5 sept 2010

Salvador Allende: hombre del siglo XX, padre del siglo XXI


A 40 años de la victoria de la Unidad Popular

En este mes de septiembre tendrán lugar dos acontecimientos históricos en el austral Chile. El más trascendente y renombrado será el Bicentenario el día 18, cuando se conmemoran 200 años del proceso de independencia que se inició con la Primera Junta Nacional de Gobierno .

El segundo acontecimiento que será silenciado o en el mejor de los casos minimizado por la derecha, será el 40 Aniversario del Triunfo de la Unidad Popular con su presidente constitucional al frente, el compañero Salvador Allende.

Los medios de publicidad y propaganda de la derecha harán caso omiso a esta también trascendente efemérides. Toca entonces a las fuerzas de izquierda y progresistas del Chile de Salvador Allende, recordar y rendir honor a ese importante hecho histórico de la nación. Por primera vez un luchador social identificado y portador de las ideas del Socialismo llegaría a La Moneda. Por primera vez un proyecto con raigales proyecciones políticas de cambio hacia el Socialismo, entraría en el escenario político de la América Latina por vía pacifica, mediante elecciones libres y democráticas. Un hecho insólito en las luchas del proletariado mundial, calificado así por el líder revolucionario Fidel Castro, por llevar el Socialismo a la cúspide del poder político de una nación sin contienda bélica.

Faltando pocos días para la fecha del 4 de septiembre, momento histórico en que se logra aquel empeño político de las fuerzas de izquierda en el Chile de 1970, al llevar un candidato de probada lealtad a las ideas del socialismo a la Moneda, vale la pena el recuento de las circunstancias que rodearon y permitieron el triunfo de Allende.

En fecha bien temprana, en 1967 en el mes de noviembre, ya Allende tenía definida su conducta política a seguir. En Chillan, ciudad natal de Bernardo O´Higgins durante el Congreso del Partido Socialista, Allende delineó el carácter pluralista, democrático y libertario del Frente de la Patria, embrión de la Unidad Popular que luego liderara.

Quizás para comenzar nada mejor que las propias palabras de Allende en el verano de 1969, cuando aun no se había estructurado la unión de los partidos ni proyectado su programa de gobierno. Decía Allende: “Concibo el Frente de la Patria como el más poderoso movimiento revolucionario, nacional, antimperialista. Es, por lo tanto, una real alternativa de poder. El frente de la Patria, partiendo de la unidad socialista-comunista…debe ser el núcleo aglutinador de los que luchan por Chile y por su independencia económica, los que no vacilen en hacer los cambios revolucionarios y en construir el socialismo. Insisto, el Frente de la Patria será el más poderoso movimiento revolucionario de nuestra historia”.

Su sentido de unidad es una constante que se aprecia en toda su larga carrera política. Es un llamado constante, es un precepto medular de su ideario que tuvo entonces y debieran tener siempre presente las fuerzas de la izquierda en el Chile de hoy.

Pese a los diferendos dentro del propio partido de Allende, el 29 de agosto de 1969 el Comité Central del Partido Socialista presentó, por aclamación la promoción de Salvador Allende para candidato a las elecciones a la presidencia por el Partido Socialista. Era el primer paso a su cuarto intento por alcanzar la banda presidencial.

Resultaría agotador describir todas las dificultades que tuvo que vencer Salvador Allende en su vida política antes de llegar a La Moneda. Baste decir que la reacción interna y externa utilizaron todos los medios de propaganda para desvirtuar la línea política de Allende. Mentiras e infamias, calumnias de todo tipo no faltaron en la formula para desacreditar y desestimular a partidarios y simpatizantes, de llevar a Allende como abanderado de la izquierda a las presidenciales.

Pudiera considerarse que nunca antes contra candidato alguno a presidente de un país latinoamericano, se conjuró tanta incidía y maldad calculada para provocar su caída temprana. Una lectura al libro de L. Lauretski “Salvador Allende” bastaría para quedar el lector profundamente consternado de la titánica batalla que libro Allende contra sus contrincantes políticos de derecha, la oligarquía nacional y el capital foráneo.

En la proximidad a tan memorable fecha de recordación, es preferible destacar los valores y meritos del digno chileno que enrostró ante las infinitas dificultades y hasta sus últimas consecuencias, su compromiso de luchar por la justicia social de su pueblo desde la legalidad, desde la paz. Requería ello arrojo, valentía, pero sobre todo profundas convicciones políticas e inteligencia.

