La demencial ofensiva por la hegemonía de EE.UU. amenaza la vida en la tierra
El Washington Times es un periódico que mira con benevolencia las guerras de agresión en Oriente Próximo de Bush/Cheney/Obama y los neoconservadores y está a favor de que sean los terroristas los que paguen por el 11-S. Por ello, me sorprendió el 24 de febrero que la historia más popular en el sitio en el Internet del periódico durante los últimos tres días haya sido el informe “Explosive News” de “Inside the Beltway” [Dentro de Washington DC], sobre las 31 conferencias de prensa en ciudades en EE.UU. y en el extranjero realizadas el 19 de febrero por Arquitectos e Ingenieros por la Verdad sobre el 11-S, una organización de profesionales que ahora tiene más de 1.000 miembros.
Más aún me sorprendió que la información tratara seriamente las conferencias de prensa.
¿Cómo se desintegraron repentinamente en polvo fino tres rascacielos del World Trade Center (WTC)? ¿Cómo fallaron repentinamente macizas vigas de acero como resultado de incendios breves, aislados y de baja temperatura? Mil arquitectos e ingenieros quieren saberlo y llaman al Congreso a que ordene una nueva investigación sobre la destrucción de las Torres Gemelas y del Edificio 8,” informa el Washington Times.
El periódico informa de que los arquitectos e ingenieros han concluido que la Agencia Federal para Manejo de Emergencias (FEMA) y el Instituto Nacional de Normas y Tecnología (NIST por sus siglas en inglés), suministraron “informes insuficientes, contradictorios y fraudulentos sobre las circunstancias de la destrucción de las torres” y “llaman a una investigación de gran jurado de los funcionarios del NIST.”
El periódico informa de que Richard Gage, el portavoz de los arquitectos e ingenieros dijo que: “Los funcionarios gubernamentales serán notificados de que el “Encubrimiento de la traición”, Código 18 de EE.UU. (Sección 2382) es un serio delito federal, que requiere que los que tienen evidencia de traición actúen como corresponda. Las implicaciones son enormes y podrían tener profundo impacto en el próximo juicio de Khalid Sheik Mohamed.”
Existe ahora una organización, Bomberos por la Verdad sobre el 11-S. En la principal conferencia de prensa en San Francisco Eric Lawyer, jefe de la organización, anunció el apoyo de los bomberos a las exigencias de los arquitectos e ingenieros. Informó de que no se realizó una investigación forense de los incendios que supuestamente destruyeron los tres edificios y que el que no haya tenido lugar constituye un crimen. No se siguieron los procedimientos especificados, y en lugar de preservar e investigar, la escena del crimen fue destruida. También informó de que existen más de cien miembros de los organismos de emergencia que oyeron y vieron explosiones y que existe evidencia de explosiones en transmisiones de radio, audio y vídeo.
El físico Steven Jones también presentó en la conferencia de prensa la evidencia de nano-termita en los residuos de los edificios del WTC, hallada por un panel internacional de científicos dirigidos por el nano-químico de la Universidad de Copenhague, profesor Niels Harrit. Nano-termita es un explosivo/pirotécnico de alta tecnología capaz de fundir instantáneamente vigas de acero.
Antes de que gritemos “teoría conspirativa” deberíamos saber que los arquitectos, ingenieros, bomberos y científicos no presentan ninguna teoría. Suministran evidencia que disputa la teoría oficial. Esa evidencia no va a desaparecer.
Si el hecho de que exprese dudas o reservas sobre la historia oficial en el Informe de la Comisión del 11-S convierte a una persona en un chiflado por las teorías conspirativas, tenemos que incluir a ambos copresidentes de la Comisión del 11-S y al asesor legal de la Comisión, todos los cuales han escrito libros en los que declaran claramente que funcionarios del gobierno les mintieron cuando realizaron su investigación, o, más bien, cuando presidieron la investigación realizada por el director ejecutivo Philip Zelikow, miembro del equipo de transición del presidente George W. Bush y del Consejo Consultor de Inteligencia Exterior y coautor de la secretaria de Estado de Bush Condi Rice.
Siempre habrá estadounidenses que crean cualquier cosa que les diga el gobierno, sin importar que sepan que el gobierno les ha mentido en numerosas ocasiones. A pesar de costosas guerras que amenazan la Seguridad Social y Medicare, guerras basadas en armas iraquíes de destrucción masiva inexistentes, en conexiones no existentes de Sadam Hussein con al-Qaida, en una participación afgana inexistente en los ataques del 11-S, y en las bombas atómicas iraníes inexistentes que son exageradas como motivo para la próxima guerra de agresión de EE.UU. en Oriente Próximo, más de la mitad de la población estadounidense sigue creyendo la historia fantástica que el gobierno les ha contado sobre el 11-S: una conspiración musulmana que fue más lista que todo el mundo occidental.
