Imagen: Página 12 |
Sicko se desarrolla en cuatro capítulos que denuncian la actitud de las aseguradoras y su negativa a brindar cobertura médica a quienes tienen derecho a recibirla. También se interna en la perversión de los servicios de salud pública, que compara con los superiores de Canadá o Francia, describe las actividades del poderoso lobby de la industria farmacéutica y menciona a más de diez empresas del ramo. Sólo Moore y su equipo conocían en qué estaban trabajando, pero el espionaje de cualquier tipo no escasea en EE.UU. y varios directivos de grandes productoras de medicamentos “montaron un plan para combatir el documental, incluyendo la circulación de instrucciones a sus empleados en las que se advertía que no cooperaran con Moore”, es decir, que no hablaran con él (http://www.scop.co.nz/, 23-11-10).
Un informe interno de CIGNA elogió el desempeño de su ex vicepresidente: “Con el funcionario médico principal y con su equipo, Potter desarrolló mecanismos de rápida respuesta para manejar las preguntas de los medios sobre quejas (de los asegurados). Ha sido muy exitoso en impedir que la mayoría de esas averiguaciones se convirtieran en artículos en momentos en que abundaban historias espantosas acerca de la atención médica”. Potter mismo detalló la maquinación contra Moore en una entrevista que realizara Bill Moyers, el notorio periodista y ex secretario de prensa de la Casa Blanca bajo Lyndon B. Johnson (http://www.rightnow.com/, 10-7-09). Sus declaraciones fueron impactantes.
“Yo pensé que había dado en el clavo con su película. Pero la industria farmacéutica, desde el momento en que supo que Michael Moore la estaba indagando, se preocupó mucho –comentó para empezar–, tenía miedo de que la gente le creyera.” Potter explicó que la America’s Health Insurance Plans (AHIP, por sus siglas en inglés), que representa a unas 1300 aseguradoras del ramo, elaboró una estrategia para que “los estadounidenses pensaran que los sistemas de salud administrados por el gobierno son lo peor que les podía pasar, que el solo hecho de analizar esa afirmación significaba deslizarse por la cuesta que lleva al socialismo. De manera que sembró el miedo durante años y años y años para evitar que eso ocurriera. Una ampliación de Medicare (el programa de salud pública) podría reducir las ganancias de esas grandes compañías. Es su mayor preocupación”. Había que desacreditar a Moore.
Una parte de ese esfuerzo consistió en cabildear en el Congreso, difundir comerciales en los distritos donde había elecciones, contribuir a las finanzas de los candidatos “amigos” o a las del competidor si no lo eran, llegar incluso al consejo directivo del Partido Demócrata presentando a Moore como “un radical”, calificación que en EE.UU. equivale a comunista o algo peor. “En los memos internos de la industria –acotó Po-tter– nunca se mencionaba a Moore por su nombre porque no queríamos escribir algo que por inadvertencia llegara a sus manos.. En los e-mails decíamos ‘Hollywood’ para referirnos a él. Y en los entrenamientos para saber cómo hablar a los medios se lo llamaba el cineasta o el animador de Hollywood, Michael Moore... porque la gente escucha Hollywood y piensa que se trata de una ficción, no de un documental con algo de verdad.” Rachel Bloom, directora ejecutiva de la empresa farmacéutica AstraZeneca, fue más directa: las películas de Moore, dijo a Los Angeles Times (22-10-04), “más que documentales, parecen docudramas”.
“Me llamo Wendell Potter y durante 20 años trabajé como ejecutivo de aseguradoras de la salud. Vi cómo confunden a sus clientes y abandonan a los enfermos para satisfacer a los inversores de Wall Street”, testimonió en junio de 2009 ante un panel del Senado sobre la reforma del sistema de salud, reforma que Obama propuso y se aprobó después de ser convenientemente mutilada. En Deadly Spin, su libro más reciente (Bloombury Press, Londres, 2010), Potter explicita minuciosamente ese desaguisado.
