Desaparecido en Argentina el 19 de Mayo de 1976. Dr. Manuel Benjamín Liberoff |
Años después nos cruzamos otra vez. El baby futbol comenzaba a ser furor. En la Curva de Maroñas se había organizado una liga donde participaba el cuadro que regenteaba el viejo y el cayó un par de veces a las reuniones como delegado de otro cuadro del barrio, luchador incansable de cuanta causa popular se le cruzaba. Su hijo, Benjamín terminó jugando en el cuadro de mi viejo.
Anduvo el tiempo y nos enteramos que había desaparecido. Todavía no lo sabíamos, pero había ya comenzado la lucha que nos desgarraría como sociedad y como país.
Ideológicamente en las antípodas en ese momento no alcanzábamos a entender lo que pasaba. Menos aún la negra noche que vendría y nos golpearía a todos los uruguayos.
Vivimos con angustia su desaparición pero sin acertar a hacer nada. Y se nos vino la noche nomás.
Lo volví a ver después de haber sido expulsado de Uruguay, aquí en Buenos Aires donde los mismos malos vientos me habían traído. Se celebraba un mitin en la Federación de box convocado por uruguayos que pensaban entablar algún tipo de resistencia a la dictadura. Como quedaba cerca de casa, con mucho sigilo, aquí el horno también se preparaba para no estar para bollos, fui a ver de que se trataba. Estaba en la puerta Zelmar con todos sus gurises. Y un poco más allá, sólo, estaba el ahora compañero Manuel Liberoff. Nos abrazamos, me reconoció cuando le dije quien era, y estuvimos hasta el final juntos, comentando cosas ahora comunes a ambos. Terminó el acto, y se convocó a un segundo acto para darle forma a la organización, (creo que la habían bautizado como Movimiento 33 orientales , o algo asi). Quedamos en volver a vernos allí. Llegúe temprano a la convocatoria, por suerte, y ví el operativo policial llenando omnibuses con los compañeros. Pegué la vuelta y me fui.
Nunca más lo ví. Vino su desaparición final. Esa que todavía nos duele. Esa que me dejó como eterno deudor. Salvó la vida de mi vieja. ¿Cuánto vale la vida de una madre?
He tratado de pagarle aunque sea un poco, continuando su lucha por un mundo mejor.
Veo su foto cada tanto en mi computadora, con esa sonrisa de hombre bueno, la misma que tenía cuando nos reencontramos después de haber atravesado la dura experiencia de la cárcel. Contra esas cosas nada pueden los genocidas. Pueden maltratar cuerpos pero jamás llegarán a mutilar almas.
COMPAÑERO MANUEL LIBEROFF. ¡PRESENTE!
HASTA LA VICTORIA ¡¡¡SIEMPRE!!!
Che Cacho.
Tomado: http://elpolvorin.over-blog.es/
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