La críticas desde el oficialismo contra su estrategia y su gestión empezaron mucho antes del voto.
El gabinete de Nicolas Sarkozy pagó ayer el tributo de la derrota sufrida en las elecciones regionales del domingo. El presidente francés procedió a un cambio de bajo perfil de cuatro ministros, al tiempo que el Partido Socialista y los ecologistas seguían disfrutando de una victoria amplísima para cuya realización funcionaron todos los esquemas sonados: 21 de las 22 regiones metropolitanas ganadas, transferencia sin falla de los votos a las listas comunes, negociaciones sin demasiados tropiezos para concretar la fusión y una perspectiva positiva que queda flotando en el horizonte. Noël Mamère, diputado verde de la región de Gironda, admitió el lunes que se acababa de abrir “una etapa nueva para la izquierda”. Por su parte, el presidente francés tuvo que apagar el fuego en su propio campo. Las corrientes que integran el partido UMP ya habían empezado a lanzar duras críticas contra su estrategia y su gestión mucho antes de la derrota del domingo. Un controvertido impuesto a las emanaciones de CO2, el ritmo de las reformas llevadas a cabo por el Ejecutivo y la política de apertura hacia personalidades de la izquierda socialista que pasaron a integrar el gobierno habían sido las flechas más contundentes.
Para calmar a todo el mundo, Nicolas Sarkozy abrió su gobierno a los sectores más críticos de la derecha, incluido un allegado de quien es hoy su peor enemigo, el ex primer ministro Dominique de Villepin. La remodelación fue modesta y dirigida exclusivamente a aplacar los ánimos de sus aliados. Los cambios introducidos abrieron así el juego hacia quienes venían fustigando al gobierno en el seno mismo de la mayoría parlamentaria. El ministro de Trabajo, Xavier Darcos, fue el primero en pagar los platos rotos. Lo arrastró en parte su estrepitosa derrota como cabeza de lista de la región de Aquitania, donde apenas sacó un 28 por ciento frente al 56,3 por ciento de las izquierdas unidas. Ese cambio es una clara señal de que la reforma más controvertida, la del sistema de pensiones, seguirá su curso. Los sindicatos y la izquierda impugnan este proyecto, pero Nicolas Sarkozy tiene previsto presentarlo a partir de septiembre. El encargado de llevarla a cabo será el actual ministro del Presupuesto Eric Woerth. Este será sustituido por François Baroin, un diputado que pertenece al círculo del ex presidente Jacques Chirac. Martín Hirsch, uno de los emblemas de la apertura a la izquierda y gran especialista en materia de sanidad y trabajo, deja el equipo gubernamental para ser reemplazado por un centrista ortodoxo Marc-Philippe Daubresse. La incorporación más vistosa como secretario de Estado de la Función Pública es la del diputado George Tron, un allegado al ex primer ministro Dominique de Villepin. La entrada de Tron al gobierno se interpreta como una manera de cortar las alas de De Villepin.
El futuro es promisorio en rupturas y zancadillas. Nicolas Sarkozy vio crecer de pronto dos oposiciones manifiestas: la de las urnas y la de su propio campo. Así, Jean-François Copé, presidente del grupo de la UMP en la Asamblea Nacional y uno de los hombres políticos con más crédito y ambición para reemplazar a Sarkozy, declaró que de ahora en más se imponía “un retorno a los fundamentos de 2007” (la victoria presidencial de Sarkozy). Y no es todo. El propio Dominique de Villepin se apresta a salir a la arena con la creación de “un nuevo partido político” que aspira a ser una “alternativa” a Sarkozy en 2012.
Nada indica que el mensaje de las urnas haya sido integrado en la política futura del presidente. El jefe de gobierno ya había anunciado que se mantendría “la dirección” emprendida. Los nombramientos de ayer apuntan hacia esa dirección: los hombres nombrados representan un paso más hacia la derecha y tendrán a su cargo la reforma del sistema de jubilación, de los territorios y la de la Justicia, que eliminará a los jueces de instrucción. La primera secretaria del PS, Martine Aubry, cuya influencia salió apuntalada con los resultados, insistió el lunes en que Sarkozy “tiene que cambiar de política”. Se avecinan tiempos de confrontación con un dato nuevo: la desilusión ante el sistema Sarkozy que llenó las urnas de la coalición rosa-verde-roja. Luego de que cinco sindicatos convocaran para este martes varias huelgas y protestas contra la política socioeconómica del gobierno, la CGT sacó las uñas. Esta organización, que es mayoritaria en Francia, advirtió al gobierno contra “una actitud que acentúe aún más” la tensión social.
La izquierda se frota las manos con la perspectiva de ver, por primera vez en muchos años, cómo la disputa intestina se muda de partido. “Lo esencial es tener un proyecto”, afirmó Martine Aubry respondiendo al “llamamiento del 22 de marzo” lanzado por el eurodiputado ecologista Daniel Cohn-Bendit para formar una “cooperativa política” que consolide los resultados del domingo en la línea del 2012. Nicolas Sarkozy conduce hoy un barco paradójico. No sólo está en la mira telescópica de su mayoría sino que también es víctima de su propia velocidad. No hay sondeo que no le sea desfavorable. Tal vez, el más cruel sea el que pone al primer ministro François Fillon muchos puntos por encima del presidente. Fillon, flemático y casi ausente, tapado por la sombra de Sarkozy, emerge con lentitud entre el sonido y la furia del golpeado presidente.
Eduardo Febbro París
Tomado de Página 12
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