9 abr 2010
La tríada de dominación imperial en América Latina
El sueño dorado del imperio estadounidense es convertir a Latinoamérica y el Caribe en una inmensa colonia para terminar de explotar los recursos naturales y humanos que aún quedan, y ampliar sus ansias de mercado cautivo a unos 800 millones de habitantes. Para alcanzar el objetivo puso en ejecución una tríada de dominación: militar, económica y política, pero a Estados Unidos no le interesa sólo el continente americano. Su objetivo final, en tanto imperio, es la dominación mundial. ¿Sueño dorado o sueño de perro?
La dominación militar con la famosa comunidad de inteligencia -CIA, DEA y otras agencias de espionaje y contraespionaje- se inicia en el Pentágono, la política en el Departamento de Estado que la ejerce a través de las embajadas y consulados diseminados por todo el mundo y la económica con el uso del dólar para comprar adeptos, pagar cipayos, corromper gobiernos y naciones.
Para ejecutar la dominación militar, Estados Unidos ha instalado alrededor del planeta cerca de mil bases militares con un presupuesto anual de guerra superior a los 660 mil millones de dólares, significativa cantidad que gasta en medio de la crisis global del capitalismo. Aún no se sabe cuanto más se incrementará en ese presupuesto belicista con el relanzamiento de la IV Flota aeronaval para ejercer mayor presión y control sobre América Latina y con la puesta en marcha del comando Africom para África del sub Sahara.
El Boletín de Científicos Atómicos de Estados Unidos publicó un artículo del antropólogo Hugh Gusterson, de la Universidad George Mason que decía: "De acuerdo a una lista del Pentágono, hay cerca de 865 bases militares de Estados Unidos en el mundo, pero agregando las de Irak y Afganistán la lista sobrepasa más de 1.000 bases. Esto constituye el 95% de las bases militares extranjeras en todo el mundo. […] La antigua manera de colonialismo, practicado por los europeos, era invadir un país entero y administrarlo. Pero eso era torpe. Estados Unidos es pionero de una versión más liviana del imperio global. Como dice el historiador Chalmers Johnson: 'La versión estadounidense de la colonia es la base militar […] Estados Unidos tiene un imperio de bases militares.”
Luego Gusterson agregaba: Las bases extranjeras de EEUU tienen un doble filo: ellas proyectan un poder estadounidense a través del planeta, pero también inflaman las relaciones exteriores de Estados Unidos, generando un resentimiento contra los efectos de prostitución, contaminación del medio ambiente, crímenes leves, y un etnocentrismo que surge como efecto corolario. Ese resentimiento ha forzado a cerrar bases de Estados Unidos en Ecuador, Puerto Rico y Kyrgyzstan, y, si el pasado es prólogo, más movimientos contra las bases de Estados Unidos se pueden esperar en el futuro.
Sólo para mantener en operación, el gasto que demandan las bases es superior a los $102 mil millones de dólares al año. Solamente en Alemania, EEUU tiene 227 bases militares.
Los planes de dominación imperial descansan sobre la tríada enunciada que se aplican sistemáticamente, sobre todo para ejercer el control político, miliar y económico de los movimientos sociales y revolucionarios de América Latina y el Caribe como el Movimiento Zapatista en México, de Los sin Tierra en Brasil o las guerrillas de las FARC-EP y ELN en Colombia y para presionar y desestabilizar a los gobiernos considerados “indeseables” o peligrosos como son los de Daniel Ortega en Nicaragua, y con mucha dedicación a los gobiernos de Hugo Chávez en Venezuela, de Rafael Correa en el Ecuador, de Evo Morales en Bolivia, sin olvidar un instante la guerra sucia y secreta que mantiene desde hace 50 años contra el gobierno y la Revolución de Cuba.
Parara garantizar el control de pueblos y naciones de América Latina, la militarización es esencial dentro del sistema de opresión imperial, sin que haya descuidado la dominación económica para lo cual ideó los tratados de libre comercio, el ALCA y la imposición de la política económica para los países por intermedio del FMI y BM. Conjuntamente con los tratados de libre comercio firmados con México, Colombia y Perú, Estados Unidos impuso la Iniciativa Regional Andina, el Plan Puebla- Panamá, el Plan Colombia y el Plan Patriota. Estas son las herramientas con las que el imperialismo estadounidense se propone la colonización definitiva del continente.
