5 sept 2010

La historia borrada


He leído el libro en el cual se expone un trabajo interesantísimo de la profesora de historia Marisa Silva enfocado en lo que ella llama la necesidad de “hablar, escribir e investigar sobre la mayor fuerza legal de la izquierda en el período anterior al golpe de estado”(subrayado mío).Se refiere al Partido Comunista.

Le llama la atención-dice-que, entre tantas publicaciones aparecidas en la última década, pocas tienen vinculación con el Partido Comunista uruguayo.

Qué tema, ¿no? Claro que quien esto escribe está lejísimo de las posibles respuestas a estas interrogantes (¿quién no lo está? o mejor aún,¿cuántos queremos estar cerca?). Pero no obstante ello, lo que sí trato de hacer permanentemente es involucrarme en estos infrecuentes ida y vuelta con planteos serios que, más allá de coincidencias o divergencias, lo que más aportan, lo más importante es el cómo promueven el debate, el abordaje de temas tácitamente prohibidos. Yo diría, aunque lo vulgarice, ninguneados.

Esta autora se suma a otras figuras como Vladimir Turiansky, Álvaro Rico, Gerardo Caetano, Hugo Cores, Vania Markarian y otros que, muy contra la corriente, intentan hacer lo que ella denomina como “una concepción integral del pasado que no anule a ningún protagonista ni se conforme con visiones parciales”.

Esta situación es tan evidente que casi no requiere de elementos probatorios. Aún así, me voy a permitir una referencia entre miles. En Internet digito “Uruguay dictadura resistencia” en Wikipedia y aparecen diez o más páginas de distintos-en total debe sumar decenas o cientos- sitios con todo tipo de temas-reales, legítimos- relacionados a la resistencia a la dictadura, como la resistencia cultural, artística, musical, barrial y hasta deportiva. Pero no figura ningún partido ni actividad política alguna. Y, por supuesto, no hablemos de librerías o videos.

Pero es muy importante definir ante qué fenómeno estamos. ¿Se trata acaso de olvidos u omisiones?, ¿Hablamos de deshonestidad intelectual?, ¿es una cuestión de justicia o injusticia? ¿No será que hay que mirar un poco hacia la década del 90.

Para intentar una visión lo menos subjetiva posible, recordemos, aunque sea doloroso, dos o tres elementos muy fuertes de ese momento, para contextualizar el tema que nos ocupa.

1) La más obvia: la desaparición, al inicio de los 90, de la Unión Soviética y casi todo el campo socialista.

2) No tan obvia pero igual de impactante: las inmensas transformaciones en el campo de las tecnologías, en particular de las comunicaciones y la informática.

3) La mayor ofensiva cultural e ideológica-en este caso del llamado neoliberalismo- que se tenga memoria desde la conquista, generada particularmente en EEUU e Inglaterra, cuyo trofeo más importante fueron los intelectuales y dirigentes de izquierda cooptados a escala mundial.


Cualquiera diría que es imposible soslayar semejante contexto para abordar el tema-como cualquier otro- con el cual comenzábamos hablando. Porque partir de ese contexto implica concluir que, como siempre ocurre en la sociedad de clases, todo es, en última instancia, una cuestión de correlación de fuerzas. A tal punto es así que incluso en el ámbito del propio debate es negativa la correlación de fuerzas. Cualquier grupo o institución puede, sin ningún inconveniente, realizar un evento llamando o promoviendo el debate sobe algún tema. Por nombrar alguno, el homenaje a R. Arismendi en la IMM con la recordada intervención de G. Caetano. Eventos que, incluso como el que mencionamos, son muy concurridos, pero no expresan una situación social o política instalada, sino hechos totalmente puntuales y aislados. Ni son generados por el contexto político-social ni lo generan como sí ocurría antes.


Queremos finalizar este apunte con una inquietud supuestamente dirigida a historiadores marxistas (aunque no sólo). Desde este punto de vista, ¿Se puede pensar en una situación parecida o con similitudes a la de la leyenda negra-y de silencio- de Artigas en el siglo XIX?

¿Qué se sabe actualmente de ese fenómeno?

Los intereses que aislaron el proyecto artiguista (imperio británico y nacientes burguesías criollas), proyecto único, diferente del resto de los independentistas por su composición de clase y avanzada concepción de la democracia no podían conformarse con su destrucción. También debía desaparecer de la memoria. Mitre y Sarmiento fueron los principales arquitectos de la desmemoria, que duró más de 50 años.

Y emerge nuevamente, no como un calco de su proyecto liberador sino al calor de las contradicciones de un capitalismo que, aunque muy deformado y cerril, irrumpe con fuerza asociado a una clase obrera de raíz inmigrante y a figuras como Latorre y su régimen autoritario, pero también a intelectuales inquietos como J.P. Varela, J.E. Rodó y otros que pugnan por rescatar la figura del jefe oriental.

Daniel Albacete

Tomado: http://www.quehacer.com.uy

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