22 sept 2010

El PCU bajo la dictadura

Ecos de una polémica

Ha corrido mucha agua bajo los puentes y hemos estado metidos en muchos asuntos desde que se desató la polémica Álvaro Rico-Claudio Paolillo. Pero creo estar a tiempo de aportar algún elemento de interés sobre el papel del PCU bajo la dictadura.
Podría limitarme a señalar mi acuerdo con la afirmación básica de Rico, en el sentido de que “la única organización política que funcionó como tal en todo el período dictatorial y en el interior del Uruguay, fue el Partido Comunista”. (Digo por mi parte que eso también es cierto para el exterior del país).

Ahora bien: si se examinan los antecedentes históricos del período, remontando al XVI Congreso del PCU de setiembre de 1955, se advertirá que de sus orientaciones fundamentales se deriva, como una consecuencia lógica y natural, el esfuerzo concentrado por lograr la participación de todo el pueblo, de todos los sectores políticos y sociales, en la lucha unida por la recuperación de la democracia. Esa es la línea que se aplicó bajo la dictadura.

En otras palabras: a la afirmación de Rico arriba citada, Paolillo le contrapone las acciones antidictatoriales ejecutadas por representantes de otros partidos. Ambas cosas son ciertas, pero el director de Búsqueda las presenta bajo un sesgo que minimiza la actuación del PCU. La verdad es lo contrario, y aún más: la acción del PCU, abierta y unitaria, ajena a todo sectarismo, favoreció la acción conjunta de todos los partidos y sectores sociales contra la dictadura.

Actuó como un gran factor de entendimiento, de unidad y acción conjunta en pos de los objetivos superiores comunes al conjunto de las fuerzas democráticas.

Más todavía: la caracterización de la dictadura como fascista, emanada de los análisis de la dirección del PCU, abrió el cauce para establecer una estrategia de unidad y convergencia de partidos, pueblos y gobiernos. Esto se aplicó en escala muy vasta, y constituyó una orientación fecunda tanto en el interior del país como en el exterior.

En este último plano, la Convergencia Democrática en Uruguay que alumbró en México desempeñó un papel fundamental en la denuncia de la dictadura y acciones concretas contra ella en todo el mundo: desde intervenciones en Parlamentos de Europa y América, acciones solidarias en ambos continentes a los “hearings” de Wilson Ferreira en Washington. Allí participaban todos los partidos y sectores antidictatoriales, y nuestra preocupación permanente es que siguieran todos, siempre unidos.

Agrego (aludiendo a un hecho que fue objeto en su momento de interpretaciones erróneas, aunque a la postre resultó perfectamente aclarado) que la consigna del voto programático planteada por el PCU al inicio del debate sobre las elecciones internas de los partidos obedecía al propósito de fortalecer el campo de los sectores antidictatoriales al interior de los partidos tradicionales. Cuando Seregni desde la cárcel proclamó el voto en blanco el PCU, con la intervención de Arismendi en persona, adhirió de lleno, y sus militantes contribuyeron a la elevada votación en blanco, que marcó el perfil y la presencia del Frente en la arena política nacional.

Recuerdo en este momento que hace años participé en un programa de TV conjuntamente con el “Cacho” López Balestra (multicitado por Paolillo) y que estuvimos totalmente de acuerdo en lo que representó la unión de todas las fuerzas, en los diversos escenarios, en Uruguay y en el exterior, para combatir a la dictadura. No hubo entre nosotros una sola nota de discordancia. Eduardo Platero es testigo.

Apelo también a otro recuerdo personal, que Reynaldo Gargano siempre me pide que haga presente: las actividades que realizábamos en Buenos Aires, hasta el asesinato de Michelini y Gutiérrez Ruiz, un grupo de uruguayos integrantes de varias corrientes frenteamplistas junto con el rector Oscar J. Maggiolo y el propio Toba, incluso en el último período en su domicilio de la calle Posadas, próximo a Retiro, de donde lo sacaron en la noche fatídica del 18 de mayo de 1976. Estos hechos fueron evocados hace poco aquí al rememorarse la intervención de Zelmar Michelini ante el Tribunal Russell reunido en Roma. Era otra expresión palmaria de la lucha unida de todos los sectores contra la dictadura.


Página de El Popular

La conducta política del PCU, cuyos orígenes hemos ubicado en el XVI Congreso de 1955, se expresó nítidamente, tras el golpe de Estado del 27 de junio de 1973, en su llamamiento de agosto de ese año titulado “A la clase obrera y al pueblo oriental”. Alcira Legaspi, viuda de Rodney Arismendi, me dijo que ese documento emanó de reuniones efectuadas en la clandestinidad en varias casas de familia por grupos del Comité Central el día 8 de agosto, luego sintetizadas en un texto único.

El propio Arismendi fue capturado el 8 de mayo de 1974, encarcelado en Cárcel Central y expulsado del país el 4 de enero 1975. Redactado a menos de un mes y medio del golpe, este documento tiene enorme valor. Tras un análisis del golpe y una valoración de “los admirables 15 días de la huelga general”, señala: “La consigna férrea para todo el pueblo, tiene que ser: ¡Ni un día de tregua a la dictadura, abrumarla sin descanso con mil formas de lucha, golpearla duro con acciones de masas conjuntas en las ocasiones apropiadas, cumpliendo las decisiones correspondientes con firmeza y disciplina, ganar a las más amplias masas del pueblo y los más diversos sectores sociales y políticos por esta gran lucha por la libertad y el pan!”.

A renglón seguido, bajo el título “Unión de todos los orientales honestos”, pone sobre el tapete –atención a esto- los 6 puntos propuestos por el Frente Amplio y el Partido Nacional conjuntamente como salida para la recuperación de la democracia, a saber: restablecimiento de las libertades, derechos y garantías, cese de las torturas; restablecimiento de los derechos de los partidos y organizaciones gremiales; recuperación del poder adquisitivo de los salarios, sueldos y pasividades y contención de la carestía; compromiso de las fuerzas políticas y sociales para poner en práctica un programa mínimo de transformaciones económicas y sociales; cese de Juan María Bordaberry; realización inmediata de una consulta popular con vistas a la instalación de una Asamblea Nacional Constituyente y Legislativa elegida por el pueblo.

Hay en la declaración un alerta expreso –que suena premonitorio- sobre el anticomunismo como principal obstáculo para la unión antidictatorial más amplia. Y culmina con esta invocación: “¡Adelante, hasta el triunfo del pueblo! ¡Que todo el país se convierta en un solo campo de lucha contra la dictadura y la rosca, por la libertad de Seregni y demás presos políticos y sindicales, por las reivindicaciones de los trabajadores, por los puntos de salida a la crisis nacional! ¡Unidad, unidad y más unidad por la libertad, el pan y la dignidad nacional!”.

Niko Schavarz

Periodista. Uruguay

Tomado: La Bitácora,uy

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