Estados Unidos ha utilizado todas las estrategias y tácticas militares, económicas y políticas para imponerse en América Latina y el Caribe. Es una tradición histórica yanqui el intervencionismo militar, la injerencia política en los asuntos internos de pueblos, naciones y Estados y la subyugación económica. Ha instalado e instala dictaduras militares neofascistas crueles y sanguinarias para satisfacer los intereses geopolíticos de las clases dominantes criollas y de sus amos. “El imperialismo estadounidense ha generado todo un andamiaje de intervención militar en América Latina, que a lo largo de la última década ha tomado diferentes formas”. Por un lado se destacan las más de 20 bases militares instaladas y por situar en la región, como así también los ejercicios conjuntos con fuerzas armadas de los distintos países del continente, muchos de los cuales tienen características estrictamente militares, pero otros aparecen disfrazados de misiones humanitarias, de ayuda social o de investigación médica y ecológica”.
Es así como se llega a la complementación de las bases militares instaladas en Centro y Sud América, las que están estrechamente unidas al Plan Colombia, al Plan Dignidad e Iniciativa Andina, que tienen su correlato en los ejercicios llamados Cabañas, Águila, Unitas, Cielos Centrales, Nuevos Horizontes, Fluvial, etc. Todas estas piezas son parte de una misma parte de la pinza que busca apoderarse del continente latinoamericano”. Ya no es un secreto que Estados Unidos pretendió instalar una base militar en plena región amazónica para apoderarse de las reservas mundiales de agua, oxigeno y de la biodiversidad, La intención yanqui fue detenida por el gobierno de Lula y la base de Alcántara no fue a parar en las garras del imperio.
Mientras haya en Bolivia un gobierno como el de Evo Morales, será una tarea casi imposible que “el brazo armado estadounidense llegue hasta Bolivia e instale una base militar en las orillas del río Itonamas”.
Y si de intenciones se trata, la mirada yanqui llega mucho más lejos. Durante todo el 2001 se mencionó la posibilidad de afincar una base militar y nuclear en la Patagonia Argentina, la que podría establecerse en la provincia de Tierra del Fuego, a escasos kilómetros del estrecho de Magallanes que une el Atlántico con el Pacífico, o en la de Chubut.
En este último caso podría tratarse de una ampliación de las famosas bases ubicadas en la región Torre Omega que fueron puestas en marcha (entre las ciudades de Trelew y Puerto Madryn) desde hace ya varios años y que durante la guerra de Las Malvinas se especuló que facilitaron el envío de información estratégica a las tropas británicas.
En lo que respecta a la isla Grande del extremo más austral del continente, Estados Unidos habilitó la instalación de una base del Sistema Internacional de Vigilancia para la Prevención y Prohibición de Ensayos y Explosiones Nucleares.
Desde el Mar Caribe, el control lo ejercen a partir de las bases militares establecidas en Vieques (Puerto Rico), Reina Beatriz en la isla de Aruba, y Hato en la isla de Curazao. A todas estas bases hay que incluirle la perla caribeña que los yanquis conquistaron en la propia isla de Cuba al quedarse con parte del territorio y montar la base de Guantánamo.
En la parte continental de Centroamérica la presencia de bases estadounidenses es muy notoria y concentrada. En Honduras los militares de Estados Unidos se establecieron en Soto Cano; en Costa Rica en Liberia y en El Salvador lo hicieron en Comalapa”.
Otra de las piezas claves para comprender el plan colonizador de los Estados Unidos está dirigida hacia los países centroamericanos. Se trata del Plan Puebla-Panamá (PPP), un proyecto generado desde la presidencia del mejicano Vicente Fox y obviamente impulsado y auspiciados por el gobierno estadounidense. Involucra a México, Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá”, de conformidad con lo que sostiene Marcelo García, periodista del programa radial
El cielo por asalto de Comodoro Rivadavia e Investigador del Centro Regional de Estudios Económicos de la Patagonia Central.