Michel Moore vio a Potter por primera vez en la audición del lunes pasado. Para Potter era la segunda. Explicó en su blog el mismo día: “Cuando todavía trabajaba en las aseguradoras, viajé como espía de éstas para asistir al estreno oficial de Sicko el 16 de junio del 2007” (http://www.prwatch.org/, 22-11-10). Agregó: “Necesito pedir disculpas a Moore por el papel que desempeñé en la campaña de relaciones públicas contra él y contra Sicko’”. Disculpas aceptadas.
Un informe interno de CIGNA elogió el desempeño de su ex vicepresidente: “Con el funcionario médico principal y con su equipo, Potter desarrolló mecanismos de rápida respuesta para manejar las preguntas de los medios sobre quejas (de los asegurados). Ha sido muy exitoso en impedir que la mayoría de esas averiguaciones se convirtieran en artículos en momentos en que abundaban historias espantosas acerca de la atención médica”. Potter mismo detalló la maquinación contra Moore en una entrevista que realizara Bill Moyers, el notorio periodista y ex secretario de prensa de la Casa Blanca bajo Lyndon B. Johnson (http://www.rightnow.com/, 10-7-09). Sus declaraciones fueron impactantes.
“Yo pensé que había dado en el clavo con su película. Pero la industria farmacéutica, desde el momento en que supo que Michael Moore la estaba indagando, se preocupó mucho –comentó para empezar–, tenía miedo de que la gente le creyera.” Potter explicó que la America’s Health Insurance Plans (AHIP, por sus siglas en inglés), que representa a unas 1300 aseguradoras del ramo, elaboró una estrategia para que “los estadounidenses pensaran que los sistemas de salud administrados por el gobierno son lo peor que les podía pasar, que el solo hecho de analizar esa afirmación significaba deslizarse por la cuesta que lleva al socialismo. De manera que sembró el miedo durante años y años y años para evitar que eso ocurriera. Una ampliación de Medicare (el programa de salud pública) podría reducir las ganancias de esas grandes compañías. Es su mayor preocupación”. Había que desacreditar a Moore.
Una parte de ese esfuerzo consistió en cabildear en el Congreso, difundir comerciales en los distritos donde había elecciones, contribuir a las finanzas de los candidatos “amigos” o a las del competidor si no lo eran, llegar incluso al consejo directivo del Partido Demócrata presentando a Moore como “un radical”, calificación que en EE.UU. equivale a comunista o algo peor. “En los memos internos de la industria –acotó Po-tter– nunca se mencionaba a Moore por su nombre porque no queríamos escribir algo que por inadvertencia llegara a sus manos.. En los e-mails decíamos ‘Hollywood’ para referirnos a él. Y en los entrenamientos para saber cómo hablar a los medios se lo llamaba el cineasta o el animador de Hollywood, Michael Moore... porque la gente escucha Hollywood y piensa que se trata de una ficción, no de un documental con algo de verdad.” Rachel Bloom, directora ejecutiva de la empresa farmacéutica AstraZeneca, fue más directa: las películas de Moore, dijo a Los Angeles Times (22-10-04), “más que documentales, parecen docudramas”.
“Me llamo Wendell Potter y durante 20 años trabajé como ejecutivo de aseguradoras de la salud. Vi cómo confunden a sus clientes y abandonan a los enfermos para satisfacer a los inversores de Wall Street”, testimonió en junio de 2009 ante un panel del Senado sobre la reforma del sistema de salud, reforma que Obama propuso y se aprobó después de ser convenientemente mutilada. En Deadly Spin, su libro más reciente (Bloombury Press, Londres, 2010), Potter explicita minuciosamente ese desaguisado.
Michel Moore vio a Potter por primera vez en la audición del lunes pasado. Para Potter era la segunda. Explicó en su blog el mismo día: “Cuando todavía trabajaba en las aseguradoras, viajé como espía de éstas para asistir al estreno oficial de Sicko el 16 de junio del 2007” (http://www.prwatch.org/, 22-11-10). Agregó: “Necesito pedir disculpas a Moore por el papel que desempeñé en la campaña de relaciones públicas contra él y contra Sicko’”. Disculpas aceptadas.
Juan Gelman
Tomado: Página 12
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