5 sept 2010
Corrupciones
La Casa Blanca se queja de la corrupción imperante en el gobierno del presidente Hamid Karzai. Tiene razón: del aeropuerto de Kabul salen cada semana –varias veces– valijas cargadas de dólares en efectivo que altos funcionarios afganos envían al exterior. A sus cuentas, naturalmente. Un solo viaje a Dubai llevó 52 millones de unidades verdes (www.npr.org, 1/2/10). La mayoría de esos dineros proviene de la impune apropiación de tierras públicas y privadas y, sobre todo, del comercio del opio. Desde el derrocamiento de los talibán en el 2001, Afganistán se ha convertido en el mayor productor mundial del estupefaciente.
Un muy destacado confiscador de tierras es el hermano del presidente, Ahmed Wali Karzai, que preside el consejo provincial de la provincia sureña de Kandahar y no se limita a esa sola actividad: también les incauta el agua a las grupos tribales del lugar, lava dinero y –se dice– permite el paso de grandes cargamentos de opio mediante la adecuada y jugosa comisión (www.nytimes.com, 30/3/10). Su hermano lo defiende contra todas las presiones. La familia es la familia.
No es el único, claro. Según el New York Times (26/8/10), al ex gobernador de la provincia de Helmand Sher Mohammed Akhunzada le encontraron nueve toneladas de opio y heroína en terrenos de su propiedad. No fue penalizado, que se sepa. Tal vez porque figuraría en la larga lista de pagos que la CIA abona en Afganistán. Incluye, entre otros, al hermano de Hamid. El diario neoyorquino señala que funcionarios afganos y estadounidenses informaron que el miembro prominente del Consejo Nacional de Seguridad de Afganistán Mohammed Zia Salehi recibe hace muchos años un sueldo de la CIA.
Salehi no es un personaje menor: funciona como asesor personal del presidente y fue arrestado en julio pasado por su involucramiento en la transferencia al exterior de miles de millones de dólares. “Todo lo que hace es por instrucciones directas del presidente, no hay intermediarios”, subrayó Harron Mir, director del Centro Afgano de Investigación y Estudios Políticos. La detención de Salehi duró muy poco: Karzai ordenó su libertad (www.rawa.org, 27/8/10). Se podrían multiplicar ejemplos como el que dio el ex ministro de Minas Mohammad Ibrahim Adel: aceptó un soborno de 30 millones de dólares para adjudicar a China la concesión de la muy lucrativa mina de cobre Aynak. Renunció al cargo, pero no pasó un solo día entre rejas (www.washingtonpost.com, 18/11/09). Los amigos son los amigos.
Perogrullo dijo que donde hay un corrupto hay un corruptor. Los más importantes son las corporaciones que proporcionan, entre otras cosas, los “soldados de fortuna” alquilados para “reconstruir” a Irak y Afganistán, y que además sustituyen a las fuerzas estadounidenses en no pocas tareas. Son unos 180 mil mercenarios, una cifra que supera al número de tropas que los ocupantes de EE.UU. jamás tuvieron. El gigante de la construcción KBR Inc. obtuvo contratos del Pentágono por valor de 16 mil millones de dólares solamente en el período 2004/2006 (//projects.publicintegrity.org. 2008). Le siguieron monopolios como DynCorp International, Boeing y tantos más. La guerra es la guerra.
Las acciones de los contratistas son diversas. La Blackwater emplea mercenarios que no vacilan en matar a civiles afganos a voluntad. Y no sólo: Erik Prince, su fundador, ha sido acusado de participar en el programa de ejecuciones extralegales de la CIA. Al parecer, Prince ha llevado una doble vida durante años: a la luz diurna, presidente ejecutivo de Blackwater; en las sombras del secreto, diseñador, financista y ejecutor para la CIA de operaciones que van desde infiltrar personal en zonas de difícil acceso para los servicios estadounidenses hasta preparar grupos que asesinan a sospechosos de ser dirigentes de la insurgencia o miembros de Al Qaida (www.vanityfair.com, enero de 2010). No extraña que el gobierno de EE.UU. haya acordado a su empresa contratos por valor de 1500 millones de dólares entre el 2001 y el 2009.
La Blackwater no se ha detenido ahí. Robó centenares de armas, más de 500 rifles de asalto AK-47 incluidos, que tomó de un depósito estadounidense en Afganistán para armar a sus guardias sin el permiso del comando central de ocupación. En mayo de 2009, cuatro de ellos ametrallaron a un coche que transportaba a civiles afganos, menos de dos años después de que otros colegas mataran a diecisiete civiles en Bagdad (//washingtonindependent.com, 23/2/10).
No todos los contratistas son tan duros. Un estudio del Fondo de Investigación del Huffington Post reveló que ciertas compañías organizan fiestas y acercan prostitutas a funcionarios y militares estadounidenses en la Zona Verde de Bagdad para lograr contratos ventajosos (//huffpostfund.org, 23/8/10). No todas las formas de la corrupción se tapizan con dinero.
Juan Gelman
Tomado: Página 12
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