“Financial Times” : “Lo que será crucial en los años venideros, no es la simple amplitud de la deuda, sino saber si los gobiernos están en posición de encontrar un medio eficaz de reducirla (…) sin provocar (en el mejor de los casos) una inestabilidad política o (en el peor) una verdadera revolución.” ¿Por qué será “el peor de los casos” ?
Tras haber soltado miles de miles de millones de euros para salvar un sistema financiero responsable de la mayor “crisis desde los años 1930”, reaparecen los discursos dogmáticos denunciando las “deudas abismales” que deben ser subsanadas a golpes de recortes sociales. En este tiempo, los que han sido reflotados con dinero público se lo pasan en grande y hacen dinero sobre las espaldas de los Estados, especulando con la deuda que ellos mismos han contribuido a crear. Y a los pueblos se les exige pagar, como siempre. Pagar para reflotar los bancos y las empresas, pagar para reembolsar la deuda, pagar para amortizar la especulación.
Ya que la catástrofe bancaria ha podido ser evitada, para qué cambiar las reglas del juego, dicen los banqueros, los fondos especulativos y los dirigentes políticos que lo consienten. Seguidores disciplinados del buen doctor Milton Friedman, aplican al pie de la letra su credo : “Sólo una crisis, real o supuesta, puede producir cambios. Cuando ésta se produce, las medidas a tomar dependen de las ideas en vigor en ese momento. Ésta es, pienso, nuestra auténtica función : encontrar soluciones de recambio a las políticas existentes y mantenerlas hasta que las nociones políticas imposibles, lleguen a ser inevitables.”
¿Cómo transformar una crisis que refrenda el fracaso del capitalismo en un momento de aceleración de la transformación neoliberal de nuestras sociedades ? ¡Agitando el trapo rojo de la deuda ! El “Financial Times” británico llega a afirmar que “el espectro de las bancarrotas de los Estados ha resurgido en el mundo rico”. Una buena excusa para justificar que los dirigentes liberales y social-liberales de la zona euro se arrodillen ante las exigencias de los especuladores, e impongan la austeridad, al mismo tiempo que cuentan ya con 15,8 millones de parados, el 10% de su población activa. Prueba de que la “moralización del capitalismo” sólo era un señuelo agitado para hacer tragarse la píldora a los pueblos.
Peor, si los bancos han sido reflotados sin ninguna contrapartida, los gobiernos actualmente en dificultades debidas a la financiación de este reflotamiento y de sus consecuencias, recibirán una ayuda financiera de los bancos internacionales y europeos únicamente si demuestran, en contrapartida, una voluntad real de aplicar las medidas de austeridad. Todavía peor, mientras los países de la UE y La UE tienen el derecho de salvar a los bancos comprando los “títulos tóxicos”, los Tratados de la Unión Europea prohíben toda solidaridad entre Estados frente a problemas de financiación del déficit y de la deuda pública, en nombre del rechazo al falseamiento de la competencia. Los mismos Tratados que instituyen la independencia del Banco Central Europeo (BCE)., independencia que hace valer el BCE para negarse a comprar títulos de deuda pública que favorecen los gastos útiles al desarrollo y al crecimiento. Lo que guía a los jefes de Estado y de gobierno reunidos en Bruselas alienta a proseguir esta cura de rigor y sólo les interesa la estabilidad de la zona euro para los financieros.
Grecia deberá por tanto contentarse con declaraciones tranquilizadoras. Los griegos van a pagar : profundos recortes en el sistema sanitario, aumento de impuestos indirectos. Los funcionarios helenos tendrán derecho a una congelación de salarios, a la bajada del 10% de las primas, al cese de las contrataciones. A los españoles se promete el aplazamiento de la edad de jubilación a los 67 años. En Francia, el seguro de enfermedad, las pensiones y las administraciones locales están ya en el punto de mira.
¿Permitirán los pueblos hacer todo esto ? En un artículo publicado a primeros de enero y titulado “La financiación y el test de patriotismo”, Gillian Tett, periodista del “Financial Times”, escribe, una pizca preocupado : “Lo que será crucial en los años venideros, no es la simple amplitud de la deuda, sino saber si los gobiernos están en posición de encontrar un medio eficaz de reducirla (…) sin provocar (en el mejor de los casos) una inestabilidad política o (en el peor) una verdadera revolución.” ¿Por qué será “el peor de los casos” ?
Stéphane Sahuc
Traducción J.A. Pina
Tomado texto e imagen de L`Humanité
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