muy jugosas que explotar, la creación y elección de sus perfumes y marca (esas dos C entrelazadas), la puesta en marcha de su emporio, la caída del mismo con la Segunda Guerra Mundial, sus polémicos amoríos, como el de la Francia ocupada, su relación con Hollywood, con la aristocracia europea, pero sobre todo su constante trabajo y su clarividencia sobre lo volátil del vivir y del éxito. Nada como el mundo de la moda para ser consciente de ello. No está mal para un miserable comienzo que acabó en los apartamentos del Ritz con mirada a la plaza Vendome.
Blanca Vázquez
Tomado de La República Cultural
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