3 nov 2008

Bush deja una herencia de extremismo y arrogancia

Impulsivo y obsesionado con Irak, el presidente desperdició el apoyo total recibido tras el 11-S

ISABEL PIQUER CORRESPONSAL EN NUEVA YORK

Es difícil saber dónde está George W. Bush últimamente. Más que un perfil bajo, el presidente estadounidense está casi desaparecido. Su propio partido le ha mantenido al margen de la campaña electoral, para que sus récords de impopularidad no contagien al candidato republicano John McCain. Sus últimas comparecencias durante la reciente crisis financiera acabaron de confirmar el escaso poder que apenas mantiene en la Casa Blanca.

Bush ni siquiera acudirá el martes a su rancho de Crawford en Texas, donde está censado, para votar, no sea que la foto recuerde al país quién sigue al mando. El matrimonio presidencial mandó muy discretamente su voto por correo hace dos semanas.

Hace unos días, Bush se pasó por el cuartel general republicano para animar a las tropas. Recordó ante sus colegas de partido lo poco que habían apostado por él los propios conservadores.

Son unos últimos meses escasamente gloriosos para un hombre que la Historia ya ha empezado a juzgar duramente. Bush empezó su presidencia con el peor ataque terrorista perpetrado en Estados Unidos. Ocho años más tarde, la terminará con la mayor crisis económica desde la Gran Depresión.

El pasado abril, una encuesta informal del History News Network reveló que el 98,2% de sus historiadores consideraban la presidencia de Bush como un fracaso equiparable al de James Buchanan, cuya apatía frente a las divisiones del país causó el estallido de la guerra civil en 1861.

Oportunidad desperdiciada

"Hace cuatro años ponía a Bush antes que a Buchanan. Ahora está claramente detrás", escribía entonces Robert McElvaine, uno de los encuestados. "Tras los atentados del 11-S, Estados Unidos gozaba de un apoyo enorme en el resto del mundo. El presidente desperdició esa buena voluntad con una guerra innecesaria. Hundió la reputación internacional de Estados Unidos al justificar la tortura".

Oportunidades perdidas, extremismo ideológico... los analistas hablan en términos cada vez más duros del legado del 43º presidente estadounidense.

"Ha dejado nuestras instituciones mucho peor de como las encontró", decía Thomas Mann, de la Brookings Institution a la televisión ABC."No creó las profundas disensiones ideológicas pero las exacerbó", añadió.

Torturas en Abu Grahib.-Foto Reuters

La guerra de Irak, donde han muerto más de 4.000 estadounidenses, ha costado 700.000 millones de dólares y podría llegar, según estimaciones del premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, a los 3.000 millones de dólares. Los demócratas recuerdan que el presidente Bill Clinton dejó la Casa Blanca con un superávit presupuestario que se ha convertido en un déficit abismal.

"Después del 11-S, todo el país estaba dispuesto a seguirle", comentaba recientemente el demócrata Rahm Emanuel, cuyo nombre se ha barajado como posible jefe de Gabinete de Barack Obama. "Podíamos haber hecho muchas cosas en ese momento, pero él dividió el país", agregaba Emanuel.

El punto de inflexión llegó sin duda con los vientos huracanados del Katrina, en agosto de 2005, que acabaron de hundir la reputación de la Casa Blanca.

En el diario The National Journal, el periodista Jonathan Rauch resumía hace poco en una lista "Los desastres atribuibles a Bush": armas de destrucción masiva, Guantánamo, Abu Graib, tortura, escuchas telefónicas, Osama el olvidado, antiamericanismo, déficits, gastos, Katrina, Rumsfeld, Cheney, Gonzales. "La imagen de George W. Bush parece tan destructiva como la de Richard Nixon, un presidente cuyos errores y maldades no se corrigieron hasta décadas más tarde", decía Rauch.

Nadie ha analizado esta presidencia como Bob Woodward. En el epílogo de The War Within, su último libro sobre Bush, el periodista estrella del Washington Post asegura que "durante años, una y otra vez, el presidente mostró impaciencia, arrogancia y una desconcertante certidumbre en sus decisiones. El resultado acabó siendo una falta de reflexión e impulsividad y, quizás más inquietante, una reacción tardía a la realidad y a los consejos de sus asesores".

Obsesión por Irak

Cuenta Woodward que Bush no sólo obedeció a su instinto. Siempre presentes estaban los consejos de Karl Rove, que dejó la Casa Blanca en agosto de 2007. Su principal estratega y artífice de sus dos victorias en las urnas le convenció de que la Historia sólo recordaba a los vencedores, independientemente de los errores que se cometieran en el camino. De ahí la obsesión por reivindicar una victoria en Irak.

Los partidarios del maltrecho presidente, y él mismo, se consuelan con la idea de una futura absolución. Piensan que a Bush le pasará lo que a Harry Truman, un hombre muy impopular en su tiempo y que los estudiosos tardaron décadas en reconocer. Parece improbable.

En su libro The Terror Presidency, Jack Goldsmith, profesor de Derecho de Harvard, que trabajó brevemente en el Departamento de Justicia entre 2003 y 2004, describía el estilo de mando de Bush, comparándolo con el de otro presidente en crisis, Franklin Delano Roosevelt: "El concepto de poder del Gobierno se ha basado en mínimas deliberaciones, acción unilateral y tecnicismos legales, prescindiendo de la necesidad de explicar, justificar, y convencer a la gente a través del compromiso".

Tomado de Público

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