Las relaciones de Angela Merkel con Israel impiden la solución del conflicto en el Medio Oriente
Angela Merkel, quien se proclama como la más sionista de todos los cancilleres alemanes, está aplicando a título personal una política de apoyo incondicional a Israel, en contradicción con la posición oficial de su país a favor de una paz equilibrada entre palestinos e israelíes. Esa actitud está paralizando a la Unión Europea en el Medio Oriente, observa el corresponsal del New York Times en Berlín.
Hay varios temas de política exterior de los que a Angela Merkel no le gusta hablar. Afganistán es uno de ellos. Otro, es el conflicto israelo-palestino, como se pudo observar nuevamente durante la conferencia de prensa que dio con el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, el 18 de enero, en Berlín [1]. Al ser interrogada sobre el tema de la política israelí en lo tocante a las colonias y el bloqueo de Gaza, Angela Merkel minimizó el problema afirmando que «Sería hora de reactivar el proceso de paz», y pasó a la siguiente pregunta.
Varios responsables del gobierno alemán estiman que resulta muy difícil criticar a Israel porque Alemania es responsable del holocausto así como por el deber moral que se ha impuesto Alemania a favor de la existencia del Estado de Israel. Esto es especialmente válido en el caso de la señora Merkel, quien desearía mantener una relación más estrecha con Israel. La posición de la canciller ha hecho más difícil aun la tarea de la Unión Europea de expresarse con una sola voz en el Medio Oriente.
Pero la línea política de la señora Merkel es incoherente. A fines de 2005, la primera vez que fue elegida canciller, puso por delante los derechos humanos y la paz. Criticó la política china en materia de derechos humanos y, en 2007, tomó la muy controvertida decisión de reunirse con el Dalai Lama en la sede de la cancillería federal. China le advirtió las serias consecuencias que podía tener aquella decisión, como la suspensión de contratos económicos muy lucrativos. Fuera de la anulación de varias reuniones de alto nivel, hubo pocas reacciones.
Cuando la señora Merkel se reunió con varias asociaciones no gubernamentales que Vladimir Putin había tratado de prohibir, las relaciones se enfriaron entre Moscú y Berlín. Y eso fue todo.
Pero en lo tocante al Medio Oriente, la señora Merkel ha mostrado muy poco interés por las condiciones de vida de miseria de los palestinos de la franja de Gaza, por las colonias israelíes y por la política represiva de Israel. Diputados alemanes y analistas políticos dicen que, de todos los cancilleres de la postguerra, la señora Merkel es la que más se ha comprometido a favor de Israel.
«La canciller es extremadamente cercana a Israel», declaró el diputado conservador Ruprecht Polenz, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Bundestag. Tan cercana que no ha habido crítica alguna de la señora Merkel contra los bombardeos israelíes sobre Gaza a fines de 2008, que costaron la vida a gran cantidad de civiles. Todo lo contrario de la posición que adoptó cuando las autoridades iraníes reaccionaron con violencia contra la oposición que denunciaba la falsificación de la elección presidencial. En aquella ocasión, Angela Merkel fue también uno de los pocos jefes de Estado que criticaron públicamente al régimen, e incluso pidió una nueva elección.
El señor Polenz estima que todos los cancilleres alemanes tienen el deber de defender a Israel, debido al holocausto. «No somos neutrales», declara [Polenz] cuando se trata de la actitud de Berlín ante el Medio Oriente, «pero eso no significa que no tengamos derecho a comunicar nuestra opinión a nuestros amigos israelíes».
Con la señora Merkel, la cosa es diferente. Ella se ha fijado tres prioridades como canciller: mejores relaciones con Estados Unidos, una relación mucho más estrecha con Israel y la integración en el seno de la Unión Europea. Estas tesis, según Gerd Langguth, profesor de Ciencias Políticas en la universidad de Bonn y biógrafo de Merkel, son «algo en lo que la señora Merkel cree profundamente.»
