1. El gobierno ha perdido la batalla de las ideas.
El gobierno no ha llegado a convencer. El desacuerdo principal atañe el corazón mismo de su reforma : el aplazamiento de la edad legal de jubilación a los 62 años y hasta los 67 para una pensión plena. Esta opinión viene acompañada por un fuerte apoyo al movimiento social, hasta un 71% de opiniones favorables. La última encuesta BVA, realizada el 20 y 21 de octubre, habla de “un apoyo todavía masivo”, del 69%. “La Francia en edad de trabajar se muestra favorable al movimiento social en todas sus dimensiones (74%). Los jóvenes lo apoyan de forma aplastante (73%)”, analiza Gaël Sliman, director adjunto del instituto de opinión. Ayer, una encuesta Ifop para Ouest-France, mostraba que la continuación de la movilización está justificada para el 63% incluso después de la aprobación de dicha ley por el Senado.
2. Un sentimiento de injusticia que se desborda.
Los asalariados han hecho las cuentas rápidamente : el incremento brutal de la edad de jubilación a 62 y 67 años es una apuesta perdedora en cualquier caso. Además la reforma penaliza a los que comenzaron a trabajar jóvenes o a los que suspendieron sus carreras, o sea a los más frágiles. Mientras el gobierno ha encontrado billones de euros para salvar a los bancos durante la crisis, hace pesar la carga del 80% de financiamiento de su reforma de pensiones sobre los asalariados. La contestación social se afianza en este sentimiento de injusticia y se añade a una toma de consciencia de que sí hay dinero. “La guita está en L’Oréal” forma parte de los eslóganes favoritos en las manifestaciones. Un cerrojo ha saltado.
3. Asalariados que hablan de las condiciones y del sentido del trabajo…
“Ganas de reposar antes de palmar”, este eslogan coreado en las manifestaciones resume la cuestión : detrás del rechazo a trabajar más allá de los 60 años los trabajadores cuestionan el sentido del trabajo. La carrera por la rentabilidad y el dogma del “corto plazo” han desarrollado nuevas penalidades, físicas y morales. La semana laboral de 35 horas ha llevado a espacios de libertad pero muchas veces ha sido necesario hacer la misma tarea en menos tiempo. Nicolás Sarkozy no ha cesado de fustigar este “error”, pero olvida precisar que Francia mantiene una de las tasas de productividad horaria más altas del mundo. Sin contar con que, desde hace 20 años, la flexibilización de los horarios, la explosión de la precariedad, los tiempos parciales impuestos, se van comiendo poco a poco el dominio del “tiempo para uno mismo”. En este marco, la jubilación significa para muchos un espacio de libertad desligado de la relación salarial, un tiempo donde uno puede hacer lo que antes no pudo.
4. Las mujeres y la jubilación, ¡todo un símbolo !
A menudo invisibles, ahí están en primera fila. La reforma de las pensiones se revela como particularmente regresiva para las mujeres. Esta es sin duda una de las razones que hace de las desigualdades hombre/mujer un punto de crispación contra el texto gubernamental. Hoy en día, menos de la mitad de las mujeres validan una carrera completa a los 65 años. Para no sufrir la “rebaja” de su pensión, muchas no tendrán otra alternativa que continuar hasta los 67 años, mucho más allá de la esperanza de vida con buena salud, calculada para ellas en los 64 años. La reforma las penaliza en primer lugar, ellas que ocupan el 83% de los empleos a tiempo parcial. Peor todavía, esto se añade a reformas precedentes (1993 y 2003) que ya ampliaron la diferencia en las pensiones (826 euros de promedio para ellas contra 1 455 euros para los hombres). En este sentido, el derecho a la jubilación muestra que mantener el statu quo para las mujeres acarrearía un ahondamiento de las desigualdades de género. Abordar la cuestión a partir de estas lleva inevitablemente a la necesidad de “otra reforma de las pensiones”.
5. Un movimiento de solidaridad intergeneracional.
Después del contrato de inserción profesional (CIP) del que Edouard Balladour debió dar marcha atrás en 1993, hasta el contrato de primer empleo de Dominique de Villepin en 2006, que también éste tuvo que aparcar, los jóvenes se movilizan por los temas que tocan su futuro inmediato, en términos de estudios (reforma escolar) o de inserción profesional. Por primera vez los estudiantes han entrado al movimiento trayendo la idea del reparto del trabajo entre las generaciones. La unión con los trabajadores muestra una gran ansiedad acerca de su porvenir profesional. Mientras el desempleo alcanza al 25% de los jóvenes y la edad del primero empleo estable está alrededor de los 28 años, el aplazamiento de la edad de jubilación “bloquea” los puestos de trabajo. El desdén con el que el gobierno trata su compromiso, considerando que están siendo manipulados por los adultos, no hace más que atizar su cólera. Además los estudiantes manifiestan cada vez más su oposición a Nicolás Sarkozy. La ruptura con los jóvenes de 15 a 24 años es profunda. Entre un 70 y un 80% desaprueba la reforma de las pensiones y, en la misma proporción, la acción del jefe de Estado.