En el transcurso de 1969 y casi al final, el 17 de diciembre sale a la luz el programa de gobierno de la Unidad Popular. Con un marcado carácter antimperialista proclamaba el mismo como tarea esencial del futuro gobierno, “poner fin al dominio de los monopolios, la oligarquía terrateniente y comenzar la construcción del socialismo en Chile”. Es así que el 26 de diciembre de ese propio año, todos los partidos de izquierda aprobaron el pacto de gobierno y de la Unidad Popular que como bien proclamaba “elegiremos un mandatario del pueblo”

El 22 de enero de 1970 , no sin antes estar precedida de polémicos y reiterados análisis, las agrupaciones de la izquierda chilena, a saber los partidos comunista, socialista, radical y social-demócrata, el movimiento de acción popular unificado (MAPU), y la acción popular independiente (API) llegaron a acuerdo de cual seria el candidato único que representaría la UP. El comité directivo proclamó unánimemente a Salvador Allende como el candidato a presidente.

¡Ya tenemos candidato único..Es Salvador Allende!. Nuestros esfuerzos no han sido en vano---. Así dijo Luis Corvalán en la Plaza Bulnes, de Santiago de Chile en un mitin por la ocasión.

Sería la cuarta vez que Salvador Allende fuera elegido candidato único. Su victoria en las elecciones significaría no solo el triunfo personal de un político consecuente y consagrado en vida a su ideario, como también el triunfo de los sueños de generaciones de revolucionarios, de hombres y mujeres de la izquierda en Chile. Era además la victoria de los trabajadores chilenos, pero esa victoria no estaba aun consolidada.

A partir de ese momento Allende demostró toda su capacidad y entereza de revolucionario y hombre convencido de las ideas socialistas. Visitó los más apartados lugares de la larga y estrecha geografía chilena. Provincia a provincia recorrió todo el país y sumo en su campaña a todos los demás aspirantes de los partidos de izquierda, quienes le acompañaron y trabajaron junto a el . En paralelo se crearon por todo Chile casi 15 mil comité de apoyo a la Unidad Popular que fueron un poderoso motor impulsor de la campaña presidencial de Allende. Los trabajadores unidos en la CUT jugaron un rol destacado en esa campaña.

Fue durante ese preludio a las elecciones que se hicieron públicas las primeras 40 medidas de lo que sería el Gobierno Popular.

Llegamos al mes de Mayo de 1970 y Allende enfermó de un estado gripal agudo. La reacción interna se frotó las manos cuando se rumoró que el candidato estaba infartado, rumores que el mismo se encargó de desmentir mediante su presencia de ánimo en una conferencia de prensa en Televisión.

Tenía Allende 61 años y su cuarta batalla frente a las urnas estaba a menos de 4 meses de tener lugar.

Esos meses que precedieron a las elecciones presidenciales del 4 de septiembre de 1970 en Chile, Allende tuvo que sortear infinitas dificultades.

Los círculos de poder en los Estados Unidos de Norteamérica ya habían declarado en manifiesta y prepotente actitud que no permitirían la aparición de una “segunda Cuba”. Se referían a evitar por todos los medios que el Socialismo llegara a Chile, que el ejemplo de la Revolución cubana se replicara en América Latina. Con ese fin, de manera abierta a veces y encubierta otras, la administración norteamericana se empleó a fondo, financiando desde bien temprano en 1961 y hasta 1968, acciones de inteligencia para las cuales dispusieron de un presupuesto de 1.136.400.00 USD y ya durante la cuarta campaña electoral entre 1969 y 1970 el financiamiento llegó a mas de 200 millones de dólares para evitar a toda costa que el candidato de la izquierda llegara a la presidencia de Chile. Se puede decir con certeza, a la luz de la historia demostrada y documentada, que Allende estuvo siempre colimado por la mirilla de un francotirador inescrupuloso: el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica con su fórmula: Pentágono+ Departamento de Estado+CIA.

Mientras, dentro de Chile la oligarquía nacional y el propio gobierno de Frei apostaban a lograr abortar los esfuerzos de la izquierda chilena ahora liderada por Allende, mediante maniobras electorales. Contaban con poder triunfar en las elecciones que se avizoraban. El candidato ultraderechista Jorge Alessandri en discurso televisivo del 24 de mayo de 1970 aseveró que “no lograrán su intento los que pretenden someternos a esclavitudes que viven países que no quiero nombrar, porque Chile todavía conserva Fuerza Publica y Carabineros organizados que no permitirán que prevalezcan doctrinas criminales”. Quien así se expresaba era el postulante por el Partido Demócrata Cristiano (PDC), sin embargo, confiado en su victoria, el 24 de julio de ese propio año declaraba públicamente que “Para contribuir a la paz y la armonía que deben reinar entre los chilenos, yo repito y confieso públicamente que será presidente aquel que obtenga la primera mayoría de votos en las elecciones”.