Además, a esos estadounidenses no les importa la frecuencia con la que el gobierno cambia su versión. Por ejemplo, los estadounidenses oyeron hablar por primera vez de Osama bin Laden porque el régimen de Bush lo culpó de los ataques del 11-S. Con el pasar de los años se presentó al crédulo público estadounidenses vídeo tras vídeo con declaraciones de bin Laden. Los expertos descartaron los vídeos como falsificaciones, pero los estadounidenses siguieron siendo tan crédulos como siempre. Luego, repentinamente el año pasado, un nuevo “cerebro” del 11-S apareció para tomar el sitio de bin Laden, el cautivo Khalid Sheik Mohamed, el detenido sometido 183 veces a la tortura de asfixia simulada con agua hasta que confesó haber planeado y organizado el ataque del 11-S.
En la Edad Media las confesiones obtenidas mediante la tortura constituían evidencia, pero la autoincriminación ha sido rechazada en el sistema legal de EE.UU. desde su fundación. Con el régimen de Bush y los jueces federales republicanos, quienes habían prometido que defenderían la Constitución de EE.UU., la autoincriminación de Sheik Mohamed representa actualmente la única evidencia que posee el gobierno de ese país de que los terroristas musulmanes llevaron a cabo el 11-S.
Al considerar las proezas atribuidas a Khalid Sheik Mohamed se ve que son simplemente increíbles. Sheik Mohamed es un superhéroe brillante y más capaz que ‘V’ en la película fantástica, “V de venganza.” Sheik Mohamed fue más listo que todas las 16 agencias de inteligencia de EE.UU. junto con aquéllas de todos los aliados o títeres de ese país, incluido el Mosad de Israel. Ningún servicio de inteligencia del mundo, o todos ellos combinados, pudo compararse con Sheik Mohamed.
Sheik Mohamed fue más listo que el Consejo Nacional de Seguridad de EE.UU., Dick Cheney, el Pentágono, el Departamento de Estado, NORAD, la Fuerza Aérea de EE.UU., y el Control de Tráfico Aéreo.
Llevó la Seguridad de Aeropuertos a fracasar cuatro veces en una sola mañana. Llevó al fracaso de las defensas aéreas con tecnología de vanguardia del Pentágono, permitiendo que un avión comercial secuestrado, que estuvo desviado de su rumbo toda la mañana, se estrellara contra el Pentágono, mientras la Fuerza Aérea de EE.UU., por primera vez en la historia, fue incapaz de enviar aviones de intercepción.
Sheik Mohamed fue capaz de realizar esas proezas con pilotos no calificados.
Sheik Mohamed, incluso como detenido torturado, logró impedir que el FBI diera a conocer los numerosos vídeos confiscados que mostraban, según la versión oficial, al avión secuestrado estrellándose contra el Pentágono.
¿Cuán ingenuo hay que ser para creer que algún ser humano, o si se quiere un personaje de fantasía de Hollywood, sea tan poderoso y capaz?
Si Sheik Mohamed tiene esas capacidades sobrehumanas, ¿cómo lo capturaron los incompetentes estadounidenses? Este sujeto es un chivo expiatorio torturado para que confiese a fin de conseguir que los ingenuos estadounidenses crean la teoría conspirativa del gobierno.
Lo que pasa es que el gobierno de EE.UU. tiene que terminar con el misterio del 11-S. El gobierno tiene que juzgar y condenar a un culpable para poder cerrar el caso antes que estalle. Cualquiera, torturado 183 veces, confesaría cualquier cosa.
El gobierno de EE.UU. ha reaccionado ante la evidencia que se acumula contra su descabellada teoría conspirativa del 11-S mediante la redefinición de la guerra contra el terror de enemigos externos a internos. La secretaria de seguridad interior, Janet Napolitano, dijo el 21 de febrero, que extremistas estadounidenses constituyen ahora una preocupación tan grande como los terroristas internacionales. Extremistas, claro está, son los que interfieren en los planes del gobierno, como los 1.000 Arquitectos e Ingenieros por la Verdad sobre el 11-S. El grupo lo formaban 100, ahora son 1.000. ¿Y si llegan a ser 10.000?
Cass Sunstein, funcionario del régimen de Obama, tiene una solución para los escépticos respecto al 11-S: Infiltrarlos y provocarlos para que hagan declaraciones y acciones que puedan ser utilizadas para desacreditarlos o arrestarlos. Pero librarse de ellos a toda costa.
¿Por qué emplear medidas tan extremas contra presuntos chiflados si sólo producen entretenimiento y risas? ¿Está preocupado el gobierno por que hayan encontrado algo?
En lugar de proponer semejantes medidas, ¿por qué no enfrenta simplemente el gobierno de EE.UU. la evidencia presentada y responde a ella?