6. Los asalariados del sector privado se han incorporado masivamente al movimiento.
Ciertos comentaristas continúan sin verlo pero los trabajadores del sector privado están tan fuertemente movilizados como los del sector público. La locomotora del movimiento se encarna incluso en la figura del obrero ya que son los asalariados de las refinerías francesas los que encabezan la huelga. A diferencia del conflicto contra la reforma Juppé de 1995, los trabajadores del sector privado no hacen la huelga por procuración. Deciden un paro de trabajo cuando pueden, como pueden, a menudo por periodos de entre una a cuatro horas para salir a manifestar o a participar en una iniciativa. Se manifiestan masivamente, utilizando las jornadas programadas los sábados para hacer sentir su voz. Los obreros apoyan con firmeza el movimiento social : el 84% dice aprobar las huelgas y las manifestaciones, según un sondeo BVA para canal Plus publicado el viernes pasado.
7. Las fronteras de lo público y lo privado se desdibujan.
Se va haciendo cada vez mayor el número de manifestaciones, hasta 260 durante las jornadas de acción nacional. Se manifiestan en las grandes ciudades pero también, por ejemplo, en la isla de Ouessant o en Belle-Île, frente a las costas bretonas. Desde principios de octubre, el conflicto arraiga en las ciudades, los departamentos, donde cada día se llevan a cabo múltiples manifestaciones de carácter interprofesional. Personal ferroviario, funcionarios y trabajadores de refinerías y de la metalurgia se encuentran en la entrada de los depósitos de petróleo, en las estaciones, en las plazas públicas. Las horas de huelga se aprovechan para salir, exteriorizar la lucha, darle visibilidad. El viernes por ejemplo, 200 metalurgistas de Bas-Rhin fueron a ocupar la sede de la UIMM, patronal del sector, mientras que los de STX Lorient se daban un “paseo nocturno” al amanecer hasta el lugar de trabajo.
8. Un movimiento que se organiza para durar.
Desde el 7 de septiembre, cada jornada de movilización cuenta entre 2 y 3 millones de manifestantes, ¡algo nunca visto ! Se tiene consciencia de que hará falta más para hacer ceder al gobierno. Son muchos los que dicen “¡iremos hasta el final !”. Pero es necesario aprender a durar con unas nuevas condiciones ya que la crisis hace más difícil una huelga larga mientras el poder del estado juega la baza de la tensión para intentar convertir el movimiento en minoritario. Se trata pues de conseguir agarrotar la maquinaria económica sin perder el apoyo popular. De ahí vienen las operaciones de bloqueo de “puntos estratégicos” de la economía a menudo vacilantes, que no resisten frente a la intervención de la policía, nunca duran demasiado tiempo y siempre echan la culpa de la radicalización del movimiento al gobierno. En las empresas, el debate continúa para convencer a los indecisos. Se organiza para estar en un movimiento que sea permanente sin perder demasiado dinero.
9. La unidad sindical, un elemento de confianza.
Pilar del movimiento, la Intersindical no se doblega, aunque muchos le predigan divisiones cada vez que se reúnen. De entrada, las ocho organizaciones han trabajado juntas. Unidas por el carácter injusto de la reforma, se guardan las diferencias de enfoque sobre la cuestión de las pensiones partiendo de lo que les es común. Aunque la reforma de la representatividad sindical continúa al acecho, sus relaciones han madurado. Mientras que, durante decenios, los grandes movimientos sociales han sido esencialmente defensivos, esta vez han logrado imponer la idea de que existen alternativas y que es necesario negociar otra reforma.
10. La democracia, es escuchar lo que se expresa en la calle.
Desde su llegada al Elíseo, Nicolás Sarkozy considera que su legitimidad política surgida de las urnas le permite imponer un conjunto de reformas socialmente regresivas. Salvo que la reforma de las pensiones no estaba inscrita en el programa del presidente. No ha sido, por lo tanto, “mandatado” para liquidar la jubilación a los 60 años. Que él se atribuya esa autoridad, obstinándose a apelar la misma legitimidad electoral, acelera la crisis de confianza. La salida de tono del jefe de Estado, durante el consejo nacional del UMP en julio de 2008, declarando que “ahora, cuando hay una huelga, nadie lo advierte”, ha quedado en la memoria de todos. Desde entonces, no deja de aceptar a regañadientes la convicción, muy arraigada en Francia, de que la expresión de la calle es también un ejercicio de la democracia. El Gobierno ha impuesto un calendario apretado. Ha rechazado tomarse el tiempo necesario para negociar. Los asalariados vienen a recordarle que el derecho de huelga y de manifestación expresan la opinión mayoritaria de que su reforma no es la buena.
Paule Masson
Traducción: Toni Chumillas
Tomado: http://humanite-en-espanol.com/spip.php?article756
28 oct 2010
¿El primer gran conflicto social del siglo XXI ?
Etiquetas:
Francia,
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