Apenas un mes después tuvo que mantener su palabra a pesar de los demostrados intentos de que no ocurriera precisamente así, pues es importante recordar y asistir a la memoria histórica imborrable de aquel año 1970: Dentro del PDC militaba Patricio Aylwin quien fue uno de los artífices del maquiavélico resquicio legal mediante el cual se pretendía reinstalar a Eduardo Frei Montalva en la presidencia de la República y así desconocer la tradición chilena en cuanto a que quién obtenía la primera mayoría sería proclamado presidente electo por el Congreso Nacional.

La astuta pero sucia maniobra partía del hecho de que en ese año 1970 la DC era mayoría en el Congreso Nacional; lo que sumando los votos a los del derechista Partido Nacional (PN) de Sergio Onofre Jarpa, desconocerían el triunfo relativo de Allende y Alessandri sería proclamado presidente electo y renunciaría al día siguiente. La renuncia de Alessandri provocaría la convocatoria a una nueva elección presidencial, en la que Eduardo Frei Montalva sería proclamado candidato único de nacionales y democristianos, cuyos votos unidos serían inalcanzables por el movimiento popular en la nueva elección. Recordemos que la Constitución de 1925, vigente en aquella época, no permitía la reelección del presidente en ejercicio. Por tanto, para que las fuerzas políticas de derecha lograran implementar el astuto proyecto, era preciso que funcionara el enroque ajedrecístico conocido como “gambito” (El Gambito Frei) consistente en sacrificar una pieza importante, Alessandri en ese caso y conseguir así una posición estratégica favorable. Esa es la historia, sin embargo la turbia jugada no fue posible llevarla a efecto.

Tampoco posiciones de extrema izquierda que por esos tiempos afloraban en sectores de la población, ayudaban a consolidar el proyecto de la Unidad Popular dentro del electorado expectante. Allende había sido tajante, transparente, honesto y valiente. Su batalla era con las ideas, no con las armas. Tenia la mas profunda convicción de trabajar por alcanzar los necesarios cambio de justicia social desde La Moneda, por ello llegar a ella no seria un fin de campaña política electoral, sino el origen de la gran batalla que habría de librar durante su gobierno; los 1040 días del gobierno mas popular que se recuerda hasta hoy en la historia Patria, el esperanzador proyecto del pueblo chileno: la Unidad Popular.

Al llegar el mes de junio de 1970, Allende entraba en sus 62 años, una edad de consideración para un candidato de la izquierda que tenía por delante la más dura batalla política a librar en su larga vida de luchador social.

Más de 3,5 millones de chilenos asistirían a las urnas, todos los mayores de 21 años. Del total, 1,3 millones votaron en Santiago de Chile.

En la mañana del 4 de septiembre Allende junto a su esposa Hortensia Bussi, la Tencha, se presentaron a la urna del colegio electoral ubicada en el Liceo 7 de niñas.

El conteo regresivo llegó a cero, era el día esperado, el cuarto sufragio. Esta vez la batalla de ideas del compañero Allende, le depararía la victoria. Más de cuarenta años de sostenida lucha política daban al fin sus frutos.

Faltando minutos para la llegada del nuevo día 5 de septiembre de 1970, un emisario a nombre del Ministerio del Interior y las Fuerzas Armadas, comunicó a Salvador Allende que habían votado por el una mayoría relativa de electores y estaba autorizado a efectuar un mitin de sus partidarios a las 0 horas y 30 minutos.

La Federación de Estudiantes de Chile fue la tribuna escogida para la extraordinaria concentración del pueblo. En ella se congregaron de manera espontánea los pobladores de Santiago. Hasta allí llegó Allende lleno de natural jubilo y recibido entre aplausos y vítores de triunfo. Ese discurso, que quedó grabado para la posteridad, entró en la historia política de Chile, como el manifiesto del hombre sencillo, pero profundo, firme y convencido de que está vez su pueblo era dueño de su destino. “Desde aquí declaro solemnemente que respetaré los derechos de todos los chilenos. Pero también declaro y quiero que lo sepan, definitivamente, que cumpliremos el compromiso histórico que hemos contraído, de convertir en realidad el programa de la Unidad Popular”.

Sobre sus hombros y de buena parte del conglomerado de partidarios de la Unidad Popular, recaería la difícil tarea de llevar adelante el programa de gobierno. Sabia su costo y sus riesgos, pero libraría con determinación e inteligencia esta nueva etapa de lucha y confrontación. Para ella se había preparado: “Si la victoria no era fácil, difícil será consolidar nuestro triunfo y construir la nueva sociedad, la nueva convivencia, la nueva moral y la nueva Patria”.

Sin embargo le quedaba aun sortear un escollo. Allende recibió solamente el 36,3% de los votos, seguido de Jorge Alessandri con 34,9 y Rodomiro Tomic con 27,8%, por lo tanto ni uno solo de los candidatos presidenciales había recibido la mayoría absoluta de votos, quedando entonces al Congreso la decisión de cual de los candidatos que recibieron mayoría de votos sería el futuro presidente.

