Mural Diego Rivera |
Así son calificados desde el viejo mundo los gobiernos progresistas de América del Sur.
Antes de objetar tal calificación, me gustaría señalar que no veo en ella una descalificación o un agravio, aunque reconozco que hace algunos años la hubiera rechazado indignado, casi como un insulto.
Es que a partir de la 1º guerra mundial, la revolución rusa puso de manifiesto la ruptura del movimiento socialista europeo inspirado y construido por la labor teórica y práctica de Carlos Marx y Federico Engels, fundadores del socialismo científico. De un lado quienes, a través del sufragio universal y la legalización del partido socialista se plantearon el pasaje del capitalismo al socialismo de manera gradual y sucesiva, mediante la conquista del gobierno y las mayorías parlamentarias. Del otro lado quienes, con Lenin y sus compañeros de la social democracia rusa reivindicaban el contenido revolucionario del marxismo y la conquista del poder con la destrucción del aparato político, burocrático y militar de la burguesía dominante como condición para la construcción del socialismo. En vísperas de la guerra, la necesaria conclusión de esta tesis implicaba ya no solo la defensa de la paz sino la transformación de la guerra imperialista por el reparto del mundo en guerra revolucionaria de la clase obrera contra las burguesías dominantes en cada uno de sus países.
El hecho de que la mayoría de los partidos social demócratas europeos se alinearan con sus respectivos gobiernos en guerra, y contribuyeran así, por vía de la exaltación al “patriotismo”, a convertir a los proletarios de cada país en carne de cañón de una guerra ajena, y a transformar la consigna del Manifiesto Comunista “proletarios del mundo, unios” en “proletarios del mundo, mataos unos a otros”, condujo a la ruptura de Lenin y los internacionalistas rusos con la Internacional Socialista, a la revolución rusa, a la constitución de la III Internacional, o Internacional Comunista, y al movimiento comunista internacional.
Los años que van del fin de la 1º guerra mundial al surgimiento del fascismo fueron años de duro enfrentamiento de comunistas y socialistas, de deslinde ideológico y de confrontación práctica. Sólo el surgimiento del fascismo y del nazismo y su contenido agresivo y profundamente reaccionario generó un proceso de revisión por parte de la III Internacional de su política de confrontación con los partidos socialistas, al definir al fascismo como el enemigo principal de la paz y de los intereses de la clase obrera, concluyendo en un llamado a la unidad de acción con los socialistas. Surgen así los Frentes Populares, triunfantes en elecciones en Francia en 1934 y en España en 1936 (todavía en la década del 50 se constituye un Frente Popular en Chile, que alcanza también el gobierno). La 2º guerra mundial corta ese proceso, en cuyo transcurso comunistas y socialistas, aún sin renunciar a sus diferencias ideológicas y prácticas políticas, avanzan sin embargo en la experiencia de la unidad de acción.
Al fin de la 2º guerra mundial, Europa y el mundo viven una doble experiencia: Un conjunto de países del Este de Europa, nucleados en torno a la URSS construyen el socialismo siguiendo el modelo soviético y con la dirección de los partidos comunistas; y al Oeste los partidos socialistas o social demócratas gobernantes optan por el camino de las reformas progresivas, en el marco del modo de producción capitalista y, en todo caso, transformando el ideal del socialismo como una utopía a la que no renuncian pero que como toda utopía termina siendo un bello sueño inalcanzable. Ese modelo, el modelo social demócrata, es lo que se conoce como “Estado de Bienestar”, y cuya más avanzada expresión se conoció en Suecia, en los tiempos en que la economía capitalista vivía un período de expansión.
Si bien no puede hablarse de dos vías para la construcción del socialismo, pues la social democracia en el poder no se propuso tal objetivo, puede si pensarse en dos vías hacia sociedades basadas en una mayor igualdad, justicia social y bienestar.