OTRA VEZ PANAMÁ EN LAS FAUCES YANQUIS
Con el pretexto de siempre, Estados Unidos instalará cuatro bases navales en Panamá para “presuntamente” combatir el narcotráfico en la región, mediante un convenio suscrito con el gobierno de Ricardo Martinelli, un empresario cipayo que, otra vez, entrega Panamá a Estados Unidos. El ministro panameño de Gobierno y Justicia, José Raúl Mulino, informó que las bases se colocarán en Bahía Piña, limítrofe con Colombia, y en Punta Coca, al occidente del país centroamericano. Mulino fue el ministro de la misma calaña de Martinelli que integró la Comisión dispuesta por el presidente de Panamá en Estados Unidos, durante las jornadas de debate del 64º período de sesiones de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Antes que iniciara las jornadas de la ONU, se realizó una reunión entre la Secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, y Martinelli, para tratar temas de “cooperación conjunta”.
De conformidad con Marco A. Gandásegui de ALAI, el gobierno panameño habría informado que “la Policía Nacional, el Servicio Nacional de Frontera y el Servicio Nacional Aeronaval firmaron un acuerdo interinstitucional para el establecimiento de bases aeronavales y de policía panameñas en el litoral Pacífico y Atlántico del país”. La declaración oficial es un encubrimiento del pacto que habrían firmado Panamá y Estados Unidos, para que este último país establezca bases militares en el Istmo panameño.
Según el internacionalista, Julio Yao, el anunció “no sorprende porque serán bases aeronavales y de policía panameñas que podrán ponerse a disposición de Estados Unidos”. Yao señala que un acuerdo previo firmado en 2002, entre el ministro de Gobierno y Justicia Salas y el embajador Becker, “dispuso que los puertos y aeropuertos de Panamá podrán ser usados generosamente por las fuerzas armadas de Estados Unidos”, afirma Gandásegui.
El presidente panameño Ricardo Martinelli, como si hubiese alcanzado el cielo, se enorgullecía en proclamar que había cedido dos bases navales a Estados Unidos. Para este cipayo era un orgullo la reunión que sostuvo con la secretaria de Estado de ese país, Hillary Clinton. Las dos bases se multiplicaron y ahora son cuatro bases “aeronavales” que Panamá le proporcionará a EEUU. Las cuatro bases aeronavales están en el Pacífico y en el Caribe.
“La primera base “aeronaval” se ubicará en la Isla Chapera, en el Archipiélago de las Perlas, cerca de la Isla Contadora (ésta fue utilizada para concertar la paz en la región en la década de 1980). La segunda base se ubicará en Rambala, en la provincia de Bocas del Toro, área que se promovía para el turismo internacional. La tercera en Punta Coco, provincia de Veraguas y la cuarta -y última- en Bahía Piña, provincia de Darién, a pocos kilómetros de la frontera con Colombia.
Según Yao, quien denunció el acuerdo en un discurso pronunciado en presencia del presidente Martinelli y su gabinete, “las bases puestas a la disposición de EEUU profundizan la militarización de un amplio espacio territorial… desde el cual será posible lanzar operaciones sobre toda la región en franca conspiración contra la pacífica convivencia entre los pueblos y la solución pacífica de las conflictos”. El operativo es una caricatura del realizado hace poco en Colombia, país que prácticamente cedió todas las bases militares a Estados Unidos.
El gobierno panameño podría parafrasear al general Freddy Padilla, ministro de Defensa encargado de Colombia cuando defendió el acuerdo de Bogotá con Washington: “No son bases norteamericanas, son colombianas… pero brindamos la posibilidad de que accedan a nuestras instalaciones”.
Según EEUU, las cuatro bases que pretende instalar en Panamá tendrían como objetivo frenar el tráfico de drogas y de “personas ilegales”. También hacen referencia al eufemismo del terrorismo que puede interpretarse como quieran los funcionarios norteamericanos. Según Yao, “las Naciones Unidas carecen de una definición sobre el terrorismo, motivo por el cual no existe un solo tratado que lo regule. En cambio, si existe una definición sobre la soberanía nacional, que comprende la independencia nacional y la integridad territorial”. Con este acuerdo que se ha realizado en forma secreta, el gobierno actual está violando en forma abierta la soberanía nacional que le ha costado tanto conquistar al pueblo panameño, dice Gandásegui.
Según varios acuerdos, que no tienen fundamento constitucional, firmados a principios de la presente década, EEUU (sus fuerzas armadas, terrestres, aéreas o navales) puede surcar el territorio panameño sin mayores trámites o requisitos.