Si los arquitectos, ingenieros, bomberos, y científicos son sólo chiflados, será algo simple reconocer su evidencia y refutarla. ¿Por qué es necesario infiltrarlos con agentes de la policía y tenderles trampas?
Muchos estadounidenses responderían que “su” gobierno no soñaría con matar estadounidenses secuestrando aviones y destruyendo edificios para promover sus planes. Pero el 3 de febrero, el director nacional de inteligencia Dennis Blair dijo al Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes que el gobierno de EE.UU. puede asesinar a sus propios ciudadanos cuando están en el extranjero. No precisa de arresto, juicio o condena por un crimen castigado con la pena capital. Es simplemente un asesinato.
Obviamente, si el gobierno de EE.UU. puede asesinar a sus ciudadanos en el extranjero también puede asesinarlos en el país, y lo ha hecho. Por ejemplo, 100 davidianos fueron asesinados en Waco, Texas, por el gobierno de Clinton sin una razón legítima. El gobierno simplemente decidió utilizar su poder a sabiendas de que podía salirse con la suya, y así lo hizo.
Los estadounidenses que piensan que “su” gobierno es una especie de operación moralmente pura harían bien en familiarizarse con la Operación Northwoods. La Operación Northwoods fue un complot urdido por el Estado Mayor Conjunto de EE.UU. para que la CIA cometiera actos de terrorismo en ciudades estadounidenses y preparara evidencia culpando a Castro para que EE.UU. pudiera conseguir apoyo interno e internacional para un cambio de régimen en Cuba. El plan secreto fue rechazado por el presidente John F. Kennedy y fue desclasificado por el John F. Kennedy Assassination Records Review Board. Se encuentra en línea en el Archivo de Seguridad Nacional. Existen numerosos informes en línea, incluyendo Wikipedia. El libro de James Bamford “Body of Secrets,” también resume el complot:
“La Operación Northwoods, que tenía la aprobación escrita del jefe (general Lemnitzer) y de cada uno de los miembros del Estado Mayor Conjunto, requería que se matara a tiros a gente inocente en las calles de EE.UU.; que se hundiera en alta mar botes con refugiados que huían de Cuba; que se lanzara una ola de terrorismo violento en Washington, D.C., Miami, y otros sitios; que se acusara a gente de atentados que no habían cometido; que se secuestrara aviones. Utilizando evidencia falsa, se acusaría de todo a Castro, dando así a Lemnitzer y su conciliábulo la excusa, así como el respaldo público e internacional, que necesitaban para lanzar su guerra.”
Antes del 11-S los neoconservadores estadounidenses fueron explícitos en que las guerras de agresión que querían lanzar en Oriente Próximo necesitaban “un nuevo Pearl Harbor.”
Por su propio bien y el del mundo en general, los estadounidenses tienen que prestar atención al creciente grupo de expertos que les dicen que la versión del 11-S del gobierno no pasa su investigación. El 11-S lanzó el plan neoconservador para la hegemonía mundial de EE.UU. Mientras escribo estas líneas el gobierno de EE.UU. está comprando el acuerdo de gobiernos extranjeros fronterizos con Rusia para que acepten bases de intercepción de misiles estadounidenses. EE.UU. quiere cercar a Rusia con sus bases de misiles desde Polonia pasando por Europa central y Kosovo hasta Georgia, Azerbaiyán y Asia Central. [Vea www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=17709] El enviado de EE.UU., Richard Holbrooke declaró el 20 de febrero que al-Qaida está penetrando antiguas partes constituyentes centroasiáticas de la Unión Soviética, como Tayikistán, Kirguistán, Uzbekistán, Turkmenistán y Kazajstán. Holbrooke está solicitando bases en esas antiguas repúblicas soviéticas bajo capa de la “guerra contra el terror” en permanente expansión.
EE.UU. ya ha rodeado Irán con bases militares. El gobierno de EE.UU. se propone neutralizar a China apoderándose de Oriente Próximo y cortándole el acceso al petróleo.
Este plan presupone que Rusia y China, Estados con armas nucleares, serán intimidados por las defensas anti-misiles de EE.UU. y aceptarán su hegemonía y que a China le faltará petróleo para sus industrias y sus fuerzas armadas.
El gobierno de EE.UU. delira. Los dirigentes militares y políticas de Rusia han respondido a la obvia amenaza declarando que la OTAN constituye una amenaza directa para la seguridad de Rusia y anunciando un cambio en la doctrina de guerra rusa hacia el lanzamiento preventivo de armas nucleares. Los chinos son demasiado seguros de sí mismos como para ser intimidados por una “superpotencia” estadounidense acabada.
Los imbéciles en Washington van lejos con la idea de la guerra nuclear. El impulso demencial por la hegemonía estadounidense amenaza la vida en la tierra. El pueblo estadounidense, al aceptar las mentiras y engaños de “su” gobierno, facilita ese resultado.
Paul Craig Roberts
Global Research
Tomado de Rebelión
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