Ambas fracasaron. La una por un conjunto de factores exógenos y endógenos abundantemente señalados, entre ellos la paulatina sustitución de la democracia socialista por el autoritarismo del aparato del partido, el estancamiento de la economía y las crónicas dificultades en el abastecimiento a la población, y el retroceso cultural y científico, factores todos ellos que condujeron al colapso del sistema y el retroceso al capitalismo en sus formas más despiadadas y corruptas.
La otra porque sujeta a las reglas de juego de la economía capitalista no pudo sobrevivir a las crisis periódicas del sistema, resueltas siempre sobre la base de la pérdida de las conquistas sociales de los trabajadores, la desocupación y la rebaja salarial, y los ajustes fiscales en base a nuevos gravámenes para los sectores populares.
Y mientras el movimiento comunista internacional termina sumergido en una profunda crisis ideológica, junto con la revolución que lo dio a luz, la social democracia termina abjurando definitivamente del ideal socialista y del pensamiento marxista que le dio origen, y en aquellos países que no ha sido desalojada del gobierno por la ola conservadora, termina administrando la crisis al compás de dicha ola.
Así las cosas, la izquierda, el progresismo en auge en nuestra región, ya sea con el socialismo como meta, o con procesos de aproximación hacia regímenes avanzados de liberación nacional y de profundización democrática en otros, gobierna ya un buen número de países de la América del Sur y el Caribe. No tiene, tengámoslo claro, no tiene en la vieja Europa modelos y ejemplos a seguir, salvo que quiera repetir fracasos. Debe en consecuencia, necesariamente construir su propio proyecto.
Por suerte constituimos un conjunto de sociedades jóvenes, muy jóvenes si comparamos nuestros escasos 200 años con los milenios acumulados por las viejas civilizaciones europeas. Eso nos dota de una mayor frescura creativa, de mayor flexibilidad, lo que hace que confluyan en torno a gobiernos y/o movimientos populares corrientes nacionalistas, organizaciones indigenistas, movimientos religiosos, comunistas, anarquistas, socialistas y social demócratas. Pero además, y más importante, sin ataduras con viejos esquemas, explorando cada cual nuevos caminos. De tal manera la elaboración, necesaria, de un programa común de liberación nacional para los pueblos de América Latina, se realiza en la fragua de la experiencia concreta de cada pueblo.
Claro ejemplo de ello es nuestro FA, tal vez un prototipo, si nos atenemos a su larga existencia y su éxito. En su seno conviven los comunistas, los socialistas, y también líderes y corrientes de clara inspiración social demócrata. Lo interesante, lo que debería preservarse, es la adhesión colectiva a un programa de gobierno, que no es social demócrata, que no es comunista, o de cualquiera de las corrientes de pensamiento que componen el Frente. Es frenteamplista.
Hoy el FA tiene en su orden del día su actualización programática, la elaboración de un programa de largo plazo, que exteriorice el proyecto de sociedad que se propone construir. Surgirá del debate y del consenso en cada una de las estructuras del Frente, abierto a la ciudadanía toda y a las organizaciones sociales que en su conjunto componen el entramado social que es la base de sustentación del FA. Sin duda las experiencias europeas, como las propias de nuestra región latinoamericana, habrán de contribuir a la construcción de nuestro ideario y del tipo de país que queremos ser.
Y por último. El hombre, dice un refrán, es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Yo diría que es capaz de tropezar tres veces, y aún más, si nos atenemos a la historia. Pues bien, procuremos no hacerlo nosotros, no tropecemos con las mismas piedras que los europeos. Europa tiene mucho para enseñarnos. Es la tierra de los grandes pensadores, de las grandes revoluciones, y también de grandes experiencias fallidas y de grandes derrotas y frustraciones. Tengámoslo presente.
Wladimir Turiansky.
Tomado: http://www.quehacer.com.uy/index.php?option=com_content&view=article&id=382:-socialdemocracias-del-sur&catid=55:wladimir-turiansky&Itemid=85
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