De acuerdo a la denuncia de Yao, “todos los barcos de bandera panameña pueden ser interceptados en alta mar por naves de Estados Unidos bajo el programa de control de armas de destrucción masiva. Conforme a esos acuerdos, Estados Unidos puede invitar para que entren a territorio panameño, otros Estados con el propósito de que éstos cooperen con Panamá en la guerra contra el terrorismo, el narcotráfico y otros delitos internacionales. Conforme a esos acuerdos, Panamá se obliga a no ejercer jurisdicción sobre funcionarios civiles o militares de Estados Unidos, acusados de crímenes de guerra, ni de someterlos al Tribunal Penal Internacional”.
Los citados arreglos intentan cubrir las maniobras militares Panamax que desde 2003 llevan a cabo algunos países latinoamericanos y miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Panamá, con el pretendido propósito de atender la protección y defensa del Canal y de Panamá. Las maniobras Panamax han sido dirigidas siempre por un almirante del Comando Sur. La Constitución Política de Panamá atribuye exclusivamente a panameños la defensa de su territorio y prohíbe a funcionarios civiles o militares recibir órdenes de militares extranjeros. A su vez, el Tratado de Neutralidad imposibilita la presencia militar extranjera en Panamá.
En su discurso, el internacionalista Yao, aclaraba que “el Artículo V del Tratado de Neutralidad dispone que, después del 31 de diciembre de 1999, sólo la República de Panamá mantendrá fuerzas e instalaciones militares y sitios de defensa dentro de su territorio nacional. Los defensores de la militarización norteamericana de Panamá argumentarán que la Reserva Nunn al Artículo V del Tratado de Neutralidad permite acordar dicha presencia militar, les advertimos que una cosa es lo que se pretendió con dicha Reserva y otra es lo que la misma dice”, argumentó Yao.
Lo que dice la Reserva Nunn es que, no obstante el Artículo V, Panamá y Estados Unidos podrán acordar la presencia militar extranjera para garantizar el régimen neutral del Canal. La neutralidad de la vía acuática consiste en la libre navegación y la desmilitarización del Canal. Mal puede la Reserva Nunn garantizar la neutralidad si ella misma introduce condiciones (las bases) que específicamente la niegan. La Convención de Viena es clara al estipular que pueden aceptarse enmiendas a los tratados, siempre y cuando no contradigan sus propósitos fundamentales. Si esto último ocurre, las enmiendas dejan de tener validez jurídica. Este sería el caso de la Reserva Nunn, concluyó Yao. El autor de este análisis es Marco A. Gandásegui que es docente de la Universidad de Panamá e Investigador Asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA).
Se debe recordar que los Tratados “Torrijos-Carter”, realizados entre el jefe de gobierno de Panamá del momento, Omar Torrijos y el ex presidente de norteamericano, Jimmy Carter, el 7 de septiembre de 1977se obligó a los Estados Unidos a clausurar la Escuela de las Américas, un centro de enseñanza de torturas y “guerra sucia” en la que se graduaron los dictadores de Latinoamérica que sometieron a sus pueblos a las peores dictaduras fascistas.
A pesar de la centenaria lucha del pueblo panameño por la liberación de su patria y por la expulsión de su suelo de toda clase de tropas yanquis, el nuevo tratado dirigido por Martinelli, dispone un retorno a la presencia militar estadounidense en suelos y mares panameños. “Hay una actitud de ponerse de rodillas del gobierno de Martinelli con los norteamericanos para entregar parte de nuestro territorio”, denunció el sindicalista Saúl Méndez y añadió: “Este es un problema grave porque es un gran retroceso a la lucha histórica que el pueblo panameño realizó por años hasta lograr la expulsión de la presencia norteamericana a través de sus bases en el país”. En el gobierno del ex presidente Ernesto Pérez Balladares (1994-1999), fue rechazado un proyecto para establecer en Panamá un Centro Multilteral Antidrogas (CMA), dirigido por Estados Unidos. Panamá forma parte de la Iniciativa Mérida, impulsada por el gobierno estadounidense para combatir el narcotráfico y es parte integrante de una alianza política con México y Colombia para enfrentar el terrorismo, según disposición e intereses del imperio. MAPA DE BASES MILITARES DE ESTADOS UNIDOS
Autor: David Vine, Island of Shame: The Secret History of the U.S. Military Base on Diego Garcia (Princeton University Press, 2009)
BASES CONTRA LATINOAMÉRICA
Si no es para dominar neocolonialmente a nuestra América Latina y el Caribe, ¿Estados Unidos, para qué tendría a un elevadísimo costo, tantas bases militares instaladas en nuestras patrias? El periodista Manuel Alexis Rodríguez, de ABN sostiene que Estados Unidos ha rodeado militarmente a Venezuela, por el norte -el Mar Caribe- tiene bases en Cuba, Puerto Rico, Aruba y Curazao. Por el noroeste -Centroamérica- tiene bases en El Salvador, Honduras y Costa Rica, además de la Escuela de las Américas en Panamá.
