9 may 2010

India. La cara oculta del paraíso de la high-tech

La crisis económica no ha perdonado las ciudades de cristal de la informática y de servicios indios. El milagro logrado a golpes de deslocalización se torna espejismo. Decenas de miles de ingenieros y técnicos son despedidos. Con la “tolerancia cero para los asalariados no competitivos”, los suicidios se multiplican... Viniendo de los suburbios de Nueva Delhi, más allá de las casas en ruinas y de las calles atestadas de gente, al visitante le cuesta creerlo : bruscamente, la ciudad nueva de Gurgaon exhibe sus riquezas con sus edificios de cristal y sus “malls”, templos del comercio a la americana. La ciudad “new look” aparece como el laboratorio de la India del futuro o al menos de la que brilla, representativa de la nueva casta que el escritor Pavan K. Varma denuncia por su “cinismo” (1). Gurgaon como Bangalore o Hyderabad, entre las más conocidas, son las nuevas Mecas de la high-tech, islotes de prosperidad que viven al ritmo de la globalización. Ingenieros, informáticos, hombres de negocios y otros nababs en sus despachos ultramodernos hablan con Dallas, Nueva York, Londres y Berlín. Al anochecer miles de jóvenes formados en lenguas y con los acentos de sus lejanos clientes se dirigen a los centros de comunicación para responder a las demandas de los norteamericanos y de los canadienses que comienzan la jornada en ese mismo momento. Trabajan para Airbus, Alcatel, Adidas, Citibank, Singapore Airlines, por citar sólo algunas de las empresas planetarias. La quinta ciudad de la India, Bangalore, elevada sobre la meseta del Deccan, se ha convertido en unos años en una de las capitales mundiales de las tecnologías de la información y de la comunicación. Quinientas multinacionales han establecido allí despachos y laboratorios, al lado de grupos locales que han emergido, convertidos en gigantes de la subcontratación informática. Pero en estos apéndices verdes donde el césped nunca amarillea, ¿existe la felicidad ? Conocíamos la insistencia en el miedo a la competencia para que “los pocos afortunados” de los diferentes Silicon Valley indios mantuviesen el pesado secreto sobre sus empresas y sobre todo sobre sus condiciones de trabajo. En los call-centers, vigilados por guardias de seguridad, los disquetes y los móviles están prohibidos. Así como cambiar las claves de los ordenadores o comentar con otros empleados las “cuestiones confidenciales de los clientes”. “No se habla de la compañía, ni sobre los efectivos o los salarios”, me suelta un joven cuadro de Oracle, en Bangalore. Sin embargo en todas estas torres de cristal, la ley del silencio se ha agrietado con la crisis económica. “Si, hace unos meses, alrededor de cinco millones de obreros perdieron su empleo (tantos como en EE.UU.) y la industria textil india se ha prácticamente desmoronado, el sector de servicios informáticos ha vivido un verdadero tsunami”, opina H. Mahadevan, uno de los dirigentes del sindicato Aituc. “Se estiman entre unos 70.000 y 100.000 el número de despidos en las compañías de ingeniería informática, de los cuales sólo en Bangalore han sido 10.000.” En total, la informática india representa actualmente más de dos millones de empleos directos, y de cuatro a seis millones de empleos indirectos. Un verdadero bug. Los gigantes de la high-tech han aprovechado la crisis para reducir costes y efectivos. “Tanto más fácil cuanto que la representación sindical está prohibida en estas compañías”, señala Arun, veintisiete años, trabajador en una pequeña empresa especializada en sistemas informatizados de vigilancia electrónica de Bangalore. Él ha tenido que aceptar una bajada de salario del 10% : “Era eso o a la calle”. Y no me compadezco, otros trabajadores están a la espera de destino.” En Wipro, que forma parte con Infosys y Tata Consultancy Services, tres gigantes de las sociedades de servicio en ingeniería informática (SII) de India, se les ha propuesto acudir al trabajo sólo dos días a la semana... ¡a cambio de una reducción de salarios del 50% !. Sushil, en la treintena, ha tenido que plegarse a las exigencias de la dirección de su compañía. Busca un nuevo empleo pero sin hacerse ilusiones. “¡Hay que esperar !", Dice con resignación. Sin cargas familiares y haciendo economías, piensa que espera restringir su tren de vida. Y es precisamente su visión de la vida lo que ha cambiado. Arun y Sushil forman parte de los jóvenes privilegiados de la informática que las empresas se disputaban en el momento del esplendor indio en este campo. Sus salarios podían subir del 25% al 30% en un año, y sobre todo, no permanecían en la misma empresa, esperando siempre mejores ofertas y ganancias en otras. Antes de la crisis, la rotación laboral en la informática podía alcanzar el 80% al año. Desde el verano de 2008, han cambiado las tornas, y ellos han conocido el miedo al futuro. Tanto más cuanto que los jóvenes están frecuentemente endeudados. Sus ingresos atrajeron a los bancos que les hicieron ofertas de préstamos muy tentadoras. El impacto de la crisis ha ido más allá : las compañías de servicios de ingeniería informática (SII) indias, buscando ahorrar costes, someten a sus empleados a presión para hacerles salir de la empresa más rápidamente. Las advertencias llueven por resultados insuficientes. “Para los que permanecen en el puesto de trabajo, las condiciones laborales se endurecen”, se sincera Arun, quien recuerda que el nuevo concepto de las SII, es el de “tolerancia cero para los asalariados sin máximos resultados”, según expresión del jefe de recursos humanos de Infosys. “¡Para algunos, el trabajo se ha convertido en un infierno ! Prosigue el joven, que confiesa no haberse sorprendido por los suicidios ocurridos en los últimos meses. En el mes de agosto de 2009, un antiguo empleado de Wipro, de treinta y siete años, ya había señalado a la prensa que la SII le había acosado y empujado a irse. Días más tarde, uno de sus colegas, analista, Vishal Yadav, de veintinueve años, saltó por la noche de un duodécimo piso del edificio de la compañía en Bangalore. Acababa de ser despedido. No fue el único, otro analista de Hindustán Computers Limited (HCL), Vikas Kumar Sharma, de veintiséis años, puso fin a sus días de la misma manera. Arun y sus amigos no quieren hablar demasiado. Pero sabían bien que las bellezas del Eden High-tech tenían su cara oculta. Un artículo publicado en una página india de Internet en febrero 2008, justo antes del terremoto financiero norteamericano, se interrogaba en estos términos : “¿Por qué Bangalore es la capital india del suicidio ? En junio de 2009, un estudio publicado en India Today, uno de los grandes semanarios indios que investigaba este tema, había adelantado que un informático de cada veinte en Bangalore pensaba regularmente en el suicidio. Un psicólogo explicaba que varios de sus pacientes, que trabajaban en el sector informático o del BPO, son incapaces de hacer frente a la tensión generada por su trabajo. Entre la lista de factores agravantes, el médico apuntaba los largos horarios, el espíritu de competición, la inseguridad en el trabajo... Mientras, Infosys, Tata Consultancy Services y Wipro acaban de comunicar unos resultado financieros en el primer trimestre del año 2010 en clara subida, en los edificios de cristal se siguen viviendo tragedias. “La actividad recupera su curso normal”, según Wipro. “El grupo de Bangalore se ha beneficiado de una reactivación de los servicios de IT en offshore (externalización empleando a bajo coste a programadores de países extranjeros con menor renta NDT).” Pero el 18 de enero pasado una joven ingeniera de veintitrés años, Lakshmi Nair, se ahorcó en su apartamento de Bangalore... Dominique Bari Traducción J.A. Pina Tomado de L´Humanité

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