Las relaciones de la canciller con el presidente Barack Obama se han deteriorado como consecuencia de la crisis financiera mundial, sobre todo porque Estados Unidos afirmó abiertamente que Alemania no hacía lo suficiente por controlar la crisis. En cuanto a la integración de la Unión Europea, que depende de la cooperación de Francia y Alemania, todo sigue igual. La señora Merkel y el presidente francés Nicolas Sarkozy no han lanzado ninguna nueva iniciativa capaz de mejorar la unificación de Europa para darle más credibilidad como actor mundial. Por otra parte, la señora Merkel ha optado a menudo por los intereses alemanes frente a los intereses europeos.
Israel sigue siendo su único éxito. «La señora Merkel tiene una relación emocional con Israel y con el pueblo judío», estima el señor Langguth. La señora Merkel escogió su propio camino ante Israel, país con el que sigue manteniendo su política de «relación especial» [2], incluso después de los bombardeos sobre Gaza. A pesar de los consejos de los diplomáticos alemanes, en octubre pasado la señora Merkel, quien preside además la conservadora Unión Cristiano-Demócrata, fiel a Israel, llamó a Israel un «Estado judío» en el tratado de coalición con los demócratas libres. Los israelíes estaban felices. «El objetivo de nuestra política es lograr que los otros Estados reconozcan a Israel como un Estado judío», explicó Efraim Inbar, director del Begin-Sadat Center for Strategic Studies de la universidad Bar-Ilan située, en Tel Aviv.
La reunión del 18 de enero en Berlín era por lo tanto, sin duda alguna, de la mayor importancia. Era la primera vez que los gobiernos de Alemania e Israel se reunían en territorio alemán. La señora Merkel inauguró esa especial consulta –que, hasta ahora, sólo se ha producido en esa forma con muy pocos países, como Francia, Polonia y Rusia– después de haber visitado Israel en 2008. En aquella ocasión la señora Merkel tuvo incluso el excepcional honor de hacer uso de la palabra ante la Knesset, el parlamento israelí.
Muriel Asseburg, especialista sobre el Medio Oriente en la Stiftung Wissenschaft und Politik alemana de Berlín, estima que la actitud de la señora Merkel hacia Israel tiene que ver con el hecho de que ella creció en la Alemania oriental comunista. «Esa actitud es una respuesta a la de la antigua Alemania del Este, que se negó a reconocer el Estado de Israel y que nunca aceptó su responsabilidad por el III Reich, la Segunda Guerra Mundial y el holocausto. Merkel ha tratado de distanciarse de ese punto de vista y de asumir la responsabilidad por aquel pasado de Alemania del Este», afirma la señora Asseburg.
La señora Asseburg afirma por lo tanto que cuando la señora Merkel dice, en la conferencia de prensa del 18 de enero, que sería hora de que Israel y los palestinos emprendan de nuevo un proceso de paz, ella «no se expresa públicamente de manera crítica ante la política israelí y la ocupación». El objetivo de la señora Merkel no es integrar de forma prioritaria el proceso de paz a las relaciones entre Alemania e Israel. Lo prioritario es fortalecer los vínculos con Israel sin tener en cuenta el conflicto [del Medio Oriente].
Esa actitud contradice la posición oficial de Alemania de apoyar de forma inequívoca el proceso de paz y la solución de los dos Estados para garantizar así la seguridad de Israel y responder a la vez a las expectativas de los palestinos. Pero los especialistas dicen que esa línea de conducta ya no se está aplicando. «Una posición crítica hacia la política de ocupación y de colonización así como un compromiso alemán activo en el proceso de paz debería provenir en realidad de la responsabilidad histórica de Alemania y no debiera ser víctima del tabú del holocausto», estima la señora Asseburg.
Pero eso no sucederá bajo la administración de Angela Merkel. Lo cual significa que Israel, duramente criticado por otros Estados de la Unión Europea, tendrá siempre un aliado especial en Europa. Y que, en el futuro próximo, Europa será incapaz de ejercer una influencia que pueda ayudar a resolver el conflicto israelí-palestino.
Judy Dempsey
Corresponsal del diario New York Times en Berlín.
Tomado de Red Voltaire
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