Por el oeste tiene siete o más bases aliadas en Colombia -Arauca, Larandia y 3 Esquinas- aunque pronto serán diez instalaciones militares, incluida Marandúa. Por el sur, Estados Unidos maneja dos instalaciones en Perú y otra en Paraguay.
El único motivo por el cual Estados Unidos no ha construido bases militares al este de Venezuela, es porque por ese lado Venezuela limita prácticamente con el Océano Atlántico.
Pero, no es sólo del gobierno del presidente Hugo Chávez el objetivo actual de Estados Unidos por intermedio del Pentágono, CIA, DEA, Departamento de Estado. En la mira del imperio están los gobiernos “indeseables” de Rafael Correa del Ecuador, Evo Morales de Bolivia y Daniel Ortega de Nicaragua que han luchado por la plena independencia y soberanía de sus patrias y que han criticado duramente la posición imperial de Washington. Y, el más indeseable de todos los gobiernos latinoamericanos, según testimonian más de 50 años de guerra sucia, de sabotajes, terrorismo e infames campañas mediáticas es el de Cuba y su Revolución triunfante, a pesar de todo el poderío imperial.
Estados Unidos no cuenta que América Latina y el Caribe cambiaron para siempre. Ya no son pueblos dispuestos a soportar tranquilamente la penetración neocolonial y por sobre el poder de las bases militares, el imperio no podrá perpetuar la dominación neocolonial de esta parte del mundo.
Las bases gringas en Centroamérica
Manuel Alexis Rodríguez en sus estudio informa que en la República de El Salvador se encuentra la Base Militar Comalapa, un puesto de Operaciones Avanzadas (FOL, por sus siglas en inglés) utilizado para el monitoreo satelital de la región y de apoyo a otras bases. Su personal tiene acceso a puertos, espacio aéreo e instalaciones gubernamentales.
En la República de Honduras está la Base Soto Cano, en Palmerola. Se utiliza para prácticas de radar y estación, además para proporcionar apoyo para entrenamiento y misiones en helicóptero que monitorean los cielos y aguas de la región; y son claves en las operaciones militares. Desde allí se generó el golpe de Estado contra el presidente constitucional Manuel Zelaya.
En Costa Rica posee la Base Militar Liberia, que, al ubicarse en la parte continental de América Central, funciona como centro de operaciones durante negociaciones preliminares y confidenciales.
En Panamá, del imperio instalará cuatro bases aeronavales. Allí, muy a pesqar de tratados Torrijos-Carter, funciona la Escuela de las Américas, actualmente denominada ’Instituto de Cooperación para la Seguridad Hemisférica’, donde son entrenados los mercenarios estadounidenses.
Las bases gringas en Suramérica
En Colombia, los norteamericanos cuentan con siete bases militares cedidas por Uribe, pero pueden ser todas las instalaciones militares que sean de interés para los fines geoestratégicos y políticos del imperio.
Entre ellas está la Base Militar de Arauca, diseñada para “combatir” el narcotráfico en Colombia, pero realmente utilizada como punto estratégico para el monitoreo de la zona petrolera, especialmente la de Venezuela.
Otra instalación es la Base Militar en Larandia, que sirve como base de helicópteros de Estados Unidos. Posee una pista de aterrizaje para bombarderos B-52, una capacidad operativa que sobrepasa el territorio Colombiano y permite una cobertura para ataques en casi todo el sur del continente.
La tercera base en Colombia es la Base Militar 3 Esquinas, que sirve para operaciones terrestres, helitácticas y fluviales, además de haberse convertido en un punto estratégico para ataques contra la guerrilla. Esta instalación es receptora permanente de armamento, logística y sirve para el entrenamiento de tropas de combate.