Se prolongaba entonces en 60 días la definición y en ese tiempo como dijera Allende a una entrevista periodística, “entre el 4 de septiembre y el 3 de noviembre, Chile va a estar más agitado que una pelota pateada por Pelé”. Allende, aun en los momentos mas críticos de su campaña nunca perdió el sentido del humor, su natural forma de encarar los problemas; unía a su vocación de luchador social, su pasión y su alegría de vivir.

En los días posteriores al 4 de septiembre de 1970 un corresponsal de la revista Ercilla abordó a Salvador Allende con un singular cuestionario que merece ser recordado en este 40 Aniversario del Triunfo de la Unidad Popular. Dentro de esas preguntas estuvieron asociadas con el momento que se vivía las siguientes:

Doctor Allende, ¿Qué dos noticias referentes a Chile fuera de un triunfo electoral suyo, le gustaría leer en los diarios?.

-Terminó la inflación. No hay chileno sin trabajo-.

¿En que momento de su vida pensó por primera vez en la posibilidad de llegar a ser Presidente?

- Cuando advertí que podría ser un factor que contribuya a unir la izquierda-.

¿Si estuviera en sus manos hacerlo, que cualidades de otros pueblos injertaría a los chilenos?

- Sería mejor preocuparse por darle al pueblo chileno la oportunidad de desarrollar sus propias cualidades-.

¿Cuál es a su juicio, la virtud más admirable y el defecto más criticable de la juventud actual?

-La mayor virtud, la valentía. El mayor defecto, el conformismo-.

¿Cómo le gustaría que lo recordaran?

-Como un chileno consecuente-.

¿Qué significa ser socialista?

- Ser hombre del siglo XX, padre del siglo XXI-.


Indudablemente sus respuestas son mensajes que llegan hasta nuestros días. Llegan la trascendencia de su visión y su pensamiento, de su legado y de su vida: Salvador Allende, padre del siglo XXI.

El día 4 de noviembre de 1970 en el Congreso se realizaba la transmisión del mando al nuevo mandatario. El presidente del Senado colocó la banda presidencial a Allende como símbolo de poder supremo y seguidamente Daniel Vergara subsecretario del interior designado el día anterior, tomo juramento al compañero presidente. Delegaciones de 70 países asistieron a la ceremonia. Allende asistió a una misa solemne en su honor en la Catedral de Santiago oficiada por el Cardenal Raúl Silva Henríquez y de allí se dirigió a la Moneda acompañado de los dirigentes de los partidos de la Unidad Popular, de dirigentes sindicales, de valiosos compañeros de su campaña presidencial, organizaciones juveniles y estudiantes. Como había prometido reiteradamente, por primera vez en la historia de Chile, el pueblo entró en el Palacio de la Moneda junto a el.

Lograda esa voluntad expresa, no solo delineaba en el acto un concepto de nueva forma de gobierno, sino un propósito revolucionario de mayor alcance, que fue implementando en la medida que sumaba en torno a el, a su gobierno, a valiosos revolucionarios.

Apenas tres años después de aquel 4 de septiembre, el proyecto de la Unidad Popular, que apenas comenzaba a enraizar, fue brutalmente cercenado por la acción fascista de militares traidores con el apoyo de la oligarquía nacional y la anuencia y beneplácito demostrado del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica. El proyecto revolucionario de la Unidad Popular, la “vía chilena al socialismo” quedó trunco, inconcluso, pero no olvidado. Quedó en latencia, en la espera necesaria, en el crisol de lo sueños y esperanzas de lo mejor del pueblo chileno.

Hay semillas que tardan en germinar y solo lo hacen cuando las condiciones que les son hostiles cesan, pudiendo así mismo los procesos revolucionarios aparentemente truncos, como simientes dormidas, rebrotar en nuevos tiempos.

No se puede defender con pasión y entrega lo que no se ama, como de igual modo no se logra amar verdaderamente lo que se desconoce, por ello la importancia de trasmitir a las generaciones actuales, especialmente a la juventud, la rica historia de nuestra América.

La victoria de las ideas de Salvador Allende, los esfuerzos y resultados que se fueron alcanzando durante la breve existencia de la Unidad Popular, constituyen una importante página de la historia de Chile, una lección de la trascendencia de la unidad de los revolucionarios chilenos, cuando se pone empeño y voluntad, compromiso y sacrificios en aras de alcanzar la victoria; una pagina de honor y gloria que escribieron con su ejemplo personal Salvador Allende y su Unidad Popular.



José A. Buergo Rodríguez

Tomado: Rebelión

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