Las demás bases en poder de los gringos y que Colombia les otorga inmunidad a tropas y mercenarios son consideradas de vital importancia para el control a Venezuela y Ecuador en especial, pero toda la América Latina está en peligro de sufrir un ataque militar, razón por la que los gobiernos y pueblos de América del Sur, de América Central y el Caribe protestan enérgicamente ante Washington y le exigen el abandono inmediato de estos territorios.
Los foros regionales efectuados entre noviembre y diciembre en Buenos Aires y Lima reafirman la lucha -por todos los medios- para acabar o reducir significativamente la presencia militar yanqui en la subregión. Excepto Perú y Colombia, los demás países han sido absolutamente claros en condenar la penetración militar estadounidense y han rechazado, categóricamente, la actuación servil del presidente colombiano Álvaro Uribe.
“La República del Perú tiene dentro de su territorio dos bases militares estadounidenses: Iquitos y Nanay. El Gobierno dice que estas bases pertenecen a las Fuerzas Armadas peruanas, pero fueron construidas y son utilizadas por soldados estadounidenses que operan en la zona fluvial Nanay, en la Amazonía peruana”. Allan García, el presidente peruano junto al colombiano Uribe conforman el dúo más servil del imperio.
“En la República del Paraguay se encuentra la Base Mariscal Estigarribia, desde mayo del año 2005 cuando el gobierno de Estados Unidos firmó un tratado con la administración paraguaya, para instalar la base militar en la ciudad de Mariscal Estigarribia, provincia de Boquerón, en el llamado Chaco Paraguayo.
Las bases gringas en el Caribe
La principal, también la más antigua, es la Base Naval de Guantánamo, ubicada cerca de Santiago de Cuba, la segunda ciudad más importante del país después de La Habana. Fue construida en 1903 y abarca un área de 117,6 kilómetros cuadrados, entre tierra firme, mar, agua y pantano, aunque delimita una línea de costa de 17,5 kilómetros.
En Puerto Rico, Estado Asociado a Estados Unidos, se ubica la Base de Vieques, una isla adyacente de 35 kilómetros de largo. La base ocupa el 70% del territorio de la isla.
Anteriormente en esta instalación operaba el Comando Sur, ahora ubicado en Miami, pero era utilizada para operaciones especiales y como cuartel regional del ejército, la marina, y las fuerzas especiales. El pueblo boricua obligó a Estados Unidos a retirarse de Vieques por tantos daños causados al medio ambiente.
En tanto, hay otras dos instalaciones, la Base Militar Reina Beatriz en Aruba y la Base Militar Hatos en Curazao. Son utilizadas para el monitoreo satelital y como apoyo para el control de vigilancia en el Mar Caribe, informa M. A. Rodríguez
Para desgracia de la paz y de la estabilidad regional en América del Sur, Estados Unidos continúa en sus pretensiones de instalar, en un futuro cercano, cuatro bases adicionales: una en Alcántara en Brasil; otra en la zona de Chapare en Bolivia, una más en Tolhuin, en la provincia de Tierra de Fuego en Argentina; y la última en la zona conocida como la Triple Frontera, ubicada en la frontera conjunta de Brasil, Argentina y Paraguay.
Los estadounidenses se ufanan de ocupar militarmente cualquier parte de América Latina y del Caribe y así resaltan y dicen que ocupan la base militar de Salta ubicada al norte de la República Argentina y de que son capaces de construir y ocupar bases que consideren necesarias en Paraguay o en cualquier país de nuestra América.
El Pentágono y el South Command consideran un punto estratégico vital para sus intereses al Cono Sur de América, por lo que a esa zona le asignan un punto clave dentro de sus planes expansionistas y desde este enclave geográfico, el imperio, pretende asegurar el control total del Cabo de Hornos, del Estrecho de Magallanes en la unión de los océanos Pacífico y Atlántico y de la Antártida con el uso de la aviación y de las bases navales que Gran Bretaña mantiene en las Islas Malvinas. Es preciso reconocer o recordar que Estados Unidos mantiene un Convenio o Acuerdo, para el uso de las bases navales y aéreas que Inglaterra posee, arbitrariamente, en las Malvinas que son argentinas. Según una declaración del Comando Sur del Pentágono, esas bases están equipadas con armamento e instalaciones de tecnología de última generación y, por tanto, son capaces para la recepción y operatividad de todo tipo de aviones y buques de guerra. Por sus características, esas bases en las Malvinas pueden almacenar pertrechos de guerra y armas de destrucción masiva como las químico-bacteriológicas y nucleares. Esas instalaciones militares está en capacidad de albergar hasta 13.000 tropas a la vez.
El Comando Sur opera asimismo 17 bases terrestres de radares: cuatro en Colombia, tres en Perú, y varias móviles o de ubicación secreta en los Andes y el Caribe.
A principios del Tercer Milenio, Estados Unidos instaló las bases aéreas Reina Beatriz en Aruba y Hato Rey en Curazao, como respuesta a la negativa de Chávez a permitir la instalación de bases y los sobrevuelos en Venezuela.
Estados Unidos alega que todas estas bases militares son centros de operaciones tácticas para apoyar lo que ellos denominan “seguridad hemisférica”, término relacionado con la vieja Doctrina de Seguridad Nacional de primero aislar y luego acabar con cualquier gobierno antepuesto a los intereses de Washington y el Pentágono como, por ejemplo, el Gobierno Bolivariano de Venezuela y los gobiernos que se proclaman socialistas del siglo XXI como son los de Rafael Correa del Ecuador y Evo Morales de Bolivia. También alegan que les corresponde solucionar los inmanejables problemas de control social y de insurgencias que los gobiernos nacionales son incapaces de resolverlos.
Se debe recalcar que el imperio mantiene su poder hegemónico gracias a la complicidad de gobiernos cipayos como los Uribe Vélez o los Allan García que se desesperan por acatar los dictados de Washington y ponerse de rodillas para ceder la soberanía e independencia de sus patrias mediante la entrega de cuantas bases militares quieran los gringos. Son ese tipo de gobierno los que facilitan la intervención militar y la injerencia política y económica. Obama mantiene la política imperial y expansionista de Bush y sus antecesores. George W. Bush en el año 2002, al formular la nueva Estrategia de Seguridad Nacional: dijo "Estados Unidos necesitará bases y estaciones dentro y más allá de Europa Occidental y el noreste de Asia, como así también arreglos de acceso temporal para el despliegue de las fuerzas de Estados Unidos a gran distancia"
En América Latina y el Caribe, Estados Unidos ocupa por anuencia de algún “poder divino” y por el poder de sus armas, de la política y del dólar las bases de Guantánamo en Cuba, Vieques en Puerto Rico, Soto Cano en Honduras, Comalapa en El Salvador, y en Perú las de Iquitos, que domina la Amazonía, así como las de Santa Lucía Huallaga, Santa Lucía y Palmapampa.
En otras bases que Estados Unidos mantiene en Paraguay, Argentina y en cualquier parte, así mismo por voluntad divina y por el poder imperial, sus soldados y mercenarios que son capaces de cometer crímenes de guerra, genocidios y crímenes de lesa humanidad, disfrutan de inmunidad e impunidad así hayan violado las leyes nacionales y las normas dispuestas por el Derecho Internacional. Parta el imperio la única ley que es digna de ser observada y acatada, y que por tanto es válida, es la que proviene del poder que ejerce con las armas, la política y el dólar. Es la Ley que impone la tríada de dominación.
¿Alguien puede creer que este formidable despliegue de bases militares, de injerencias políticas y económicas en los asuntos internos de cada país por parte de la primera potencia militar del mundo son para la lucha contra el narcotráfico o contra el inexistente terrorismo internacional en América Latina? ¿O que ese inmenso despliegue militar incluida la revivida IV Flota servirá únicamente para derrotar diez mil insurgentes y guerrilleros o para detener a unos cuantos narcotraficantes?
La verdadera intención de Estados Unidos es desestabilizar la subregión, derrocar a los gobiernos “indeseables” de Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Cuba para reemplazarlos con dictaduras y gobiernos títeres que obedezcan el dictado imperial a fin de cumplir el “destino manifiesto”: Gobernar a estos pueblos y naciones para depredar la totalidad de los recursos naturales, en especial, hidrocarburos, agua, oxígeno, biodiversidad.
Tribunal dignidad, soberanía, paz contra la guerra
CEPRID
Tomado de Rebelión
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